8 diciembre, 2025

8 diciembre, 2025

La agarré

EL FARO/ FRANCISCO DE ASÍS

Eran pasaditas las diez de la noche, la pequeña vivienda que habitábamos mi familia y yo ya estaba a oscuras, al día siguiente nos teníamos que levantar, antes temprano de las 6:00 am para ir a la escuela, me estaba quedando dormido cuando oí unos gritos que me llamaban “Pancho, Pancho…”, era Pepe uno de mis amigos.

Me espabilé y me puse el pantalón, salí a toda prisa para evitar que Pepe siguiera gritando y despertara a mis padres y mis hermanos.

Salí a la calle, y con voz apagada le urgí; “Cállate Pepe, vas a despertar a la gente”. Pepe, nervioso, estaba volteando hacia todos lados, con una emoción en la cara que no sabía descifrar, como si tuviera temor de que alguien apareciera y lo fuera a atrapar haciendo algo indebido, decía “la agarré, la agarré…” eso me preocupó, pensé que había hecho algo y por lo que decía me imagine que había robado. A pesar de que no quería despertar a nadie en mi casa le pedí que entrara para que no lo vieran.

“No, no güey, aquí estamos bien…” contestó, lo que me tranquilizó un poco, pero me confundió aún más, “¿Que agarraste?, ¿Te robaste algo?” pregunté, “a la Luisa, a la Luisa…” me contestó, dijo lleno de emoción, “¿Te la robaste?” exclamé, “No, no, como crees, la agarré”.

Luisa era la muchacha más bonita del barrio, era como la joya de la corona entre las muchachas de allí, era de nuestra edad, andaba en los 15 años, alta, blanca, con un cuerpo que junto con su personalidad ya daba a ver la sensualidad que iba alcanzar en pocos años.

Coqueta, siempre tenía una mirada que era una invitación a que te acercaras a ella, y una voz que te cautivaba, aunque la mayoría de las veces te dejaba con un palmo de narices.

Usaba vestidos pegados a su cuerpo con los que lucía las redondeces que le estaban brotando, o pantalones cortos que dejaban ver las largas y bien torneadas piernas, o pantalones de mezclilla que también la hacían lucir espléndidamente.

Algunos de los amigos fantaseaban con ella y hasta sueños eróticos habían tenido, que luego nos compartían haciendo las delicias de nuestra adolescencia.

Pepe la había invitado al cine, y para poder pagar los gastos, comprar los boletos, palomitas y los refrescos había ahorrado lo que ganó trabajando los fines de semana en una galletera que estaba por el rumbo.

Allí íbamos algunos de nosotros a hacer limpieza en las áreas de trabajo, en los baños y en las oficinas, el dinero que obteníamos era destinado a los gastos de la semana.

Él había ahorrado lo de cuatro fines de semanas para poder invitarla, y lo dejó con los boletos comprados dos veces.

Esa noche algo había pasado con ella y eso era la causa de lo emocionado que se encontraba, yo aún no lo adivinaba, por lo que le dije “Cálmate Pepe, a ver cuéntame…”, se sentó en la banqueta y yo a un lado de él y me narró lo que había pasado.

Luisa había ido a visitar a las hermanas de Pepe para platicar por lo que estuvo en su casa por un buen rato, en un momento dado alguna de ellas sugirió que jugaran a la lotería cosa que, de acuerdo con lo que me contó Pepe,
todas aceptaron de forma muy entusiasta y para ello se sentaron alrededor de la mesa del comedor.

Luisa fiel a su estilo, empezó a coquetear con Pepe y lo invitó a que se sentara a jugar con ellas, aún más, le pidió que se sentara a su derecha, cosa que aceptó encantado.

“No te imaginas güey oler su perfume teniéndola tan cerquita de mi…” me dijo emocionado. Me contó que estuvieron jugando un rato, y repentinamente, sin que nadie más se diera cuenta, ella le tomó la mano izquierda y la puso sobre su pierna “…no sabía qué hacer Pancho, hasta se me empezaron a pasar las cartas de mis tablas…”, de pronto ella me dijo “tonto, se te pasaron la Muerte y el Borracho, ¡ya habías ganado! Ja, ja, ja …”,” espantado, pero cuidando que no me vieran mis hermanas le quité la mano de la pierna mientras ella me veía riéndose, en eso, llegó mi mamá y nos dijo que ya era tarde y que Luisa necesitaba irse a su casa, me pidió que la acompañara para que no le fuera a pasar algo”.

Pepe por supuesto estaba encantado de hacerlo. Siguió narrando que se fueron caminando las cinco cuadras que separaban la casa de Pepe de la de Luisa, al principio en silencio, luego ella puso cara de arrepentimiento y le dijo “Estoy apenada por haberte dejado plantado las dos veces que me invitaste al cine…”. “No sabía qué contestarle Pancho, ni qué decirle, finalmente apenas me salió un, no te apures no hay problema…”, a media cuadra de su casa, ella de repente se paró y le tomo una mano, se la puso en uno de sus pechos y acariciándoselo le dijo “bueno, para que me perdones…”, se dio la media vuelta y corrió a su casa.

Fue cuando él me buscó. En ese momento yo le veía en la cara una mirada que no estaba ahí, se había quedado en el momento que le tocó su pecho, me dijo nuevamente “La agarré, Pancho, la agarré”, se paró y se fue rumbo a su casa repitiéndolo durante el camino, lo vi partir no sin un poco de envidia.

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