Si eres buen observador verás un mundo muy distinto a este. El tiempo y los objetos avanzan en lo que miras. Si dejas de ver, si cierras los ojos, verás las cosas distintas.
El misterio está en aprender a ver. Entre más ves, el mundo es más smplio, más ancho e infinito. El mundo se pierde en la mirada y se puede no abstente ver una fuga de luces al finalizar la tarde, un punto de luz al fondo de la calle.
De esa suerte una mancha en la pared es una nota reveladora que cambia el ambiente. Si no la ves puede que tu día sea más tranquilo. Uno elogie lo que ve, pero hay espacios inevitables. Cuando se camina, uno elige no caer y luego uno ve para la sobrevivencia, ver el cielo es un privilegio.
Caminar sin ver es estancarse. Es detener el reloj de los ojos y pegar un brinco a las sombras de la ignorancia. Entre más ves, más sabio eres .
Si observas instalas un radar, descubres en la oscuridad las sombras ocultas. En el espejo darás cuenta de tu rostro cambiado, la mancha negra que nunca viste y otros vieron.
Ver es a la vez no ver, ausentarse del mundo. Es ver al revés con los ojos turnios. Es ver para creer y no creer. Hay un mago adentro de nosotros y cada quien elige el truco. Tarde, conforme el tiempo avanza, nos enteramos que hemos vivido en otro mundo o de que aquel era mejor que el nuestro. Que no nos hemos visto al espejo correcto.
Hay tanto de lo que no vemos aquí, que fácil caben dos vidas. Uno pudiera vivir en la parte prohibida y el otro de nosotros ser una ciudad completa.
Si pones atención te enterarás de muchas cosas y aprenderás que ahí donde se encuentra el mal, también habita el bien.
Toda investigación nace bajo los auspicios de la observación. La duda se resuelve al continuar mirando. La realidad se crea y se destruye a cada paso, la fotografía dura mucho menos que un segundo y se vuelve documento.
Por los ojos se mira la primavera y hay más gente de la que dicen. Alguien mintió y puede que no lo haya hecho, pero sólo es una duda que se rebela si eres atento.
Más que con los ojos, se observa con el intelecto, entre más sabes, más observas, por ello cada quien ve su reflejo. Todo es según el cristal con el cual se mira. El contenido del cerebro magnífica o achica los objetos y el consabido razonamiento.
Frente a nuestros ojos pasan los objetos que de inmediato se vuelven adjetivos. Pasan corriendo los chavos por la calle sin detenerse. Pasa el carro que hace ruido y el silencioso, pasa gente y no pasa, pasa el río de Heráclito que nunca es el mismo.
Ante la vista se programa el discurso del calor y el frío, los rastros y las huellas del asesino. Uno descubre el hueco que deja un cuerpo, la terrible o necesaria ausencia ajena o propia.
Y sin embargo se observa con los cinco sentidos. La mirada aporta, pero más allá la sensibilidad, la experiencia, los recursos de la memoria, y sobre todo las herramientas del tacto, el olfato, el gusto, el oído nos crean nuestro mundo. El de cada uno.
Y sin embargo todo cambia con el tiempo o lo cambiamos. Por eso se escribe, para que lo que un día fue verde no sea rojo después según la memoria rebelde. Ocurre en un instante, en mil años o al segundo siguiente. Hay que estar al tiro como quien dice, alguien se confunde, otros nos confunden, o solitos buscamos confundirnos.
Entonces uno mide la fuerza y la observa moverse. En el agua la temperatura se moja, el suelo resuelve el remolino, la luz es un estruendo en el rayo, comienza a despejarse la vista cuando amanece, se reconoce a un tal por cual que tuvo la ocurrencia de nacer para escribir todo esto.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA