Es bajito, delgado, usa lentes, con barba. vestía una playera gris con rojo, un sombrero de palma, pantalones color café, limpia toda la ropa, unos zapatos a los que ya no se les veía el color. Estaba en una pequeña placita que se encuentra frente al edificio del SAT y que tiene poco de ser remodelada, sentado sobre una cubeta de plástico que alguna vez contuvo impermeabilizante y un cojín que en algún lado consiguió.
Cantaba para ayudarse con los gastos, para acompañarse utilizaba una bocina con bluetooth, la cual tenía cargada en una carretilla o “diablito” que usaba para transportarla, un micrófono conectado a la bocina, y un celular de segunda o tercera mano donde tenía cargadas las melodías de las canciones que interpretaba.
Cantaba muy entonado, “En un bote de vela, a la mar me tiro, que me lleve el viento muy lejos contigo…” , después siguió con “Tampico”, Tiburón” y otras con las que amenizaba el tránsito de la gente o el tiempo de espera de alguna diligencia que había ido a realizar a Hacienda, mientras esperaba a alguna persona o simplemente disfrutar una nieve o bocadillo en el lugar. Alguna de la gente que pasaba, le dejaba monedas. En
el tiempo que estuve ahí no vi que alguien dejara algún billete.
La gente pasaba y le dejaba alguna moneda en un recipiente grande de plástico que fue usado para yogurt que tenía para ese propósito.
Me llamó la atención la forma en que el hacia su trabajo, concentrado, sin permitir que lo distrajeran, y en la cara se reflejaba el gusto que tenía por cantar. En un momento dado, cuando se tomó un descanso, me acerqué a él y le pregunté si me podía regalar 15 minutos para platicar, le di un billete de doscientos pesos y el gustoso accedió.
Crespo, Crespo Cruz es su nombre de 71 años, abierto a la hora de expresarse, donde refleja grandes aprendizajes de la vida y que, por eso, lo hace a uno no solo respetarlo, sino admirarlo. Ha tenido una vida llena de retos desde su nacimiento, su madre, que tenia una dolencia cardiaca, murió a los 6 meses de nacido. El padre los había abandonado y se lo dieron a una madrina. Esto necesariamente lo afectó
en su crecimiento, pero pudo cursar hasta segundo año de secundaria.
Se volvió panadero y por 30 años ejerció ese oficio, pero siempre le gustó cantar. Tal vez por la carencia afectiva en su niñez y juventud se volvió alcohólico, pero entro AA y tiene 10 años sobrio.
Le pregunté que como le iba en ese trabajo, me dijo que variable. Hoy por ejemplo usted me dio $ 200 otro señor $ 50 y pues lo que se junte en el botecito. Hay veces que nomas saco $10 o $20 en el día.
Todo me lo platicó sin el menor asomo de enojo, o tristeza, lo expresó como diciendo “Así es la vida, y está bien …”. En eso estábamos cuando llegan dos tipos a decirle que ese día no podía trabajar, el se quedo sorprendido y callado, y yo les pregunté porque. Explique que era su sustento y
que si no cantaba no comía. Dijeron que el ruido que el hacía no permitía que las personas del Turibus oyeran la explicación que les daban. Yo exprese nuevamente mi desacuerdo para que no dejaran cantar a este hombre, insistieron que tenia que suspender su actuación y el comentó; Oigan el Turibus empieza su recorrido a mediodía, y normalmente canto de 9 a 12, no veo problema. Finalmente accedieron a que trabajara en esa hora.
Me quede con el sabor de boca de que este artista que le da alegría a la calle y se gana honradamente su trabajo, queda a merced de una burocracia incapaz de encontrar una solución adecuada para todas las partes.
Le di las gracias a Crespo y me retiré. Me quede observando esa parte del centro, se veía bien. Qué bonita que se veía la plaza de La Libertad, limpia, ordenada, con los arbolitos podados, los edificios que la rodean, pintados en su mayoría adornando también el paisaje, a propósito pase por la estatua que recuerda que Humphrey Bogart filmó parte de la película “El Tesoro de la Sierra Madre” aquí y una de las escenas
es precisamente en ese lugar que antes ocupaba el bar Palacio. La vista de la arquitectura también me trajo a la memoria que Tampico se le conocía como el Nueva Orleans mexicano. Indudablemente Crespo no desentonaba, al contrario, le daba una razón más para engalanar al centro, y había que tratarlo con el respeto que tan bien se había ganado.
POR FRANCISCO DE ASÍS