LOS LAUDEROS
En los solares tamaulipecos y circunvecinos hay más de una veintena de lauderos, muchos de ellos alternando su oficio de laudería al de huapangueros dentro de los grupos subsistentes del género, lo que se supone fue una necesidad: aprender la fabricación de quintas, jaranas y violines para surtirse entre ellos mismos.
Aunque sus productos de laudería son de calidad intachable, realmente comen de las ganancias de la trova en que viven y de la reparación de instrumentos (más que de su venta), redondeando ingresos como obreros y artesanos en Tampico y como jornaleros en las comunidades rurales.
Aunque en otros municipios tamaulipecos hay lauderos de reconocido prestigio y en un momento dado pueden hacer una herramienta huapanguera, se han dedicado a la fabricación de guitarras sextas y bajo sextos u otros instrumentos por encargo.
Es el caso de Teófilo García en San Fernando, Tamaulipas. Todavía circulan en muchos lugares de la huasteca jaranas y quintas con la firma tan preciada de Los Vargas, de los más famosos lauderos, instrumentos fabricados en el puerto de Tampico desde el siglo pasado; entonces don Pascasio grababa su nombre en el fondo de la caja de resonancia.
El último laudero del que se tiene conocimiento de esa familia fue Pascasio Vargas; en la década de los cincuenta y principios de los sesenta aún se hallaban instrumentos de su manufactura en un establecimiento de música en el puerto, de nombre 41 Surtidor.
Otros lauderos del puerto jaibo fueron Agustin Tenorio, quien tuvo taller en la calle de La Morena, entre las de Emilio Carranza y Altamira, desde principios de siglo. Sus hijos fueron apegados y aficionados a la música popular y aprendieron el oficio, pero ninguno siguió la tradición de don Agustin, quien traía el don de lauderiía en la sangre, herencia de sus antepasados.
Ildefonso Turrubiates, nativo de Xicoténcatl y radicado en el puerto desde su juventud, hizo violines, jaranas y quintas extraordinarias, un ebanista de primera quien labraba sobre madera cualquier motivo de su ocurrencia, copia o encargo.
Otro buen laudero, porteño por decisión, a quien vimos trabajando en su taller cuando se preparaba este libro, fue Juan Coronel Guerrero, especialista en violines y arpas estilo jarocho, un fabricante huasteco de mosquitos y jabalinas, el mejor violín huasteco de la tradición para mejores señas.
En Ocampo, la familia Balderas se ha ganado a pulso su prestigio como ebanistas y lauderos. Atenógenes Balderas es la cuarta generación de la familia en el noble oficio. Su abuelo construyó el kiosco de mezquite en la plaza de armas y las puertas del templo de Santa Bárbara Mártir.
En El Limón, pueblito pintoresco dentro de la zona metropolitana de Ciudad Mante, don Tomás Sánchez hacia instrumentos huapangueros desde el siglo pasado, él instruyó a su hijo Julián en dichos menesteres.
Don Julián Sánchez fue un excelente seguidor de la tradición y paso a paso le enseñó el oficio a su hijo, quien aprendió pacientemente desde niño. Además, se formó como un excelente músico de huapango.
En Nuevo Morelos destacó como laudero don Bernardino Cortina, quien tuvo como discípulo a don Pantaleón Huerta Ledesma; quien con el paso del tiempo se estableció en Antiguo Morelos, lugar al que acudían los músicos de la región a reparar sus instrumentos musicales.
MARTÍN HERBERT PLASENCIA
Nació en Nuevo Morelos el 30 de enero de 1940. Hijo de don Ambrosio Herbert, éste llegó de la huasteca potosina a Tamaulipas en 1933, procedente de Axtla; casó con Eufrosina Plasencia, nativa de Nuevo Morelos. Tiene tres hermanos, dos mujeres y un varón, pero solamente Martin se dedicó a la música.
Don Ambrosio Herbert fue violín de huapango, lo acompañaban en la jarana Santiago Herbert y en la guitarra quinta Santos Herbert, hermanos de su padre, quienes después tocarían con Martín.
Su padre y sus tíos integraron el primer grupo de huapangueros que Martin escuchó de niño. Nos dice haber oído luego a otros tríos huastecos cuyos nombres se le han borrado, y le vuelve la memoria mencionando a otra persona, quien hacía dueto con su padre.
En aquellos años eran escasos los jaraneros y por esto los duetos de violín y quinta eran frecuentes.
Don Martín recordaría que su padre tuvo de compañero a un ejecutor de quinta muy nombrado por los viejos del pueblo, llamado Pedro Tristán.
También mencionó en una entrevista que, de niño, su padre le compro la primera jaranita que tuvo, enseñándole las primeras pisadas, copiando otras sobre la marcha y muchas las descubrió buscándole el sonido.
Pero quien lo impulsó y consolidó como jaranero fue un señor originario de Santa Cruz del Toro, llamado Bernardino Cortina, quien le dibujó en un papelito todos los tonos de la jarana y ahí se los fue aprendiendo.
Bernardino hizo grupo con Chano Pérez y Martín Herbert, durando juntos bastante tiempo. Otra temporadita tocó con dos hermanos también nativos de Santa Cruz del Toro: Ángel Zárate que llevaba la quinta y Antonio Zárate el violín.
Después volvió con Chano Pérez. Luego se juntó con Reyes Martínez, Adán Martínez, Tomas Vera y
Romualdo Martínez.
Tomas Vera y Martín Herbert fueron compañeros durante 25 años. Tomás era violín, muy buen violín. Cuando oba a Nuevo Morelos Isidro Padrón, hacían el trío con él. Muchos huapangueros de Tampico iban al Naranjo, San Luis Potosí, y alternaban con ellos.
Al morir Vera, fue remplazado por Chabelo Porras Ríos en la quinta, y con Isidro Padrón Lara en el violín, formaron en Nuevo Morelos el grupo Los Tres Huastecos.
ISIDRO PADRÓN LARA
Nació el 15 de mayo de 1939 en el ejido El Sauz, municipio de Antiguo Morelos, Tamaulipas. Su padre, el señor Gil Padrón Segura, fallecido, y su madre, la señora Rosa de Lima Lara. Fueron trece hermanos, de los cuales viven sólo cuatro.
Sus antecesores familiares son de Río Verde, San Luis Potosí, donde sus tíos fueron músicos de valonas, huapanguitos y piezas sueltas.
Tres de sus hermanos fueron músicos: Honorio, quien murió joven y tocaba la guitarra quinta; Fortunato, quien también fue guitarrero y Onesimo.
Isidro aprendió a ejecutar el violín a la edad de ocho años. Llegó a contar que fue inspirado en el
trio Hermanos Calderón, que también eran de Antiguo Morelos, aunque ellos siempre decían que eran de Valles. Isidro Padrón relató que el padre de los Calderón fue don Eulogio Calderón, quien hacía ronda musicalmente hablando, con Amado Sánchez, siendo los músicos de cabecera de muchos bailes de esa época. Otra de las cosas que relató don Isidro, fue que su primer violín él lo hizo de chichéve.
Luego le cambio a la jarana un rato, tendría 17 años de edad, pero el violín fue su fuerte. Isidro tocó en sus inicios con sus hermanos, luego con el difunto Protasio González Terán, después con Los Tamaulipecos del Mante. Seguido iba a Tampico a echarse un palomazo, llegando a alternar con el famoso “negro” Marcelino.
Pero en su carrera musical, se le conoció más como integrante del “Los Hermanos Padrón”, integrando el trio, en épocas recientes, con su hermano Onésimo y don Pedro Hernández.
Como anécdota, les diré que, por eso del 2005, el alcalde de Morelos, Javier Molina Barrera les compró una cuera tamaulipeca a cada uno de ellos, desquitándola en fiestas, pachangas y eventos culturales en donde representaron al municipio. Falleció en Ciudad Mante hace algunos años.
FABIÁN TINAJERO CASTILLO
Nació el 20 de enero de 1939. Como su hermano Alberto, fue iniciado en la música por su padre y su abuelo materno. En una entrevista, dijo: “los músicos en casa comienzan con mi padre y es lírico, compró su violín y empezó a tocar por su cuenta.
No tuvo compás de música y cuando creció Alberto le compró una guitarra sexta y los dos se acompañaban en casa. Llegaban de trabajar el campo por las tardes y ahí se ponían a tocar. Después Alberto comenzó a aprender el violín y entonces fue que comencé a tocar la sexta. Mi abuelito Octaviano fue quien me enseñó a tocar la sexta”.
Viendo al trio de don Amado Sánchez, Maurilio y otro señor de nombre Cecilio, le empezó a gustar la guitarra quinta. Al verlo comenzó a buscar las pisadas y a manotearla, entonces, Alberto se le unió con el violín y quisieron hacer planes para meterse al huapango, pero estaban muy chicos.
Crecieron sin hacer el intento de a deberás y siguieron el ejemplo de la familia de tocar nomás para ellos. La primera quinta que tuvo se la vendió uno de los hermanos Padrón, era una guitarra vieja y en ella aprendió.