La crisis de Victoria es una vieja historia, empezó hace lustros y tal vez suena escéptico, pero no será cosa fácil el retorno a la normalidad. Por años la adversidad ha golpeado a la capital tamaulipeca, en etapas distintas se acumularon rezagos y lastres que para vencerlos tendrán que pasar muchos años.
Durante más de quince años la capital sufrió tres crisis que dañaron su economía, su infraestructura y sus servicios, y los estragos y problemas fueron la herencia que recibió el gobierno actual y los mismos victorenses.
Primera crisis: la inseguridad. Entre los los 2007 y 2014, Victoria, al igual que la mayoría del estado enfrentó el estallido desenfrenado de la violencia provocada por la ruptura entre los grupos criminales que por otra parte se habían extendido ya por todo el territorio tamaulipeco..
La brutalidad de la guerra entre los carteles no ha sido aún suficientemente documentada aún pero los asesinatos y la violencia ejercida contra los victorenses generaron un ambiente de terror mayor al que se vivió en otras partes del estado debido a la ubicación estratégica de la ciudad.
La Capital se convirtió en el epicentro de las pugnas entre delincuentes que encontraron aquí una forma rápida de obtener dinero fácil, a expensas de una población indefensa debido a la pasividad o complicidad de las autoridades,.
Los secuestros se daban a la orden del día, los cobros del derecho piso y las extorsiones alejaron los capitales que pretendían establecerse en la ciudad, y terminaron por ahuyentar a un sector privado que mantenía su independencia y que además poco tenía que ver con el las finanzas del gobierno.
Emigraron simplemente para resguardar sus vidas y su patrimonio, y se fueron a probar suerte e invertir en otras partes del país donde les garantizaran tranquilidad y seguridad,.
En poco tiempo docenas familias victorenses completas, se mudaron a estados como Nuevo León, Querétaro, San Luis Potosí y la Ciudad de México, Los más acaudalados cambiaron su domicilio a Texas o a otros destinos de Estados Unidos.
En los últimos años de la etapa más violenta, prácticamente en cada cuadra de cualquier fraccionamiento o colonia empezaron a abundar los anuncios de renta o venta.
Segunda crisis: la económica. Pasados los años más violentos y con la esperanza de un mejor porvenir para la ciudad, se dio también la alternancia política por primera vez en su historia.
Victoria no sólo dejaba de ser la cantera de cuadros políticos para el poder , se desmoronó también el partido que sustentaba una economía totalmente dependiente del sector público.
Con la llegada de Cabeza de Vaca, de origen reynosense y panista, una nueva realidad aterrizó en la ciudad, la inversión pública lícita e ilícita emigró a la frontera o al sur del estado y la inusitada falta de flujo financiero en Victoria cayó como un balde de agua fría que congeló los bolsillos y paralizó la actividad económica local..
Las empresas de antaño, proveedoras del gobierno surgido del priismo perpetuado en el poder y derrumbado de la noche a la mañana, cerraron, mudaron sus oficinas a otras partes, o en otros casos huyeron perseguidos por una fiscalía implacable que encarpeto y persiguió, algunas veces con razón, otras por simple vendetta política, a muchos victorenses.
Durante el reinado absolutista del panismo vino lo peor: llegó al ayuntamiento un político neófito y de vida disipada, el doctor Xicoténcatl González Uresti.
Entonces en la ciudad imperó la anarquía presupuestal ante la intromisión directa de Ismael García Cabeza de Vaca y sus huestes que tomaron por asalto todo el dinero municipal que debería haberse aplicado a mejorar los servicios públicos y al abasto de agua.
Como cereza en el pastel de la desgracia, las pocas empresas que sobrevivieron por su trabajo diario sufrieron la peor crisis de su historia con los años de confinamiento que significó la pandemia de Covid-19.
Fueron poco más de dos años de incertidumbre y de nulas ventas, por un cierre forzado y repentino. Locales vacíos o en renta en lugares emblemáticos para la economía victorense como la calle Hidalgo, la calle Carrera y en general todo el primer cuadro quedaron vacíos, empresas que los ocupaban tuvieron que cerrar ante la catástrofe económica que dejó y sigue arrastrando la pandemia.
Tercera crisis: la del agua. La verdadera razón de ser de Ciudad Victoria como cabecera municipal, más allá de su condición de capital, es que aquí es el punto en el cual converge una región de gran producción agropecuaria como la citrícola, la ganadera y los interminables campos de sorgo que crecen desde aquí hasta la región de San Fernando y Río Bravo.
Pero en los recientes años, independientemente de las irregularidades en las concesiones de la Conagua, el calentamiento global ha disminuido drásticamente las reservas acuíferas y generado una crisis en el abasto de agua de toda la región. Poco a poco la bonanza de los ranchos más productores, sobrevivientes de la crisis de inseguridad, ha mermado por la sobreexplotación de pozos y los bajos niveles de ríos y presas, por una falta de lluvias que ha ido empeorando.
El sector agropecuario que presumía en el pasado la ciudad, es ahora parte del problema mayor ante la incapacidad de las autoridades para abastecer por completo a la población. Y más allá de vicios e incompetencia, de la falta de inversión en infraestructura y otras flaquezas que ha existido en el manejo de los recursos naturales, la verdadera realidad de Ciudad Victoria es su constante riesgo de llegar a un “día cero” en el que prácticamente toda la población carecería por periodos más prolongados del abasto de agua hasta para el consumo de sus habitantes.
La falta de líquido ahuyenta la inversión privada, y para el sector público, atender la exigencia social, representa un gasto insostenible y sin fin, Tan insostenible como los proyectos de traer agua de otras latitudes ajenas a la presa Vicente Guerrero que se encuentra al 15 por ciento de su capacidad.
Es un problema mundial, pero Victoria y la región lo padecen a una velocidad superior que en otras partes del país y del mundo, en niveles de desabasto que colocan a la Ciudad al borde de una crisis humanitaria y de un desastre. Y es también un problema que hasta la fecha nadie puede resolver pese a los esfuerzos del gobierno por bombardear nubes.
La crisis ha superado la capacidad humana para controlarlo. Por más de una década la ciudad se fue a la deriva y cayó en un abismo sin fondo y sin salida.
En poco más de diez años la población apenas creció por encima de los 300 mil habitantes que contaba en la década de los 90s. Y es que los victorenses prefieren buscar otros horizontes en busca de un mejor porvenir, simplemente porque nos alcanzó y rebasó a todos los victorenses una realidad compleja y para muchos ciudadanos sólo queda huir y buscar mejores horizontes en otras partes del país. Sin una economía independiente del gobierno estatal, sin lo indispensable para atraer más inversión, con una crisis profunda en el sector primario y el constante temor de acabar con todas las reservas de agua, poco les queda esperar.
La 4T tiene una tarea que suena imposible, revertir esta crisis tan tremenda. Al menos en su situación actual es cada vez más crítica.




