El Gobierno de Estados Unidos no ha sabido explicar el problema central de las drogas: culpa a México del suministro, exige deportaciones y condena capos a prisión perpetua, pero el flujo de estupefacientes mantiene un ritmo creciente y el consumo por parte de adictos americanos sigue determinando la oferta.
El pasado 15 de septiembre México deportó a EU a Ovidio Guzmán López, hijo del famoso capo Joaquín el Chapo Guzmán Loera, cuya fama creció por dos espectaculares fugas de prisiones de alta seguridad. Pero fue recapturado en 2016, deportado a EU y sentenciado a prisión perpetua.
Su hijo forma parte del grupo calificado por EU como Los Chapitos, hijos del Chapo que se quedaron con el negocio.
Ovidio se hizo cargo de la producción y exportación de fentanilo a EU y de ahí la presión estadunidense para su captura y deportación.
Si todo sale bien, es seguro que será sentenciado también a prisión perpetua o a más de 30 años. EU tiene a 9 altos jefes del narco mexicano, pero la droga sigue creciendo en su disponibilidad, consumo y causa de muerte por sobredosis.
La deportación de Ovidio Guzmán López a Estados Unidos logró aumentar el número de personajes mexicanos vinculados al tráfico International de drogas dentro de cárceles americanas, pero a pesar de ello y más de dos mil narcos extraditados, el consumo de todo tipo de drogas en la sociedad estadounidense ha crecido de manera exponencial y está invadiendo de manera pública las calles de las grandes ciudades.
El Chapo Guzmán y su Cártel de Sinaloa han sido el grupo delictivo más importante en la exportación a EU de marihuana, cocaína, heroína y ahora fentanilo, pero el flujo de estupefacientes no ha disminuido con su arresto, sino que, por el contrario, ha aumentado e inclusive, hasta donde se tienen datos confiables, el Chapo no delató a nadie y por lo tanto su cártel criminal y de narco sigue operando con impunidad en México y en EU.
La espectacularidad en arrestos, deportaciones y sentencias fuertes contra narcos mexicanos se agota sólo en las estadísticas gubernamentales americanas.
El problema del narcotráfico en Estados Unidos responde a una lógica muy sencilla de plantear: el consumo de drogas dentro de EU es prácticamente libre como derecho individual y sólo se castiga el crimen organizado y el lavado de dinero.
Mientras haya demanda de drogas siempre habrá algún grupo delictivo dispuesto a correr todos los riesgos para suministrar estupefacientes.
El planteamiento es sencillo: la demanda de droga por parte de los aproximadamente treinta millones de adictos americanos determina la existencia no sólo de la oferta, sino que garantiza el éxito de aquellos que giran alrededor de la droga producida en México, incluyendo a los funcionarios estadounidenses de las zonas fronterizas e inclusive hacia el interior de la Unión Americana que permiten el ingreso de contrabando de droga y su distribución sin problemas hacia los cincuenta Estados americanos.
Grandes capos mexicanos cumplen sentencias en cárceles estadounidenses, pero sus estructuras de producción y distribución de droga han crecido de manera exponencial al aumento de la demanda de droga que exigen los adictos americanos.
La producción y exportación de drogas del Cártel de Sinaloa, para usarlo como ejemplo típico de la ineficacia de las estrategias gubernamentales de Estados Unidos y México, se mantiene intacta en el área mexicana y ha aumentado sus exportaciones ilegales al territorio estadounidense, sin que el capo encarcelado haya girado alguna instrucción para cerrar la fábrica de droga.
El problema de la droga estadounidense es de Estados Unidos y no de México. La creciente demanda de droga por parte de los adictos americanos ha generado una nueva estructura criminal al interior de EU asociada al fentanilo. Los precursores para la droga viajan de manera clandestina de China a México, se mezclan en pequeños laboratorios mexicanos y el fentanilo ingresa a territorio de EU.
Pero el dato adicional mucho más grave señala que capos y bandas estadounidenses están usando la droga mexicana para mezclarla dentro del territorio estadounidense con tranquilizantes usados por veterinarios para animales y esa droga potenciada se distribuye dentro de Estados Unidos y es la que está matando a adictos.
Varios periódicos en Estados Unidos han mostrado evidencias fotográficas de zonas de consumo de droga en las calles y han identificado a esa droga como de fentanilo procedente de México, enriquecido –por decirlo de algún modo– con drogas estadounidenses y para crear la droga trans conocida como zombie porque muestra a los adictos en las calles caminando como alguna película de zombies, inclusive con las jeringas obsequiadas por el gobierno estadounidense para evitar infecciones más graves colgando de los brazos: San Diego, Los Angeles, Filadelfia y sobre todo Nueva York tienen ya zonas de consumidores públicos de droga ante los ojos de las autoridades y no existe ninguna estrategia de la DEA u otras organizaciones de seguridad para combatirla ni hay evidencia de que la policía esté persiguiendo a estos cárteles locales que son los verdaderos responsables del consumo de droga y el aumento de muertes por sobredosis de fentanilo enriquecido con drogas locales.
La extradición de Ovidio Guzmán López es, pues, irrelevante: la estructura del CDS para producir y exportar fentanilo sigue creciendo, la introducción a EU de droga contrabandeada aumenta y el consumo local determina la disponibilidad de la droga asesina.
El problema de la drogadicción y las muertes en EU es culpa del consumo y de la falta de programas oficiales para combatir la disponibilidad fácil de droga, el consumo por decisión individual y la corrupción del sistema judicial americano.
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