Los cuestionamientos que Marcelo Ebrard ha venido haciendo al proceso interno que Morena sigue para elegir a su candidato presidencial no pueden soslayarse.
Constituyen una abolladura a la imagen de limpieza y legitimidad que con tanto ahínco difunden el presidente Andrés Manuel López Obrador y la dirigencia del partido.
Sin embargo, ambos se han cuidado de expresar la molestia que genera las impugnaciones del ex canciller. Lejos de hacerle un reclamo, han buscado negociar las objeciones de Ebrard para evitar una desavenencia que empañe el muy probable triunfo de la puntera en las encuestas, Claudia Sheinbaum.
¿Por qué lo hace Marcelo? La inconformidad de Ebrard ante la inevitable cargada en favor de Sheinbaum en parte es comprensible, pero solo en parte.
Desde hace rato es evidente que para el grueso del obradorismo ella es la opción preferida y se ha notado en la actitud de gobernadores y funcionarios de partido.
Pero también es cierto que Sheinbaum ha liderado de manera tan consistente las encuestas de intención de voto, que ahora López Obrador es el más interesado en que el proceso sea lo más limpio posible, pues favorece la legitimidad de su abanderada.
De allí la molestia con las críticas de Ebrard al proceso. Si bien algunas de las objeciones de Marcelo son atendibles, también da la sensación de que no ha dejado pasar contratiempos atribuibles a problemas de logística para convertirlos en presuntas irregularidades originadas en la mala fe (por ejemplo, el retraso por horas en la entrega de la boleta que servirá para levantar una encuesta que tendrá lugar a lo largo de toda una semana).
Dentro del primer círculo presidencial comienzan a ser interpretadas como un intento deliberado de arrojar dudas sobre el proceso. Lo cual nos regresa a la pregunta.
¿Por qué lo hace Marcelo? A mi juicio no caben más que una de dos opciones. Primera, porque él ex canciller está convencido de que tiene una verdadera oportunidad para ganar la encuesta y asume que reducir el margen de intervenciones amañadas aumenta sus posibilidades. Ha dicho una y otra vez que existe un empate técnico entre él y Claudia y, si en verdad lo cree, es plausible que quiera detener ayudas “artificiales” en favor de su rival, moleste a quien moleste.
Pero asumir esta tesis supone tragarse una premisa demasiado gruesa: ¿cómo justifica Marcelo lo del empate técnico cuando desde hace un año el consenso de las casas encuestadoras, incluyendo algunas contrarias al obradorismo, otorgan a Claudia una ventaja categórica y con tendencia a aumentar no a reducirse? En un hombre con la experiencia de Ebrard no es fácil atribuir la dosis de negación que supone quemar naves frente a una posibilidad tan peregrina.
¿Ingenuidad? ¿incapacidad para evaluar la propia situación? Lo cierto es que lo que está arriesgando no es poca cosa. Quien obtenga el segundo lugar en la encuesta, posición que Marcelo prácticamente tiene asegurada, será designado coordinador del Senado el próximo sexenio, según el acuerdo previo.
Una posición protagónica y con amplios márgenes de operación, al tratarse de un poder autónomo, el legislativo, frente al ejecutivo. Ebrard seguramente estará consciente de que el hecho de ser percibido como un factor de boicot del proceso, podría llevar al presidente a retirar el compromiso y dejarlo en la orfandad. Aunque menos probable, también podrían designarlo coordinador del Senado, pero sin otorgarle senadores afines, con lo cual quedaría como cabeza solo de nombre, pues sería rehén de la mayoría obradorista.
La segunda explicación para entender sus duras críticas al proceso sería un supuesto plan de ruptura, como tantas veces se ha dicho. Según esta tesis, Marcelo estaría subiendo el tono de las irregularidades para sustentar una denuncia de los resultados y una justificación para su salida de Morena. “´Lo intenté, pero no me dejaron, lo cual me libera del compromiso”.
A simple vista parecería suicida. Incluso si Movimiento Ciudadano lo acoge como candidato, estaría condenado a un lejano tercer lugar frente a las maquinarias de Morena y del Frente Amplio. De hecho, le haría un favor a Claudia al dividir el voto opositor. Y ciertamente Ebrard no es un político suicida. Sin embargo, cabe un matiz que modificaría esta aparente irracionalidad.
Lo que sigue es una mera especulación analítica de mi parte y no tengo una información puntual o filtración que la alimente, salvo la concatenación de varios datos. Uno, Marcelo debe haber llegado ya a la conclusión de que nunca va a ser candidato presidencial del obradorismo.
Ni las bases ni los cuadros lo aprecian, punto. Dos, su cercanía con Movimiento Ciudadano no es de ahora, ya en alguna ocasión fue apoyado por este partido.
Tres, hace unos días Dante Delgado, fundador de MC externó una curiosa confesión sobre el largo ciclo de su trayectoria, su deseo de estar con hijos y nietos, la necesidad de continuar por el momento a cargo de la responsabilidad a pesar de sus 73 años, pero de alguna forma haciendo alusión a la fecha de caducidad.
Cuatro, tras el distanciamiento de Enrique Alfaro respecto a MC, no se observan cuadros con la estatura para relevar al líder del partido.
Cinco, el protagónico papel que MC podría adquirir como partido bisagra para definir presupuesto, agendas y proyectos por la mutua neutralización de las dos principales fuerzas políticas. Conclusión, la posibilidad de un acuerdo para convertir a Dante en un tótem reverenciado, honorífico y simbólico y a Ebrard en dirigente a cargo de convertir a MC en la fuerza política del futuro.
Con la candidatura de Ebrard en 2024 el partido podría llegar a captar 15% o más de los votos, lo cual se traduciría, por reflejo, en una cuota de senadores y diputados decisivos en la gobernabilidad del país. Senadores y diputados que Morena no va a poner al servicio de Ebrard así lo nombren coordinador del Senado. Para 2030 el propio Ebrard o Samuel García, el joven gobernador de Nuevo León, podrían ser candidatos de MC para llegar a Palacio Nacional.
En ese esquema en el mejor de los casos Marcelo consigue estar, por fin, en la boleta presidencial; en el peor, se convierte en el dirigente de la fuerza política con mayor potencial de ofrecer una alternativa frente al desgaste que las dos opciones que hasta ese momento habrían gobernado: Morena y PRIAN.
Es tan solo un escenario. Pero uno en el que podría tener sentido el sinsentido de lo que Marcelo Ebrard parecería estar haciendo a los ojos de Morena y, sobre todo, de su atento líder.
Estamos a unos días de despejar las dudas.
@jorgezepedap