“machincuepa
Voltereta que se da apoyando las manos en el suelo e impulsándose con los pies: hacer una machincuepa, darse una machincuepa”
-Diccionario del Español de México. El Colegio de México.-
Machincuepa es un vocablo de origen náhuatl que describe lo que los mexicanos de hoy conocen como una maroma o una voltereta, una machincuepa política consiste en cambiar de partido, de grupo político, de posicionamiento y hasta de ideología, por razones que van desde la disidencia y el disgusto, hasta la conveniencia de asumir una posición distinta.
En los años recientes las maromas políticas se han dado con frecuencia en distintas intensidades y niveles, recomponiendo el escenario tradicional de las política, los políticos, los grupos y los partidos, provocando desconcierto, sorpresa y en no pocas ocasiones disgusto y a veces rupturas entre sus simpatizantes, militantes y hasta entre sus dirigentes.
Estos cambios bruscos y a veces desviaciones de ruta que producen las maromas en la política no son una novedad y tampoco las inventaron los políticos mexicanos. Solo hay que recordar que en la España posfranquista el Partido Socialista Obrero Español PSOE y el Partido Popular PP emergieron con fuerza a la lucha democrática sumando a miles de militantes y dirigentes del Partido Comunista Español y de la Falange Española, que a la larga desaparecerían.
En el México de los últimos 40 años hemos visto machincuepas espectaculares protagonizadas por personajes que adquirieron notoriedad por su mutación ideológica y en algunos casos hasta cambios de personalidad, solo hay que revisar algunos casos para confirmarlo.
Por ejemplo: Cuauhtémoc, previa voltereta, dejó de ser el oscuro junior del General y se convirtió en la autoridad moral de una izquierda moderada emergente, impulsó el nacimiento del PRD, gobernó a la capital del país, y tras su búsqueda fallida de la Presidencia, convirtió la amargura y la descalificación en su sello de identidad.
Porfirio que fue dirigente del PRI, fue un maromero consumado, habilidad mediante la que dejó la imagen del dipsómano de vaivenes ideológico-políticos erráticos que lo llevaron, entre otras incongruencias, a ceder su candidatura presidencial a Vicente Fox, el Presidente Cristero, para convertirse postmortem, en el hombre iluminado que logró ver y denunciar, con el brillo de su inteligencia infalible, que AMLO no es de izquierda y lleva al país al desastre.
José, Leonardo y Lorenzo, con machíncuepa de por medio, dejaron de ser orgullosos militantes de la izquierda para convertirse en conductores de la maquinaria electoral que descarrilaron para legalizar y legitimar excesos que hoy obstruyen el desarrollo democrático de México, mantienen, sin mucha credibilidad, su posición de sumos sacerdotes de la izquierda y la democracia.
Hector, Jorge y Leo ya no son los intelectuales orgánicos que se encargaron de explicar y de ideologizar el viraje hacia el neoliberalismo del Presidente Salinas, la voltereta política los convirtió ahora en los militantes opositores que atacan abiertamente al Presidente, aprovechando todos los espacios de comunicación en los que se esperaría de ellos el análisis critico de la coyuntura, y a cambio nos entregan su posición reñida con la aritmética básica tratando de explicar cómo la oposición está ganando mientras pierde las elecciones de diputados y las de gobernador en 23 estados.
Recientemente Xóchitl mutó de ser una galardonada empresaria de derecha con raices indigenas, a ser ahora una mujer, trotskista en su juventud, que hoy reivindica los derechos del pueblo pobre, entre el cual sobrevivió vendiendo gelatinas en su ya lejana infancia tlaxcalteca, y para demostrar su vocación popular y revolucionaria hace lo que todo panista que se respete: denuncia penalmente a su adversario todas las veces que le parezca necesario.
Finalmente los ciudadanos, como espectadores de esta gran carpa electoral en la que se ha convertido el proceso de selección de coordinadores-precandidatos-candidatos, ya curados de espanto, entre saltimbanquis y maromeros, esperan la machincuepa estelar en la que ya sea Marcelo, Ricardo, Santiago o Enrique, se animen a dar la maroma decisiva que los convierta en el candidato opositor que, envuelto en la bandera de la democracia, salvará a la clase media del error, ¿horror? de la 4T.
Circo, maroma y teatro si tenemos.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ