Si hay algún aspirante a la candidatura presidencial por Morena que llame la atención porque el tradicional estilo de vida que se le conoce públicamente contrasta con lo que estamos viendo ene ste proceso interno, es Marcelo Ebrard Casaubón.
El excanciller y exJefe de Gobierno de la Ciudad de México tiene una imagen que sus adversarios dentro de su propio partido han tachado de “fifí”, lo que tratan de utilizar para buscar desacreditarlo y hacerlo parecer como “indigno” de ser representante de la Cuatroté. Como si para ser su defensor se necesitara ser austero, pobre o ignorante.
Ebrard, a quien se le reconocen méritos suficientes para aspirar no solo a la candidatura presidencial sino también a la Presidencia, es un tipo muy inteligente. Definitivamente, más que el promedio de los colaboradores cercanos de Andrés Manuel.
¿Y su imagen en el exterior, en los centros de poder financiero y político allende las fronteras nacionales? Bueno, sin duda es de los pocos funcionarios de primer nivel del gobierno mexicano que gozan de una reputación sólida, de buena percepción y de mejores consideraciones que los demás.
¿Es Marcelo es rival a vencer dentro de Morena? Definitivamente, sí. Y esto puede ser al mismo tiempo una ventaja invaluable para el excanciller, a quien no parece hacerle mella la guerra sucia que desde dentro de Morena los grupos alineados con los demás aspirantes le han empezado a hacer.
Es muy claro que Andrés Manuel no se siente cómodo con un personaje como Marcelo, con las conexiones políticas y la capacidad para sortear obstáculos. Mantenerlo cerca durante 5 años no fue tanto una señal de gratitud por haberse hecho a un lado en procesos internos pasados, sino la manera más efectiva de vigilarlo y atarle las manos cuando era necesario que atendiera las instrucciones del propio Presidente, en relación a asuntos de política exterior.
A López Obrador no le preocupaba tanto lo que hiciera la oposición partidista ni sus numerosos adversarios en la academia, la sociedad civil y el sector privado, pues se ha encargado -perversamente- de ponerlos todos en el mismo costal. Lo que realmente le pone a pensar es lo que suceda en su partido después del 5 de septiembre, cuando se den a conocer los resultados de su encuesta para designar al candidato o candidata a la Presidencia en 2024. Bueno, eso era antes de que Xóchitl Gálvez irrumpiera en la escena.
De todos los aspirantes que andan ya encampañados, el más difícil de controlar sería Marcelo. ¿Y los más dóciles? Sería difícil a quién poner en primer lugar de Gerardo Fernández Noroña o Manuel Velasco, los del PT y Verde que juegan de cachirules en el proceso morenista.
Pero Ebrard, a quien le debe haberse hecho a un lado en anteriores ocasiones, quien no parece tener más opciones y no se conformaría ser nuevamente Senador, es más difícil de controlar. Por su perfil hasta cierto punto moderado, por su habilidad para lograr consensos y su larga experiencia, sería más peligroso para el proyecto de darle continuidad a la Cuatroté.
Y no porque Marcelo sea alguien que no comparta los ideales de Andrés Manuel o no esté comprometido con lo que llaman transformación del país, sino porque sería muy difícil que se dejara controlar. Y además, porque sabiendo bien que el país necesita una despresurización, sería más proclive a desactivar conflictos con todos los grupos sociales y de poder con los que el Presidente ha abierto frentes de batalla en estos cinco años.
De ahí que, desde mi punto de vista, Ebrard es de más preocupación para López Obrador que los demás y que la oposición junta. ¿Le bastará esto para ser candidato, si Andrés Manuel persiste en impulsar a Sheinbaum como todo parece indicar? Vamos a ver.
POR TOMÁS BRIONES
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