Cassius Clay, quien después de convertirse al islam eligió llamarse Mohammad Alí, porque el primer nombre que le impusieron era el de esclavo, fue sin duda un púgil prodigioso. Gracias a sus habilidades y al récord que logró a lo largo de su carrera, los especialistas deportivos le otorgaron el título de “El boxeador más grande de todos los tiempos”.
Antes de él, los peleas entre boxeadores de los pesos pesados eran lentos y aburridos, los contrincantes tiraban un par de golpes y luego caían en amarres a lo largo de la competencia. Por ese motivo, estas resultaban poco atractivas y el número de los aficionados y seguidores era reducido.
Cuando llegó Alí a los encordados las cosas cambiaron. Además de que era un boxeador elegante, carismático y demolía a sus adversarios, la habilidad para quitarse los golpes y la velocidad para lanzarlos parecían los de un peleador de peso menor, era un espectáculo verlo moverse en el ring.
Incluso hasta lo hablantín y los alardes que le caracterizaban, le venían bien. “Soy el más grande”, solía decir y en gran número de las peleas pronosticaba el asalto en que acabaría con sus rivales. Gracias a ello, el interés y la asistencia del público a las arenas de box se multiplicó.
Alí inició su carrera boxística en las olimpiadas de Roma de 1960 en las que se adjudicó la medalla de oro en la categoría de los semipesados al vencer en la pelea final al polaco Zbiginiew Pietrzykowski y, como profesional, arrebató el campeonato mundial a Sony Liston en 1964.
Sin embargo, las batallas más importantes de su vida las dio fuera del ring contra el gobierno y la sociedad estadounidense. En 1967 se rehusó a ir a combatir a Vietnam por razones religiosas, además de que pensaba que no tenía que ir a pelear a nombre de un país en el que era despreciado y considerado un ser inferior.
Pero también, según argumentaba, porque no tenía ningún motivo pelear con el Viet Cong ya que en ese país nadie lo discriminó ni le llamó negro de manera despectiva.
Tras regresar de Roma, se colgó la medalla al cuello de la que sentía orgulloso y entró a un restaurante de su natal Louisville a presumirla, desgraciadamente, le negaron el servicio porque en el establecimiento no admitían a personas de color.
Molesto por el incidente y las constantes muestras de humillación que había sufrido, se despojó de la presea y, en un arranque de rabia, la tiró a las aguas del río Ohio.
Entre pelea y pelea, además, se daba tiempo para impartir conferencias a jóvenes universitarios sobre pacifismo y los derechos civiles y humanos.
Por su negativa a ir a la guerra, el gobierno de Washington le retiró el título y lo recluyó en una prisión durante cinco años, sin embargo, después de cumplir la condena y abandonar el reclusorio volvió al box y en 1974 recuperó el campeonato mundial al derrotar a George Foreman.
Durante 32 años sufrió del mal parkinson y se retiró del cuadrilátero en 1981.
Desde que era un niño fue siempre precoz y curioso. En una entrevista para la televisión reveló que siempre había querido saber por qué Tarzán era el Rey de la Jungla en África y era blanco, cómo era que un hombre blanco con un taparrabo viviera en la selva aullando, que peleaba con los africanos y las fieras, que rompía las mandíbulas a los leones.
“Además, -decía- Tarzán hablaba con los animales y los africanos que han estado ahí durante siglos no pueden hablar con los animales, solo Tarzán podía hacerlo”
También se preguntaba y le preguntaba a su Mamá porqué Miss América siempre era blanca con tantas mujeres hermosas negras, bronceadas y de bellas siluetas en Estados Unidos. A pesar de tanta diversidad, señalaba, siempre escogían a una mujer blanca, Miss Mundo siempre era blanca y Miss Universo siempre era blanca.
“Luego, –refería en tono molesto–, hablan de cosas como puros de la casa blanca, sopa del Cisne Blanco, jabón del rey blanco, peces de anillo blanco, cera de suero Tony Blanco, todo era blanco, el pastel de Ángel era blanco pero la tarta del diablo era de chocolate”.
“Le preguntaba a Mamá ¿por qué todo es blanco?
Hasta el presidente vive en la Casa Blanca y María tenía un corderito blanco como la nieve y Blancanieves. Todo era blanco, Santa Claus es blanco y todo lo malo era negro, el patito feo era negro, el gato negro es de mala suerte y se te amenaza alguien es un blackmail (Chantaje). Dije, Mamá ¿Por qué no un White mail, ellos también mienten? Siempre fui muy curioso y así es como supe que algo iba mal”.
Mohammad murió el 3 de junio de 2016 a los 74 años de un choque séptico provocado por causas naturales. Hoy sigue siendo un ejemplo de lo que se puede hacer para sobreponerse a la adversidad, a las agresiones de los supremacistas blancos, al racismo, al menosprecio, a salir de la pobreza y convertirse en una leyenda.
POR JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
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