El año en el que la inteligencia artificial se consolidó en los negocios.
Cada vez más personas en México usan la inteligencia artificial para realizar sus labores profesionales. Recuerdo todavía hace un año cuando uno de mis clientes más importantes me pidió dar a su equipo un entrenamiento para usar las herramientas de inteligencia artificial para su trabajo diario. Hace un año, el uso de dichas herramientas todavía era incipiente, era la época en la que aprendimos a para qué sirven y para qué no.
En sólo un año vivimos la revolución. Por un lado, empresas como la mía, de base tecnológica, que vivimos en una constante inmersión tecnológica, por otro lado, los jóvenes con el espíritu de aplicar el mínimo esfuerzo para obtener la mayor ganancia, y entre ambos, los pragmáticos que comienzan a adaptar y aplicar con éxito los descubrimientos de visionarios e innovadores, responsables de que la tecnología se vuelva “mainstream”.
Estas herramientas democratizaron y homologaron capacidades que antes requerían de un esfuerzo intelectual mayor, tanto en lo que se refiere a la investigación, al análisis y en algunos casos a la creatividad. Hoy en día el uso de los aplicativos con inteligencia artificial nos pone un escalón arriba al que todos somos capaces de acceder. Pero no todo es color de rosa, esa democratización y homologación también nos quita capacidad de diferenciación.
Como pasa con las innovaciones tecnológicas, vivimos en el ciclo constante del “gato y el ratón”, en el que lo más importante es aplicar lo único que nadie más puede replicar y nos hace únicos, nuestra perspectiva. Por mucho que la tecnología nos pueda acercar al cumplimiento de nuestras labores, sigue siendo el toque humano único que cada uno de nosotros imprime en sus actividades, el que valoran los que nos contratan.
El que estará a la cabeza, no será el que use más aplicaciones tecnológicas, sino el que las use mejor para dar más valor. Por eso siempre digo a la gente que trabaja conmigo, la tecnología solo nos resuelve con qué lo hacemos, lo que agrega más valor es, cómo y por qué hacemos lo que hacemos. Eso todavía no lo ha solucionado la inteligencia artificial, al menos hasta donde sé.
Como dije en la FIL de Guadalajara hace unas semanas que me invitaron a una mesa de discusión sobre la ética en la inteligencia artificial, los proyectos tecnológicos que conocemos hoy, no son los más avanzados. No sabemos qué estén haciendo detrás del secreto industrial empresas como: Apple, Amazon, Google, Neuralink, Microsoft, Meta, Huawei o Alibaba, menos aún, aquellas startups que seguramente revolucionarán la tecnología en el futuro.
Lo que sí sabemos es que eso está trayendo a la industria una batalla campal. Este año que termina fuimos testigos del intento fallido para derrocar al líder de OpenAI, Sam Altman, lo que revela situaciones en las que estaban involucrados ejecutivos de Microsoft, al más puro estilo de Juego de Tronos. También fuimos testigos de la salida apresurada y en falso de Google, que trató de aprovechar las circunstancias para retomar el terreno perdido.
Pero como siempre digo, hay que tener cuidado de lo que pasa, pero más cuidado de lo que no pasa, cuando la expectativa es que algo tendría que estar sucediendo. Poco sabemos de Meta o Apple, sobre todo de Meta, la empresa del amado/odiado Mark Zuckerberg, que hace más de un año andaba con todo con el tema del Metaverso, del que hoy se habla poco. Mucho ruido y poca sustancia.
Hablando de gente que se ama o se odia, qué podemos decir de Elon Musk, que mató a Twitter para dar vida a X. El mismo que lleva años apostando a la conducción automatizada, a volvernos cyborgs con la inserción de chips en humanos y la que más llamó mi atención este año, la inversión que está haciendo en robots humanoides que seguramente competirán con los de Boston Robotics que en algún momento nos sorprendieron y hasta asustaron a algunos.
Sea como haya sido, este año será recordado como el de la revolución de la IA en los negocios, el 2024 inicia la etapa de la consolidación, que es cuando normalmente los más avispados aventajan a los rezagados, cada quién decide ¿de qué lado quiere caer?
Por Javier Murillo