De crisis en la economía mexicana hemos sabido y escuchado mucho en las últimas décadas. De cinco al menos: las del 76, 82, 87, 94 y 2008 no sólo hemos recibido información y sufrido sus consecuencias, pero de la más seria y reciente de ellas, de la actual iniciada en 2020 en el marco de la Cuarta Transformación (4T), impulsada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador y sus “sumisas” huestes, que más bien podría ser tipificada como la “cuarta regresión” o más aún, de la “gran destrucción de instituciones”, poco o nada parecería que tuviéramos claro.
Ello, y no otra cosa parece ser la tesis central del más reciente libro del octogenario exsubsecretario de Hacienda, exembajador de México en Canadá y ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo de México (OCDE), Francisco Suárez Dávila, Un viaje por la historia económica de México en el que, mezclado con recuerdos personales, datos estadísticos y toda suerte de anécdotas, evidencia su convicción de que la sola intención de comparar la llamada 4T con las tres anteriores transformaciones del país ¡es una burla!… Una burla porque, sostiene categórico,
la actual carece totalmente de contenido.
Sus tres pilares fundamentales se derriten: a) no hay lucha alguna contra la corrupción, salvo pocos casos mediáticos como el de Rosario Robles, mientras se toleran con impunidad una amplia contaminación hacia familiares y/o colaboradores, como es el caso de Segalmex; b) la austeridad franciscana se volvió “austericidio”, con la destrucción de cuadros técnicos para sustituirlos por cuarteles leales, pero incompetentes; c) el “primero los pobres” se deformó en dar paliativos monetarios clientelares para ganar votos, (pero) no para crear (a favor de millones) condiciones para salir de la pobreza.
Y todo, apuntó a manera de conclusión, sustentado en el populismo de un excepcional comunicador, “genio de la verdad alternativa y las mentiras” que mantiene milagrosamente una alta popularidad aun cuando los resultados de su declinante gestión, en el mejor de los casos, debieran ser calificados como pésimos o, peor aún, inexistentes en prácticamente todos los órdenes…
Extraordinario y revelador análisis éste, pues, insistamos, evidencia que la 4T es una cuarta regresión y una gran destrucción institucional.