El ratón ya no tiene orejas grandes y el rosa del oso de peluche que está a su lado está desteñido y maltratado.
Los objetos que fueron colocados para honrar la memoria de las víctimas del derrumbe de la iglesia de la Santa Cruz quedaron olvidados en la esquina enmarcada por la silueta de la Virgen de Guadalupe que quedó intacta.
Las veladoras apagadas y amarillentas observan el ir y devenir de los coches en el cruce de la avenida.
Los peluches en la parte superior miran «lastimosamente» el vacío que los acompaña desde hace varias semanas.
Los mensajes que fueron escritos en algunas hojas de papel desaparecieron del lugar y otros apenas son legibles, tras correrse el tintado.
Adentro, sobre la plancha de mármol solo quedan marcajes y maderos y una capa de polvo que se acumula.
Al fondo, bajo la techumbre de metal se encuentra la cruz que alguna vez estuvo al centro del atrio, recargada sobre la pared.
Hay un silencio por momentos incómodo en el lugar que vio caer la iglesia sobre decenas de feligreses que acudían a un bautismo comunitario.
Trozos de tela se encuentran apilados cerca de las oficinas de la institución religiosa desde el día en que se produjo el desastre.
El área ya no está resguardada por elementos de seguridad pública.
El área ya no es visitada, ni siquiera para recordar en el día de los fieles «difuntitos» a los 3 menores que encontraron la muerte el pasado domingo 1 de octubre.
El lugar deja en claro que la memoria es corta cuando la muerte nos pasa de largo.
DATOS
- 1 de octubre se produce el derrumbe
- 12 personas fallecidas
- 40 o más personas heridas