Ya se ha escrito bastante sobre las fallas del régimen actual. Falta aún más porque los errores de ejecución han nulificado lo bueno que se propuso hacer López Obrador.
Va a costar mucho trabajo re-encarrilar los trabajos que venían haciendo las instituciones y entidades suprimidas.
El Presidente está confiado en que su proyecto seguirá de frente. Olvida que cada nuevo presidente toma a gala contrariar a su antecesor.
Es con esta esperanza que en los siguientes 14 meses veremos la intensa actividad de escoger y elegir al candidato a presidente y legisladores. Hay que definir bien el perfil del México que queremos realizar y calcular si el gobierno que resulte electo sea el socio que nos ayude o el adversario que se opondrá.
La democracia lincolniana, la del pueblo y para el pueblo, ya cambió. El sistema de partidos que ha prevalecido en México está colapsado.
La esperanza es que la articulación de los tres poderes sea más parlamentaria y desligada del lastre presidencialista.
El empresariado, tanto el alto como el pequeño y mediano, tiene que responder a sus responsabilidades sociales y ser genuinamente solidario con las capas más necesitadas de la población. Esperamos un nacionalismo sólido, propio del siglo XXI y no acomodaticio, promover las cadenas de producción para aprovechar vastas oportunidades de los mercados extranjeros.
Las funciones del futuro gobierno deberán centrarse en reestablecer y habilitar servicios públicos de salud, atención a la niñez y juventud, educación y, ante todo, el reinstaurar orden y seguridad.
Para lo anterior requerirá holgura y honradez presupuestal alimentada por una seria reforma fiscal con impuestos más altos a los que más tienen para canalizarlos a los servicios mencionados, acortar la brecha entre ricos y pobres, y asegurar a cada contribuyente un nivel de vida digna. Instaurar la renta básica universal dará seguridad y estímulo a cada ciudadano sin distingos.
La misma urgencia de evolución que México tiene es la que viven otros países. Que quede claro que la función de las autoridades ya no es la autocrática de dirigir a las sociedades hacia metas ideológicas imposibles, sino la de facilitar al individuo y a las comunidades un orgullo de arraigo, un ánimo de felicidad, reflexión o de propósito de acción optimista y constructiva.
Las sociedades que más éxito tienen son las que mejor han respondido a esa tarea inicial. Es la que toda la sociedad mexicana está exigiendo en todos los tonos, en todas las calles y plazas que se cumpla. Es igual en todo el planeta.
No hay posibilidad de evolución, ni siquiera de transformación, sin resolver los problemas más elementales. De seguir dándose escenarios de miseria extrema en Zambia, Haití, o en Chiapas o Guerrero, la migración seguirá incontrolable y peligrosa.
La pobreza no se resuelve ni con la guerra ni con ideología. Lo que estamos requiriendo aquí es un presidente de la República capaz, que tome en serio su papel y se dedique a proveer los elementos específicos para cada una de las demandas populares que se resumen en: el derecho a alimentación, salud, alojamiento y trabajo. Es por esta responsabilidad que un régimen se califica y por la que la 4T ha errado el tiro e insiste en ocultarlo con populismo y controversia institucionalizada.
No hay que desperdiciar los meses que vienen hasta junio del 2024 preparando lo antes posible, para no perder tiempo discurriendo sobre idearios añejos o alterativos.
Es hora de definir lo que vamos a hacer y las instituciones que vamos rescatar y las entidades bloqueadas que vamos a reinaugurar.
La eficacia del Poder Legislativo, a veces mayor que la del Ejecutivo, depende de los diputados y senadores en lo personal, más que en sus membretes y tomar en cuenta las decisiones que otros parlamentos, que están bajo las mismas presiones que el nuestro, están urgidos de poner en práctica.
Ni la ecología ni la demografía esperan.