CD. VICTORIA, TAM.- El Caminante conoció a Carmelo desde que era un bebé. El pequeño fue esperado con gran amor e ilusión por sus padres Eleazar y Juany. Sin embargo, una complicación en el parto y una deficiencia congénita provocaron en el recién nacido una condición que nadie se esperaba. Carmelo presentó parálisis cerebral.
Esto, a los pocos días de nacido era casi imperceptible, pero con el paso de los meses se hizo cada vez más notable.
Sus padres tuvieron que lidiar, en primer lugar, con una batalla interna para aceptar la condición de su primogénito. Carmelo (llamado así en honor a su abuelo) creció en un entorno de amor.
Sus tías le pusieron el sobrenombre de ‘el galán’ por su tez blanca como la nieve, sus ojos amielados y su pelo café claro y ondulado.
En un principio, los padres de Carmelo no sabían cómo tratar a su hijo, pues su dificultad para hablar y algunos movimientos involuntarios los hacían desesperar.
Tiraba la papilla y los vasos al comer, y continuamente hacía rabietas. “Es que el niño está bien chiflado” les reprochaban sus familiares continuamente. Con el paso del tiempo Ezequiel y Juany entendieron que todo esto era síntoma de una cosa: el niño se frustraba por no poder comunicarse.
Carmelo definitivamente no fue un niño común, aprendió a caminar a los 5 años y a ir al baño solo hasta los 6.
Llegado el momento, sus papás lo inscribieron en una escuela de educación especial, para menores con capacidades diferentes. Pero la vida se encarga de poner a cada quien en su lugar, y Carmelo, ‘el galán’ no fue la excepción. La terapeuta fue muy clara con sus padres: Carmelo debía estudiar en una escuela primaria como todos los demás niños.
Ezequiel y Juany tomaron esto con alegría y a la vez con temor, pues en aquel entonces, la cultura de la inclusión y el respeto por las personas con parálisis cerebral era prácticamente nula.
Carmelito sufrió de constante bullying y malos tratos por parte de sus compañeros de clase, e incluso de algunos maestros. Su manera peculiar de hablar, y su andar torpe con dos muletas lo hacía presa fácil de las burlas. Sorprendentemente para muchos, Carmelo resultó ser un estudiante extraordinario, con una especial facilidad para las matemáticas y demás ciencias exactas. Su paso por la secundaria y bachillerato fue difícil, pero sobrevivió al acoso y a múltiples trabas que le ponían algunos docentes y compañeros de clase.
“De idiota no me bajaban” cuenta Carmelo al Caminante. – ¿Y tú que les decías a los que te fastidiaban en la escuela, galán? – Casi siempre los ignoraba, tampoco podía ponérmeles al pedo, más de una vez me madrearon. – ¿Te llegaron a golpear? – ¡Uy si mano! en el bachillerato me cacheteaban, me decían “hable bien pendejo” y me escondían las muletas – cuenta Carmelo más divertido que indignado – pero también hubo mucha gente que me defendió y me apoyó cuando se me “bañaban”.
Debido a un padecimiento renal, el galán hizo una pausa en sus estudios durante varios años y después de mejorarse cursó una licenciatura en Informática.
– Lo difícil no fue estudiar la universidad, sino como muchas personas, encontrar un empleo, imagínate, si la gente “normal” batalla para colocarse, a mí con mis muletas y mi manera de moverme y hablar menos me querían contratar – relata Carmelo al tiempo que contesta un mensaje por WhatsApp.
Hace unos años el padre de Carmelo partió de este mundo, y decidieron mudarse a Querétaro, donde vive la familia de su mamá. Fue en esa ciudad donde el Galán obtuvo su primer trabajo en una refaccionaria, como asistente del encargado de la red, y mantenimiento del equipo de cómputo.
Carmelo notó que ese negocio era muy exitoso, pero que aún no había dado el paso al comercio digital, pues no tenía ninguna presencia en las redes sociales.
Con algunas dudas, sus patrones decidieron darle una oportunidad a Carmelo de iniciar una estrategia de ventas en Facebook y servicio al cliente por medio de Whatsapp.
Fue un éxito. -Yo que no sé, y no debo manejar, ya se mas de carros y refacciones – dice entre risas el galán – tu pregúntame de sensores y autopartes, mano ¡hasta por modelo y marca! A fin de cuentas, el hombre no solo hizo ‘una vida normal’ sino una exitosa, y mucho de ello ocurrió porque Carmelo “le terqueó” a estudiar y enfrentarse al mundo tal cual es, además de que hubo personas que le dieron una oportunidad de trabajar y desarrollarse.
Ojalá que el mercado laboral empiece a abrir más espacios para las personas con este tipo de discapacidad y otras afines, para hacer una verdadera realidad la inclusión. Demasiada pata de perro por esta semana.
POR JORGE ZAMORA