Saber si Movimiento Ciudadano acudirá con candidato propio a las elecciones presidenciales se ha convertido en acalorado debate dentro y fuera de ese partido político.
Algo irónico, considerando que su candidato no tendría oportunidad alguna de ganar, pero en cambio podría ser decisivo para que sí lo haga una u otra de las dos fuerzas en la contienda: Morena y sus aliados o el Frente Amplio, integrado por PAN, PRI y PRD.
Para decirlo rápido, se entiende que si el partido en el poder y en general el obradorismo concentra alrededor del 50% de la intención de voto, eso significa que para que la oposición esté en condiciones de competir necesita ir en un solo bloque. Si MC se lanza por su cuenta los votos que obtenga dependerán en gran medida del perfil de su candidato pero, se da por descontado que el solo membrete o el mero hecho de ofrecer una tercera opción en la boleta, asegura un mínimo de 6% que puede crecer al doble.
Suficiente para dividir el voto opositor y propiciar el triunfo de Morena y los suyos, incluso si el oficialismo se queda abajo del 50%. Por esta razón, es explicable la enorme presión que ha recibido la dirigencia de este partido desde adentro y desde afuera. Por lo que respecta a esta última, el Frente Amplio ha realizado una intensa campaña para empujar al MC a favorecer a Xóchitl Gálvez, la muy probable candidata de la oposición.
Por su parte, Andrés Manuel López Obrador se ha asegurado de elevar la factura política ante la opinión pública si el MC apoya “a los conservadores” y se suma a ellos. Para la dirigencia la presión es enorme porque cualquiera de las dos decisiones será leída por la contraparte como una claudicación a uno de los dos bandos. La presión interna no es menor. Como es sabido, hay tres grandes polos de poder e influencia en el partido.
El principal, desde luego, es la propia dirigencia nacional encabezada por su mandamás y fundador, Dante Delgado. Y luego están los dos gobernadores en funciones de esta organización, nada más y nada menos que en las dos entidades más importantes del interior del país, Samuel García en Nuevo León y Enrique Alfaro en Jalisco.
Los dos primeros polos están a favor de lanzar una candidatura presidencial independiente, Alfaro y su grupo, en cambio, por sumarse a la de Xóchitl Gálvez.
Los de Jalisco han amenazado con separarse del partido si este no favorece esta última posición. Hasta aquí someramente el estado de la cuestión.
La pregunta es ¿qué hará Movimiento Ciudadano? Primero habrá que decir lo que no hará. Contra lo que se piensa o se le ha acusado, la dirigencia de MC no está en el negocio de venderse al mejor postor en recursos o posiciones, como suele decirse de partidos satélite y bisagra como el Verde o coyunturalmente, incluso, del nuevo y desgastado PRI. Y no por un asunto de convicciones y honestidad, sino por estrategia o, si se quiere, ambición.
Dante Delgado sabe que entre el descrédito de los viejos partidos (hoy integrantes del Frente) y el desgaste natural del ejercicio del poder por parte de Morena, tendencialmente MC puede convertirse en una fuerza política muy exitosa, incluso con aspiraciones a la silla presidencial en 2030.
Cierta o no, esa es su aspiración, a la larga una meta política mucho más rentable que la venta coyuntural de sus apoyos.
Con lo cual la pregunta comienza a responderse por sí sola. MC no es un movimiento realmente en el sentido de poseer una ideología precisa y bases orgánicas o inorgánicas propias, ni está dirigido por ciudadanos. Pero podría ser todo eso.
Por ahora se trata esencialmente de cuadros políticos que, frente a la cerrazón o las dificultades para subir por las jerarquías de los partidos vigentes, encontraron en MC una opción para aspirar al poder. Es el caso de sus dos grandes campanazos en Nuevo León y Jalisco.
Pero posee un enorme activo político al etiquetarse como una tercera opción o identificarse con el sentido o el parecer ciudadano. En efecto, su potencial podría ser considerable.
Los lectores opinarán de esta controversia dependiendo de su inclinación a favor o en contra del obradorismo, seguramente. Pero al margen de que sirva o no a los intereses de Morena, al presentar una candidatura, MC esencialmente sirve a sus propios intereses.
La narrativa que intenta construir definiéndose como una tercera vía, resultaría lastimada al fusionarse a los partidos tradicionales en apoyo del candidato del Frente.
Por más que su decisión favorezca a López Obrador y así le sea reclamado, para MC la mera presentación de una boleta con tres opciones, en las que su candidato queda en medio de los otros dos, constituye un triunfo simbólico. Se dirá que la opción de Xóchitl es la opción ciudadana y que, por ende, MC tendría que haberla apoyado. Eso es un espejismo. Xóchitl es la abanderada del PAN, del PRI, del PRD y de la oposición política a la 4T.
La candidata misma es, desde hace años, un cuadro político. Aspiran, ciertamente, a atraer el voto ciudadano contrario al obradorismo, pero eso no significa que sean la corriente ajena al status quo político tradicional. Por el contrario, justamente son la quintaesencia de ese entramado.
Por eso es que me parece que Enrique Alfaro se ha equivocado. Por un lado, porque se ha obstinado en una posición que dañaría las perspectivas del nuevo partido y, por otro, porque perjudica al grupo Jalisco que encabeza. Una corriente que podría convertirse en una columna vertebral de esta fuerza política nacional.
En cambio, si en verdad se cumple su amenaza y estos cuadros salen de MC, lo único que habrán conseguido serán posiciones individuales a negociar dentro del Frente Amplio y construir un bastión en Jalisco con el apoyo del PAN. Algunos individualmente habrán de beneficiarse, pero terminarán fusionados con las ideologías y burocracias de siempre. Ciertamente, como he señalado, tampoco MC constituye una representación ciudadana, pero estratégicamente tiene mejores condiciones para aspirar a conseguirlo.
Por lo demás, históricamente siempre ha obtenido más votos cuando ha competido con candidato propio que en apoyo de otra fuerza.
Por lo pronto, está claro que MC esperará a que las dos grandes fuerzas definan a sus candidatos, que los cuartos de guerra de ambos se desgasten y buscará una opción fresca que sea percibida como un alivio a la polarización. No ganará en 2024, pero abonará significativamente a la construcción de lo que siga.