Hace 10 años la respuesta era a los 7. Pero la ciencia ha modificado el rango.
La obesidad infantil es una condición compleja con múltiples factores contribuyentes, incluyendo genéticos, ambientales y psicológicos. En México, un país con uno de los índices más altos de obesidad infantil en el mundo, las principales causas incluyen el consumo elevado de alimentos procesados y bebidas azucaradas, así como la disminución de la actividad física. Los esfuerzos para prevenir y tratar esta condición deben ser multifacéticos, abordando tanto la nutrición como el estilo de vida.
La evidencia sugiere que los patrones de obesidad pueden comenzar a establecerse a una edad temprana. Un estudio señala que los niños que son obesos a los 2 años tienen una mayor probabilidad de ser adultos obesos. Esto subraya la importancia de intervenir tempranamente, ya que los efectos a largo plazo de la obesidad infantil incluyen un mayor riesgo de problemas de salud como enfermedades del corazón, diabetes tipo 2, y ciertos tipos de cáncer.
La prevención es clave y puede comenzar desde el nacimiento, a través de prácticas como la alimentación perceptiva, que enseña a los padres a reconocer las señales de hambre y saciedad de sus hijos, promoviendo un crecimiento saludable desde la lactancia. Además, es fundamental fomentar hábitos de vida saludables en las familias, incluyendo una nutrición adecuada y actividad física regular.
En México, la prevención de la obesidad infantil también implica abordar el entorno en el que viven los niños y las niñas. Esto incluye mejorar el acceso a alimentos saludables y limitar la publicidad de productos no saludables dirigida a los menores. Los esfuerzos de organizaciones como UNICEF en promover políticas públicas y privadas que aborden estos aspectos son cruciales para combatir la obesidad infantil desde varios frentes.
Es esencial que los padres, cuidadores, y las comunidades trabajen juntos para crear un entorno que promueva un estilo de vida saludable para los niños. Esto incluye no solo cambios en la dieta y el aumento de la actividad física, sino también el apoyo emocional y el establecimiento de un entorno positivo que fomente la autoestima y reduzca el estigma asociado con el peso. La colaboración entre los sectores de salud, educación, y desarrollo social es vital para implementar estrategias efectivas de prevención y tratamiento de la obesidad infantil.
CON INFORMACIÓN DE EXCÉLSIOR