Roberto estaba con su esposa en una interminable fila de personas que estaban cerca de la casa buscando una “beca” para pagar los gastos de la escuela, la famosa beca consistia en una entrega única de $ 2500 pesos al año. Me preguntó si ahí estaba la dependencia de la SEP para tramitar la “beca”, le contesté que esa fila iba hacia una dependencia de la SEP, pero no sabía si allí se llevaba a cabo ese trámite.
Empezamos a platicar, tenía ganas de desahogarse y me relató lo siguiente: Ayer llegó a su casa por la tarde, cerca de las siete, tenía hambre y estaba algo cansado. Llegó con cosas para preparar comida, huevos, arroz, frijoles, tortillas, prácticamente en eso había gastado el dinero que ganó durante el día. Trabajaba en un taller mecánico, y le pagaban el día. Tenía quince días de trabajar allí, había perdido su empleo anterior porque cerro la empresa.
La empresa donde trabajó se dedicaba a organizar banquetes y tuvo que cerrar por la pandemia del Covid. Tenía un empleo formal, con seguridad social, prestaciones y un mejor salario, pero la falta de eventos obligo a su cierre. Entró a trabajar en esa empresa como lavaplatos y de ahí fue ascendiendo hasta llegar a ser chef.
Cuando lo liquidaron le dijeron “Tú eres gente buena Roberto, vas a encontrar un empleo…”, pero batallo mucho para hacerlo, ahora tenía uno, sin prestaciones y con mucho menor sueldo, pero al fin lo tenía. Con su esposa había ahorrado para dar el enganche de una casa, pero en el tiempo que estuvo desempleado lo utilizó para subsistir.
Estudió hasta segundo semestre de ingeniería mecánica pero no pudo terminar por tener que ayudar al sostenimiento de su casa. Cuando salió de la escuela los maestros le dijeron “Regresa, te va a ir bien, eres gente buena”.
Se había casado seis años antes, su mujer y él hicieron planes para el futuro, tener hijos y criarlos, comprar una casa, para eso trabajarían los dos y ahorrarían. Pero las cosas no se daban como ellos querían, ambos habían perdido el trabajo, ahora dependían del que tenía, era todo lo que había.
Me comentó que le gustaba sentarse a leer en un sofá en el cuarto que servía de sala en la vivienda, mientras esperaba a que su mujer le hablara para cenar, por esos días estaba leyendo “La vida inútil de Pito Pérez”, sonreía mientras lo mencionaba, me mencionó que le quedó grabada mucho la contestación que da a la pregunta:” ¿Y la conciencia Pito Pérez?”, “La tengo arrinconada en la covacha de los chismes inútiles”, respondió.
Me dijo que había adquirido algo del hábito de la lectura en la secundaria, donde tuvo que leer a Homero, Dante y Shakespeare entre otros, luego lo dejó, pero en la pandemia lo volvió a retomar y la utilizaba como un lugar donde su mente podía escapar de las angustias y tribulaciones cotidianas. Especialmente aquella literatura cuya picaresca hacía que los traviesos, pero audaces rufianes ganaran, “son gente buena”, decía.
Esas lecturas lo llevaban a un lugar donde “la gente buena”, le ganaba a los ventajosos, manipuladores, abusivos, esos que en la vida real normalmente ganan. Este lugar, además, le permitia conciliar el sueño al mantenerlo lejos de los agobios que le causaban insomnio. La tarde
era la parte del día que normalmente disfrutaba más, regresar a su casa cenar con su familia y
dormir.
Sin embargo, me dijo que ayer por la tarde se sentia solo, que su vida estaba estancada, que se había acabado, agobiado además por la responsabilidad de arrastrar consigo las vidas de su esposa y sus dos hijos, sin poder encontrar una puerta de salida hacia un mejor futuro. En ese momento del relato, se turbo mucho mas e hizo una pregunta creo más dirigida a sí mismo que a mí, y parafraseando a Hamlet dijo: ¿Qué es pues un hombre si su bien más importante es comer y dormir sin poder aspirar a algo mejor?.
POR FRANCISCO DE ASÍS