7 diciembre, 2025

7 diciembre, 2025

Las (no) campañas y los (no) candidatos

TRÓPICO DE CÁNCER / JESÚS COLLADO MARTÍNEZ

“El largo y sinuoso camino
Que lleva a tu puerta
nunca desaparecerá
He visto ese camino antes
Siempre me lleva aquí
Me lleva a tu puerta”

-Lennon y McCartney, 1979-

 
Las siete reformas electorales que se han hecho desde que Carlos Salinas Degortari asumió la Presidencia de la República en 1988, han ido definiendo el perfil del Frankenstein Electoral que es la legislación que rige actualmente los procesos político-electorales de nuestro país, que se ha convertido en un lastre que obliga a los partidos políticos, a los aspirantes a ocupar la Jefatura del Ejecutivo, y a las autoridades electorales, a andar por los sinuosos caminos de la simulación para no infringir las normas draconianas aún vigentes.
 
En ese contexto, los aspirantes a coordinar los Comités de Defensa de la 4T van recorriendo el territorio nacional, sin debatir ni discutir entre ellos los temas importantes porque las reglas de la contienda interna no se los permiten. Van diciendo en medias palabras y a saltos lo que piensan sobre los temas fundamentales para la nación, y criticando y atacando como pueden a los de la Alianza Opositora.
 
Los opositores están metidos en un complicado método de reglas y acuerdos que les permitirán arribar a la Coordinación del Frente Amplio por México y en su momento a simular una precandidatura y después asumir la candidatura de la alianza electoral con nombre por definir. Por lo pronto, los 13 que pasaron el primer filtro están en una etapa en la que son aspirantes y buscan recabar simpatías (no votos, no firmas), que deben ser por lo menos 150 mil, recogidas en no menos de 17 entidades federativas para pasar a la siguiente etapa. En medio de esas ocupaciones los (no) precandidatos deben darse tiempo para hablar cuidadosamente de lo que debe ser el gobierno y de lo que no debe ser.

Al final del arcoíris los espera, a unos y a otros, no una olla de oro, sino sendas encuestas a los ciudadanos que después de esas (no) campañas y de haber recibido, de unos y otros, esa (no) información, deberán responder, más o menos a las mismas preguntas: si conocen al candidato, que opinión tienen de él o ella, y si votarían por él o ella para Coordinador. Los resultados de esos complicados y aburridos procedimientos permitirán que en la primera semana de septiembre haya coordinadores, que serán los precandidatos y candidatos a Presidente de la República.

Mientras tanto, el partido restante seguirá su astuta y perversa estrategia de mantener abierta la última puerta por si le cae en las manos un buen candidato producto de la inconformidad con cualquiera de las dos alianzas y sus retorcidos métodos.

Después de todo eso, allá por el mes de marzo de 2024, iniciará la única, la original, la verdadera campaña político-electoral de 90 días para elegir el 2 de junio, con voto directo, boleta y urna electoral, al final de ese largo y sinuoso camino, al Presidente de México.

Atrás ha quedado el primitivismo electoral. Quedó en el pasado el reporte de incidentes graves en las mesas de casilla o la sospecha sobre el desempeño de los funcionarios que la integran, hoy los votos los recogen y los cuentan los ciudadanos, y los cómputos los realizan las autoridades electorales. Las acusaciones de fraude que se lanzan ahora mutuamente los actores políticos se refieren a la compra de votos, y a la procedencia de los recursos de campaña.

El siguiente paso sería hacer una reforma electoral integral que ponga en el centro de la discusión a los ciudadanos, y modernice y dé fluidez y transparencia al desarrollo democrático que se merece la nación.

POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ

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