CD. VICTORIA, TAM.- Volver a la ciudad es acariciar el retrato de lo que fue por sus querencias por sus lugares y arquetipos populares que recorren su intimidad, la ciudad que ha perdido el coloquio de los buenos días y las buenas noches, la ciudad olvidada en si misma, por la apatía, la fata de espíritu de barrio que enlaza a la vida cotidiana.
“La ciudad donde vi la primer luz” como canta nuestro romancero a su amada tierra Nuestra ciudad, la Victoria de nuestros amores, de la vida estudiantil, de los desfiles de la Revolución y Patrios, los himnos de las escuelas, el respeto a los maestros y a los padres, a las rondas infantiles con la canasta de cuentos que recordaba en color y alegría Agustín Yáñez. Volver a la ciudad no es un pasaje de melancolía, es retomar el curso humano de la ciudad como universo de la vida cotidiana donde el trabajo, la educación y la cultura de la mano.
Cierto, la ciudad es un descubrimiento todos los duas, per también es un alumbrar de conciencias, de asomarnos con el arte y la cultura para enaltecer el sentido ciudadano.
Sin duda hay un esfuerzo vital en nuevas propuestas por la cultura y la imaginación de Tamaulipas. Nuestra ciudad vive una nueva historia y tenemos que formar parte de ella como un gesto de gratitud a nuestros mayores que nos legaron esta ciudad.
“La ciudad clásica, compendio y espejo de la sociedad en que se inscribía, parece haber perdido hoy su papel protagonista: de centro a la vez económico, político, y cultural.” Xavier Rubert Ventos.
“Ensayos sobre el desorden”. La ciudad nos abraza, aun en la intolerancia, la ciudad sigue siendo el refugio de la libertad.
Cierto que las ciudades se abren y toman otros destinos, ya no es la ciudad el centro de centros de la vida social sino que su discurso se abre hacia la periferia, sus fábricas, sitios de recreo, que la transfieran a pequeños cotos de poder para quienes detentan mayor poder adquisitivo y zonas marginales en torno a maquiladoras, y colonias populares.
Ciudad Victoria, en el lapso de 60 años, abierta a los caminos imposibles cuando se superan los viejos tendajos y aparecen los poderosos centros comerciales, y el mercado de abastos popular como el Mercado Arguelles, superado por los grandes almacenes que enriquecieron la economía citadina, pero n le ha restado colorido al viejo Parían del 7 Hidalgo.
Circulo de personajes, plasticidad de su entorno arquitectónico y el bullicio de un mercado que aglutina día con día la comunicación social. Volver a la ciudad es dignificar su presen cencía, la limpieza de sus calles, el alumbrado y mobiliario público que refleja su calidad de vida.
Hemos insistido en que sitios como la pequeña calle del 16 y 17 Hidalgo es un adefesio, donde la limpieza brilla por su ausencia en los espacios de trabajo de los comerciantes ambulantes.,
Es posible dignificar el sitio con un solo una manita de gato a su mobiliario en un arco que concentra la actividad burocrática, empresarial y cultural en el pulmón de la Plaza Juárez.
La ciudad que conocí donde el barrio era el cinturón de protección familiar y de las buenas costumbres.
La tolerancia, el acercamiento entre vecinos y los lazos solidarizarlos ahora perdidos. La ciudad cuadriculada por la tradición española, con ejes centrales que la mueven de oriente a poniente, con la división de sus calles por números antes que los nombres, la ciudad es un centro de lo humano, de lo posible de sentir, de enamorarse de la oscuridad y disfrutar la luz de los focos en los juegos nocturnos de nuestra infancia.
En tanto cercana, la posibilidad de intercambio, de la gratitud y la amistad, fortalecida por las creencia, y la vecindad con los centros de trabajo, las áreas de gobierno, las plaza, la iglesia y el casino, que distingue de las zona marginales de la ciudad.
La ciudad que conocimos de puertas abiertas, de banquetas para la charla nocturna, de lugares secretos para los amoríos, del encuentro y la relajación urbana puede volver a nuestros ojos.
Las recientes fiestas populares en la Plaza Juárez del Festival de la Costa del Seno Mexicano nos anuncian que podemos acercarnos por la voz y la cultura a la intimidad de nuestra ciudad.
Se busca redescubrir los lazos de cercanía social, los aspectos solidarios del barrio, por encima de los fraccionamientos, qué han enfriado la conducta social.
Mirar al barrio es retornar a la ciudad en su palpitar, en la sensibilidad del rostro urbano. La ciudad así se distingue por el mejoramiento del espacio urbano, desde las banquetas, la iluminación y el mobiliario. Es la convivencia, el lazo primordial, la seguridad y la limpieza de sus calles y lugares de recreo.
Se adolece de aspectos primordiales de planeación aparentemente insignificantes, la improvisación, el agotamiento de ideas perfila a una vida apática y abandonada.
Los espacios de recreación , como la plaza pública requiere de la vitalización de su imagen con equipamiento urbano, la señalética de sus calles, el funcionamiento de los semáforos, y la ordenación del uso de los automóviles y la movilidad en el espacio público y el cumplimiento a las normas elementales de tránsito y uso del suelo.
El desorden impera en el casco urbano, el abandono a las normas de respeto vial, y de fraternidad ciudadana, producto del abandono e incumplimiento de las normas de gobierno municipal.
La inexistencia del control de estacionamientos en desventaja al peatón, al ciudadano común. La falta de aplicación del reglamento de tránsito y el desorden notorio en el uso del automóvil en zonas estrictamente peatonales. La ciudad es una identidad social que a todos nos pertenece.
No se puede abaratar la imagen con falsos simbolismos. Hidalgo, la calle cerrada, debería de ser un ejemplo de belleza y limpieza.
La ciudad requiere de respiración de boca a boca que contribuya al enriquecimiento de su tejido social con el arbolado de sus calles, la pintura de las casas, de un eficaz alumbrado público, de mobiliario urbano en la zona del Rio San Marcos y la habilitación del mobiliario de plazas y jardines públicos.
La ciudad significativa versus la anomia. Volver a la ciudad tiene un sentido común; la sana convivencia el respeto y el amor por nuestra ciudad.
POR ALEJANDRO ROSALES LUGO