CIUDAD VICTORIA, TAM.- La ciudad conmueve, los sentires que corren por los muros, en los postes de teléfonos como alambiques abiertos para las palomas y el bramar de los arboles ante la parvada de urracas. La ciudad trasparenta las voces de los abuelos, de los viejos, que fueron también niños como nosotros en los corredores del barrio. La ciudad es las muchas voces que nos cuentan lo sucedido en sus calles, en sus plazas y jardines, al amparo de las tinieblas en el correo de voz que cruza a la ciudad con sus maldiciones y festejos.
Los días del “Gallo” en carnaval, era el campo de suspiros, ajetreos y correrías de la inocencia, que se refugiaba en el tumulto, en los juegos en las plazas Hidalgo y Juárez, sobre todo en la de Juárez, que era el ombligo del encuentro sabatino y dominguero de nuestros padres.
Vivir la ciudad es respirar el barrio en su paisaje interior, en la melancolía que vaga por las casas olvidadas, carcomidas por el tiempo. El Barrio del 18 es emblemático de Ciudad Victoria, por su cercanía a Palacio de Gobierno y al Palacio Municipal, se conjunta el primer cuadro de la gran cuadricula de herencia colonial.
En sus trazos verticales y horizontales que otean el paisaje urbano con la montaña donde se recargan las luces y sentimientos de esta pequeña ciudad donde el estadio Marte R. Gómez, la Iglesia de Nuestra Señora del Refugio, el Teatro Juárez, el Paseo Pedro José Méndez, la escuela Secundaria, Normal y Preparatoria, la Plaza de Armas, La Plaza Juárez, son el pulmón que infla su imagen de recuerdos, de nostalgias y de horas inolvidables.
Conjuntan los juegos emblemáticos de la cuadricula social, el encuentro de los encuentros en los desfiles patrios, las competencias deportivas, y en las fiestas patronales, y en la competencias educativa y deportiva de tres grandes Instituciones; La Escuela Normal del Estado , la Escuela Normal de Tamatan, la Escuela Industrial Álvaro Obregón, triangulo de educación y cultura que ventilo por años la vida familiar, el desarrollo, y la imagen hermosa de nuestra patria chica, la ciudad de nuestra breve historia, de plena de sabia convivencia.
El Barrio del 18, un cruce de norte a sur por muchos años y posteriormente de sur a norte. Nace en el Rio San Marcos en su fronda de ranas y “pachecas”, esas mojarras que fueron la delicia en nuestras bocas mientras nuestras mamas lavaban la ropa al amparo de sus fuertes árboles, con sus cantos en las piedras.
Desde la casa del Ingeniero Bello, la casa contigua de madera estilo sur de los Estados Unidos, de Fernando Méndez, la Quinta Badillo, las tiendas de abarrotéis, La Sultana, El Faro, hasta rematar con el cruce de la Calle Carrera Torres en el costado del Estadio Marte R. Gómez,
Entre estos cruces la cancha de Tenis del 18, la Botica de Don Paulino, y el hermoso Parque Infantil Estefanía Castañeda, con la única alberca en el centro de la ciudad y el Golfito, donde las raspas, las sodas, la frescura nocturna se extendió a nuestra alma provinciana al sonar del ferrocarril que dictaba la hora y los sueños.
El barrio el 18 era el campo de futbol y de beisbol, la casa, el goce delos arboles fruta tales, el intercambio de vecindades y el amor a la familia. El Barrio el 18, con la Familia Flores Moran, Los Ramos Barboza, Los Casanova, La familia Vázquez, la Familia Cárdenas, La Familia Casas, Los Loperena, Los Rosales, Hernández Pérez, Los Aregullin, Los Gojon, fue la respiración de boca a boca de una ciudad llena de alegría, salud y tranquilidad.
El barrio solo en el recuerdo, se fueron los tendajos cuando llegaron las “supertiendas”, y murieron en concordia cuando fue invadida por los OXXOs.
Hoy solo quedan las ruinas, los pasos del tiempo erosionado, sus ventanas rotas, las ofertas dobladas, y el adobe y el ladrillo que poco a poco se derrumba y vuela por los aires.
Por Alejandro Rosales Lugo