Soy cada rincón de mi, cada instante. El mundo es el cuerpo que llevo puesto para decir que existo. Pero soy más que eso.
Cierto día pasó un tipo por la calle de mi casa y le dijo a otro que le acompañaba- sin percatarse que yo lo escuchaba- : «mira aquí vive el hombre que no existe» .
Adentro, yo di un sorbo a mi taza de café caliente, a pesar de los 40° y le contesté,- sin que él se diera cuenta-: «Así es, no existo. Pero no lo comentes con nadie, es un secreto».
No sé. Hay tantas ideas conspirativas de la existencia y estoy aquí, asumiéndolas todas.
Y todo se vuelve nada cuando pienso que soy el holograma en un juego perverso de niños de otra galaxias que un día ganan y otro se derrotan. Podría colapsar el programa y congelar la imagen de los semejantes, caer en una trampa y acabar con la única vida que me queda. Si eso que es respirar en una gigantesca pantalla se le llama vida.
Platón me dice que vivo en una caverna, que otros me imponen la obra de teatro que pretenden que crea y eso es verdad a medias, esa es la verdad de la conciencia vuelta paradigma. Pero a estas alturas ya fui a la vuelta de la esquina, me asomé por cuenta propia a un tanque de doscientos litros, y conozco a los protagonistas de la ópera . Soy uno de ellos.
Pero la realidad es otra cosa y me gusta pensar eso y que suceda. Y qué tal si somos marionetas de un titiritero loco y sin memoria. El señor podría llevarme al baile un día y entre aplausos inmerecidos culminar la obra sin una sonrisa. Llorando.
En un trance, en el sueño de alguien es que vivo. Si me despiertan muero porque podría picarme una serpiente. Podría caer a media calle de un infarto al miocardio o inexplicablemente de viejo en un segundo diría que morí de muerte natural un médico. Sería peor si me atropella un carro, si la morra me dejase ahora y con la canción de José José no sería capaz de sobrevivir.
A lo mejor no existo y soy imaginación pura y, lo que podría ser peor, otro ente me está imaginando. Ojalá el ente resulte inteligente en este caso, el mio me apura a seguir aquí donde me imagina, la pase bien o mal, supongo que de una u otra manera es chido.
Dicen que en otras partes existo. Que soy otro que encabeza la guerra civil en la china comunista de hace un siglo, que al mismo tiempo vengo del futuro y sólo estoy recordando para que no se me olviden las raíces. De ser así, pido derecho de antigüedad, un cambio en este pasado borrascoso en el que vivo. Deseo ir al futuro a donde pertenezco según esto. Con razón no me hayo.
Preferiría ser miles como yo que lleven mi nombre y no estar solo en este cuerpo. En vidas paralelas estar a un centímetro uno junto a los otros yo, para tirarnos paro en cada bronca existencial. Pero es fecha que no veo a otro más que a mi mismo mintiendo a la complicidad del espejo vago y turbio.
La realidad es que no soy ni lo que creo ser ni lo que me dijeron. Ni siquiera sé con certeza de dónde vengo ni para donde voy. Sé que estoy en una parte del planeta, que me duele cuando alguien me pega, que puedo correr bien recio a la sombra del miedo, que escapo del sol quemante de este verano, que si uno de mis semejantes me habla contesto. Pero no sé, para muchos no existo. Nos ocurre a todos. Somos tan insignificantes, granos de sal en un soplo de carne.
Tiene razón el sujeto que pasó hace rato por la calle: quizá no existo. Tal vez en esta habitación donde estoy no vive nadie. Puedo aprovechar para alquilar la casa y ganarme una lana, vivir de mis rentas, qué tal si es chicle y pega.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA