Debemos recuperar la templanza en toda su extensión para poder ejercerla en toda su capacidad. La templanza es una de las cuatro virtudes cardinales de una ciudad-Estado.
Una virtud es en su origen fuerza, poder. Desde este arranque podemos entender que las fuerzas de una polis radican en estos cuatro haceres: debe ser prudente, esforzada, templada y justa. La templanza proviene del vocablo griego sophrosyne: “lo que se opone a eso es la arrogancia, la falta de límite y de moderación, el exceso” (Ferrater Mora). Justamente podemos pensar el mundo actual como arrogante, falto de límites y plagado de excesos.
La sociedad actual, líquida como la llamaría Zygmunt Bauman, es la sociedad del “sin medida”. Una sociedad voraz en la cual el mandato es que uno debe darse todo lo que sea posible obtener.
No es una época de los placeres sino del abuso de los placeres. La relación del ser humano frente a sus propios placeres fue una gran pregunta durante el periodo helenístico, o por lo menos una pregunta difundida entre varios pensadores.
Ahora ya no es más una pregunta, sino algo que se confunde con el libre albedrío, una especie de “dense”; de acuerdo con Ferrater Mora, “cuando se sobrepasan los límites –que su cede a menudo cuando uno no se conoce a sí mismo– se produce una ceguera que da origen a la locura.
Como la tragedia proce de el exceso, puede deducirse que la templanza es incompatible con la tragedia”. Sí, hay mucho de tragedia en el mundo actual. Más que preguntarnos el porqué, debemos plantearnos qué se necesita. Y quizá lo que requerimos actualmente es una forma ética de Templanza.
“En términos de la comunidad esta templanza (pero no del latín temperancia), la sophrosyne puede operar como justo medio entre los excesos de la tiranía y la anarquía. Así, ésta hace posible la conducta recta y bella en la comunidad (Ferrater Mora)”.
Aristóteles, en una parte de la ética nicomáquea, ubica la templanza para moderar los placeres, sobre todo los del cuerpo y en términos generales la que permite guardar mesura ante las situaciones: “Todo lo que nos da la naturaleza no son más que posibilidad y potencias, que luego nosotros debemos hacer pasar al acto (…).
En cuanto a las virtudes, las adquirimos desde el comienzo por medio del ejercicio, como ocurre igualmente en las diferentes artes y en los diversos oficios. Lo que hemos de realizar luego de un estudio previo lo aprendemos por la práctica”.
Requerimos practicar la templanza, porque no es un don que nos venga de afuera, sino que es un ejercicio sobre sí mismo. También es un esfuerzo, sobre todo es una práctica que no puede esperar. Ser ciudadano no se trata sólo de estar enterado o preocupado por temas de la polis, es principalmente un trabajo personal que exige cuestionarse cómo convertirse en un buen ciudadano (la definición del ciudadano modelo es el tema principal de la ética nicomáquea).
La falta de mesura y templanza ha exacerbado la cultura de cancelación y a las manifestaciones en pro de terroristas, entre otros fenómenos, debido a la imposibilidad de sopesar la complejidad más profunda de la situación.
Propiciando la adherencia a una ideología para hacerse de un grupo —pertenecer—, pero a un grupo aislado que finalmente no permite hacer comunidad. En México también hemos sido víctimas de esta falta.
El discurso de la 4T abandonó la templanza, al buscar generar polarización en la sociedad, al dejar de ser un gobierno para todos y ser un partido-Estado.
El próximo gobierno requiere de templanza, moderar las pasiones de las diferencias, moderar el miedo a denunciar el tráfico de influencias, hacer de indignación un plan de trabajo más que un ejercicio de vituperio y no permitir las ganas de hacer justicia por la propia mano.
En el doloroso y sangriento conflicto de Oriente Medio la opinión pública se ha desbocado sin ninguna mesura para apoyar uno de los bandos, ignorando el dolor del otro y justificando el exceso de fuerza y tragedia del bando que se apoya.
No hay una paz duradera posible si la templanza para los actores no puede tomar el lugar que le corresponde. No se puede concebir una paz que le dé la “razón” a unos o a otros.
Se requiere un pensamiento nuevo, con templanza para una solución nueva. Se requiere que la opinión pública no se deje manipular por la propaganda, porque las únicas vacunas contra la propaganda son el pensamiento y la mesura.
Esta es la fuerza, virtud, que puede sacar adelante a nuestro país y a la humanidad.