La Universidad de Tamaulipas fue tema públicamente intocado respecto de su administración por mucho tiempo. Era, eso sí, secreto a voces el control ejercido por grupos políticos y violentos utilizando el concepto “autonomía” en función de intereses ajenos a la academia y la investigación. En este escenario la sociedad civil supo de hechos, algunos vergonzosos o francamente delictivos, registrados al amparo de la institución.
La diferencia es que ahora Américo Villarreal Anaya, con el respeto debido, está decidido a erradicar los vicios que arrastra la casa de estudios. Es decir, convertirla en lo que significa realmente como el más auténtico patrimonio de la comunidad. Es la oportunidad de lograrlo para beneficio de las generaciones que nacen y crecen. No debe seguir siendo cuartel de privilegiada burocracia de cuello blanco, docencia de dudosa preparación, bastión de negociantes sin escrúpulos o paraíso de políticos que la utilizan para fines inconfesables.
El manejo de la UAT siempre fue asunto de unos cuantos, incluyendo concesiones producto de la complicidad y el temor, a partir de lo cual se acrecentaron riquezas personales, por una parte, e influencia que en ocasiones rebasó el ámbito estudiantil con resultados poco alentadores para la sociedad. Entonces se trató de mantener impunidad que permitiera colocar la ley al servicio de la delincuencia.
Es la oportunidad digo, de sacudir a la UAT para eliminar lo que estorba y en casos necesarios, obligar a que los responsables de probables ilícitos rindan cuentas considerando que los recursos sociales son sagrados y, por lo tanto, han de ser aplicados en el objetivo a que fueron destinados.
Villarreal Anaya ganó la gubernatura para hacer historia y lo demuestra con hechos, al igual que el presidente López obrador y lo pretende Claudia Sheinbaum para el futuro inmediato, y mucho agradecemos que en Tamaulipas como en el resto del país, lo público sea cada vez más transparente no como modalidad electorera, sino cual convicción de que el poder adquiere sentido solo cuando se pone al servicio de los demás. Y ni como negar que la UAT es patrimonio supremo de la mayoría ciudadana.
Importa entonces el rumbo humanista que tomará la casa de estudios ya anunciado por Dámaso Anaya Alvarado. Pero también el perfil de nuevos funcionarios que junto al rector implementarán acciones tendientes a recobrar la confianza popular. Y es que la UAT actualmente parece más bien escuela privada por lo prohibitivo del costo de los servicios que impide mayor acceso a sus aulas y alienta deserciones convertidas más tarde en masiva y lamentable frustración.
Celebramos que el gobernador apoye a la UAT en su retorno a la honorabilidad, bondad y generosidad con que fue concebida haciendo realidad un sueño social largamente acariciado.
SUCEDE QUE
Ya falta menos para conocer el resultado de las encuestas referentes a las candidaturas a diputaciones federales en Morena. Dicese que, en cualquier momento, salvo que a Mario Delgado se le vuelva a hacer “bolas el engrudo”, (recordéis que lo había prometido para el 4 de enero), lo cual no obsta pa’ que se intensifiquen los puntapiés en las espinillas y los piquetes de ojo y dónde se pueda, con tal de doblar al adversario(a). Por lo pronto algunos(as) que suponían la reelección ya pasaron a hoderse, dicho sea, sin ganas de ofender…Oiga, que por fin conoceremos los secretos mejor guardados relativos al manejo de los equipos profesionales de la UAT cuyos integrantes, como sabéis, son mantenidos con el dinero de todos. Ojo que al parecer poderosas manos mueven los respectivos intereses, sobre todo en el fútbol…Críticas por la exagerada propaganda a favor de Olga Sosa quien le apuesta a lo que venga sin perder el estilo, la figura, “ni el habla”, dijo aquel. ¿A poco creyeron que esperaría sentada y calladita?…En un convivio aquel gobernador encontró a su amigo al que dijo: “ya te tengo apuntado”. La respuesta fue breve y concisa: “¡Pos ya dispárame cabrón, no la shingues!”.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA