Te confirmo mi respaldo, mi total apoyo al encender una hoguera, al apagar otro fuego, al sacar el agua de un hoyo. Voy a tu encuentro. En el vacío puedo verte, en la noche que se acerca.
Te confirmo mi escencia, mi ropa, mi escasa sapiencia, mis desequilibrados pasos, una vida pequeña sin escaleras.
Te confirmo. Estoy envuelto del espíritu, pero no tengo sueño. La casa ha recorrido mis días, esto es el espejo donde vivía.
En la paz cercana a ocasos metros, en el respetuo majestuoso de las tardes, caes como una nube oscura y comienzas a llover, fría sobre las casas.
Como palomas volando te arranqué a pedazos el yugo, la forma, la idea cóncava y dolorosa de una pena. Viajo solo. Desde antes que existieras existías. Te conocía, pero no me habías dicho tu nombre.
Te confirmo mi soledad como la tuya. Las coincidencias puestas sobre la mesa mientras vemos que se nos ocurre en casos como estos. El cuerpo comienza a evaporarse.
Hay veces que no necesito recurrir a las ideas o al pensamiento para armar tu melodía, suenas por así decirlo, sabes a esta graciosa parte dulce de la vida. La vida es un pedazo de todos en el mundo global de los necesitados de afecto.
Siempre he visto tu mirada, pero en la expresión un sabio debió dar su consejo. Por tu rostro se inscriben ciudades y las luces prenden y se apagan en amplios mares con finos atardeceres.
Puedo imaginarte en el filo de la luz, junto a la ventana, en el sillón que sostiene un almohadón llano y fresco.
De pronto caminando por la calle, riendo todo el tiempo, la risa se abre espacio entre la gente y he visto por donde se alza el porvenir en tus ojos. La calle es estrecha y se arremanga un poco al llegar a la esquina y da la vuelta.
Suenas a esta batería constante y la trompeta crucial en un juego de dados ya ganado. La calle sigue entonces rumbo abajo y al frente de batalla el horizonte te imagina así, en una nube.
Adentro donde se acomoda el silencio, tu voz es una constante y el juego se ha vuelto canción emocionada.
Te besé de alguna manera, hubo la pegazón que hace que dos personas suelden el alma. La calle luego tiene que dar vuelta al final de todo esto que es el pueblo y se navega en un mar de fierros retorcidos y concreto armado.
Te besé mientras veías el cielo por un lado de mí en otra nube.
Abajo había alas invisibles que sobrevolaban tus ojos en un vaivén de estío. Así es cuando llueve, no te apures, pero no va a llover, y ves que el cielo se ha nublado.
Te confirmo mis días de puntitas, pero de pasos ligeros y los dedos sueltos, te confirmo mi creatividad acerca de qué hacer con una noche eterna. Minuto a minuto sé que se escribe con los ojos cerrados en el alma.
El mediodía vienes cruzando la calle. Te asusta ver la indulgencia de la gente, lo frágil. Sucede que abren la puerta, la dejan abierta, y entra el aire que te seduce, uno debiera respetar el último aliento de las tardes, como cuando vienes y ya es tarde.
Te confirmo mientras escucho el paso de un carro por la calle cercana. Luego el coche se detienene en un alto. Alguien corre. Estoy hablando solo. Desde la última parte donde se escuche un latido existo.
Suenas debajo de los escondrijos más remotos donde se han perdido los niños escondidos y encontrados más tarde, luego de unos cuantos años, ebrios, mirándose.
La calle se asoma desde la otra calle que va a solo dos partes. De uno al otro lado alguien estira el pensamiento, lo hace viajero y surge la repentina curiosidad que va en tu suelo.
La calle es un riel de tren y poco a poco se acaba los pasos en las veredas venosas y cartilaginosas de ramas abiertas, el día te espera como yo en una esquina.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA