La vida del mexicano se marca en tramos sexenales. Se acerca el ansiado año de elecciones y las perspectivas oscilan entre la resignación de repetir las frustraciones de la transformación prometida o la posibilidad de un incluso invertebrado cambio.
La precampaña de las elecciones se acorta y en estos cinco años lo peor se acentuó y lo ofrecido se esfumó. El horizonte se presenta vacío, y el resto del año seguirá yermo, a menos de que surja algún nuevo elemento que corrija el retraso consumado en todos los órdenes.
Lo más grave es que no hay nuevos retos. Para el sexenio que propone el partido oficial sólo continuarán los del pasado.
El diabólico PRI quedó minimizado, pero el neoliberalismo egoísta permanecerá, salvo la revancha del sabio pueblo. No hay más contra qué o en favor de qué reaccionar. El país está en un impasse de inacción.
Las redes sociales se encargan de difundir noticias de todo género y ponernos todos al tanto de lo que a diario es prioridad nacional, según lo disponga AMLO. Tal y como si fuera un país socialista, se tiene la alternativa de escuchar la voz oficial o el riesgo de no enterarse de lo que se dice. Pero el guiñol político no alcanza al grueso de la población que permanece ajena y no se involucra en razonar su parecer.
Una yerma desazón se extiende en la decepción de no ver solución a nuestros enquistados problemas. A ellos no se oponen luchas heroicas ni hay esperanzas en que de alguna manera las cosas habrán de componerse. El que haya terminado la pandemia que interrumpió el esfuerzo nacional tampoco abrió el ánimo de recuperación nacional. Como no se sabe qué esperar en la nueva administración, se renueva el presente impasse con que termina 2023.
Hay, empero, razones para activar una reacción. El cúmulo de problemas que deja la inepta administración sin resolver no se debe a su inmensa dimensión, sino a la ineptitud e incuria que la ha caracterizado aun en ésta su misma fase terminal.
Un somero recuento de fallas califica la calidad del gobierno que el presidente López Obrador ha ofrecido a la nación: ¿Qué cuentas está rindiendo en asuntos de seguridad donde el imperio de las mafias a diario asalta y victima a la población en más de una mitad del territorio nacional?
¿Qué cuentas rinde en el área de salud pública donde faltan servicios, medicinas e instalaciones elementales y mueren cientos por faltas de atención urgente?
¿Qué explicación se tiene para la inicua confusión en el campo educativo con escuelas vandalizadas,abandonadas, sin reparación y con un texto oficial distorsionado?
¿Qué ha de decirse ante la falta de apoyo efectivo a las pymes que emplean el grueso de la fuerza laboral nacional? ¿Cómo se explicarán los recursos ilegalmente blindados para sus proyectos icónicos y el obligar al Ejército y la Armada a un anticonstitucional cuidado?
¿Qué decir de su arbitrario secuestro de recursos financieros privados para suplir recortes presupuestales? La lista es interminable…
La calificación y aprobación de cualquier gobierno, en cualquier lugar del mundo, está en la calidad de los servicios públicos que ofrece a su población. En cada uno de los casos mencionados la calificación va de gravemente deficiente a nula.
¿Es esto lo que recibe el amplio electorado popular cautivo a cambio de su confianza? A cinco años de andar, ¿el gobierno guiado tan personalmente por AMLO merece refrendarse?
Es ésta la pregunta dirigida, no a los que llevamos tiempo de descalificar la funesta gestión, sino a los millones de votantes que están llamados a repetir el apoyo que dieron en 2018 para que la pretendida transformación continue. La insistencia en prolongar al siguiente sexenio el llamado programa transformador confirma su rotundo y costoso fracaso.
Las elecciones en México tienen trascendencia más allá de nuestras fronteras. Son varios los campos en los que nuestro peso político y económico internacionales son de importancia para remediar violaciones a los derechos humanos, la lucha contra las mafias internacionales, la responsabilidad en el cambio climático, contra la inequidad económica y el control de consorcios abusivos son apenas unos cuantos ejemplos.