Miguel Hernández: una ofrenda para la libertad
Me visitó durante la noche; en un sueño profundo, fui espectador todo el tiempo, estas cosas como siempre pasan inesperadamente. Estaba en la cárcel, lo llevaban casi a rastras a la celda donde lo tenían preso,
lo arrojaron dentro, iba sangrante, apenas consciente, empezó a balbucear algunas pa- labras, el reo que lo acompañaba en la celda miró receloso hacia el pasillo buscando que no hubiera guardias cerca, una vez que se cercioró, se acercó al poeta y le ofreció un poco de agua que Miguel tomo con fruición; luego volvió a balbucear algo, el otro reo se acercó y lo oyó decir: “Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea”. Mientras lo hacía, una sonrisa se dibujó en su cara y en sus ojos aparecía el brillo de la esperanza, claramente buscaba aferrarse al recuerdo de su hijo para seguir adelante. Eso es lo que recuerdo del sueño.
En la realidad Miguel Hernández vivió en un infierno en diferentes cárceles, del domingo 30 de abril de 1939, día en que lo aprehendieron al 28 de marzo de 1942 día en que murió. El día de su aprensión había cruzado la frontera con Portugal por el río Rivera de Chanza al pueblo de Santo Aleixo. Sin casi nada de pertenencias vende un traje y malvende un reloj de oro que era un regalo de bodas del poeta español Vicente Aleixandre (premio nobel de literatura en 1977). Se dirige a Moura cuando es interceptado por la Guardinha del dictador António de Oliveira Salazar; había sido delatado por el joyero a quien Miguel vendió el reloj, esto buscando una recompensa por su delación.
La Guardinha entrega a Miguel Hernández el 3 de mayo a la Guardia Civil Española, y al día siguiente es sometido al primer interrogatorio durante diez horas por los agentes Antonio Márquez y Rafael Córdoba. El interrogatorio basado en la tortura bus- caba su confesión por haber matado a José Antonio Primo de Rivera, líder falangista.
Aleixandre y Pablo Neruda logran que recupere su libertad, pero al poco tiempo vuelve a ser detenido en Orihuela su pueblo natal y en un juicio sumario se le condena a muerte. Acababa de imprimir su tercer libro de poemas “El hombre acecha” pero los franquistas destruyen casi por completo la tirada. José María de Cossío y otros escrito- res logran que la condena sea conmutada de pena de muerte a 30 años de prisión.
En esas fechas, su mujer Josefina Manresa y su hijo de ocho meses de edad sufren estrecheces económicas y le escribe una carta donde le informaba que solo tenían pan y cebolla para comer. La respuesta de Miguel -de acuerdo con José Luis Ferris en su libro “Miguel Hernández. Pasiones, cárcel y muerte de un poeta”- fue el poema “Nanas de la cebolla” -los versos citados al principio pertenecen al poema, algunos de ellos fue- ron musicalizados por Alberto Cortez e interpretados principalmente por Joan Manuel Serrat- acompañado de una carta que decía “El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando estas coplillas que le he hecho”.
Su encarcelamiento se lleva a cabo en condiciones crueles, inhumanas, en múltiples prisiones, inicialmente lo encarcelan en Madrid en una prisión que se encuentra en la plaza del Conde de Toreno, de ahí lo trasladan a la prisión de Palencia. Ferris escribió en su libro: Miguel decía que “no podía llorar porque las lágrimas se congelaban por el frío”. De ahí a la cárcel de Yeserías en Madrid, luego al penal de
Ocaña en Toledo. En junio de 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante su último reclusorio. Durante su encarcelamiento escribe “Cancionero y romancero de ausencias”, obra póstuma que publicó la editorial Lautaro en la ciudad de Buenos Aires, en 1958.
El 4 de marzo de 1942, moribundo, en condiciones físicas deplorables se casa por la iglesia con Josefina Manresa, aparente- mente para facilitarle el futuro a su mujer y no generarle más problemas ya que su matrimonio civil no era válido para el régimen franquista. En una ceremonia oficiada por el capellán de la prisión con presencia de Elvira su hermana y dos reclusos como testigos.
Muere de tuberculosis el 28 de marzo de 1942, a las cinco y media de la mañana con solo 31 años. Miguel Hernández, este poeta humilde, que de niño fue pastor de cabras, con apenas algo de educación formal, autodidacta, el Alejandro el Magno de la literatura, da voz en el poema “Para la Libertad” a uno de los tantos heridos que simboliza a todos los combatientes heridos en la guerra civil española, él mismo con su sacrificio es una ofrenda de la lucha por la libertad. El poeta de la libertad muere en la cárcel.
Para la libertad sangro, lucho, pervivo. Para la libertad, mis ojos y mis manos, como un árbol carnal, generoso y cautivo doy a los cirujanos