Los logros electorales de Morena-Tamaulipas en la elección del 2021, abrieron la posibilidad de debilitar al cabecismo tras obtener la mayoría y arrebatarle el control legislativo al ex gobernador panista que lidiaba entonces con un proceso de desafuero que lo apartó del manejo de la política local.
La bancada morenista intentó asumir su condición de mayoría, tomó el control del recinto legislativo y en un despliegue de triunfalismo, colgaron en el edificio un letrero con un pretencioso título: ‘La casa del pueblo’.
Era la oportunidad para tomar el control del estado e incluso para desmantelar toda la estructura de poder que construyó Cabeza de Vaca para blindar su salida, pero los titubeos y las miserias humanas de algunos diputados permitieron al ex gobernador mantener en sus manos una parcela de poder que usufructúa hasta el día de hoy.
Más aún, Cabeza de Vaca no se dejó intimidar por su nueva realidad y tejió una estrategia para recuperar el control del aparato legislativo, valiéndose de los consejos de un costoso equipo de asesores para ir más allá.
Aunque la nueva bancada morenista llegó con el bono electoral que les otorgó la fuerza de la marca, triunfante y con tambores de guerra, pronto mostraron torpezas, flaquezas y deslealtades que terminaron debilitándola.
Desde entonces, inició una temporada de fracasos y tropiezos con días difíciles que no han podido superar.
Todo empezó con el liderazgo gris y frívolo de Armando Javier Zertuche Zuani y las traiciones de las diputadas Leticia Sanchez Guillermo y Consuelo Nayeli Lara Monroy.
La perversidad de Francisco Javier para lograr el ‘chapulineo’ de las legisladoras le permitió blindar el control del aparato legal y de seguridad para seguir contando con los servicios incondicionales de un fiscal “carnal” y su súbdito, el fiscal anticorrupción, e incluso colocar en un fast track a magistrados para tomar el control del Poder Judicial.
Hasta el día de hoy, los diputados morenistas han fracasado en su intento de deshacer esa estructura sumisa a los designios del ex gobernador, quien se ufana de tener en sus manos la vara de la justicia.
Su estrategia emuló la que utilizó el ex presidente Felipe Calderón Hinojosa, pero logró ser aún más útil para sus intereses personales y de grupo, y aseguró el blindaje de él y sus ex colaboradores contra cualquier acción legal, una patente de impunidad que aún conservan.
Hoy en día, muchos de ellos pasean sonrientes por Norteamérica y Europa, presumiendo que son intocables a pesar de sus excesos en el uso del poder y el saqueo del patrimonio estatal.
Por si fuera poco, algunos alcaldes morenistas que se han erigido como pequeños reyezuelos, enojados porque no han podido extender sus dominios y controlar más parcelas presupuestales, han intentado chantajear al gobierno condicionando el apoyo de los diputados que consideran de su propiedad.
Pero a pesar de la valentía y fortaleza que presumen, los diputados morenistas se han rodeado de asesores inútiles que son sus cuates o recomendados, incapaces todos ellos de trazar la estrategia necesaria para enfrentar a una facción panista que sirve a su amo y acata toda orden que reciban, por absurda que sea.
Tantos errores, algunos intencionales, otros productos de la incapacidad, han hecho imposible revertir las marañas legales impuestas por los cabecistas.
La llegada al liderazgo de Úrsula Patricia Salazar Mojica, sobrina del presidente Andrés Manuel López Obrador, parecía augurar que con el apoyo del pariente omnipotente podrían rescatar el aparato legislativo y arrebatar a Cabeza de Vaca el control de instituciones tan importantes como la Auditoría Superior del Estado y la Fiscalía Anticorrupción, pero vino otro fracaso más.
Jorge Espino Ascanio y Raúl Ramírez Castañeda tienen un historial oscuro que podrían haber utilizado para debilitarlos e incluso removerlos de su cargo, pero una vez más las limitaciones de la Legislatura morenista han impedido responder, salvo con golpes bajos más estridentes que efectivos.
La situación de la facción morenista va de mal en peor ahora que algunos diputados se han alborotado con la idea de que pueden ser alcaldes o diputados federales o que se hacen ilusiones de ser estrategas y hombres clave de una de las corcholatas, como el caso de Armando Zertuche que distrae recursos del congreso para promover a Marcelo Ebrard.
Por ahora, han sido incapaces de cumplir su compromiso más importante: quitar al gobierno del doctor Américo Villarreal los candados legales montados por el panismo y abrirle así las puertas al ejercicio pleno de la gobernabilidad.
Su falta de resultados en el ejercicio legislativo no sólo ponen en riesgo sus ambiciones políticas, también representan una falta de lealtad y compromiso con el gobierno de Américo Villarreal.
El caso es que esta es una Legislatura fallida por su inutilidad. Habrá que esperar que en el 2024 se configure un Congreso más eficiente y mayoritario para recuperar los espacios de poder vulnerados por el cabecismo.
POR ALFONSO GARCÍA RODRÍGUEZ
@pedroalfonso88