CIUDAD VICTORIA, TAM,. “Vengase, sí hay elotes, calentitos, recién cortaditos, baratos y fiados…” es el grito que se escucha a diario y desde temprano, en la plaza de la colonia Horacio Terán de Victoria, ahí donde el negocio de elotes de Juan Martínez, tiene cinco décadas enamorando los paladares de cientos de victorenses.
Son las nueve de la mañana, y como lo hace desde que tenía diez años de edad, Juan comienza a preparar sus deliciosos elotes, como le enseñó su padre Don Juan Martínez, en la década de los ochentas.
“A las once ya estamos listos para vender y estamos aquí hasta que se acaban”. Mientras alista su puesto, junto a su esposa ( ), sus hijas y su hijo (), llegan a su mente los recuerdos de cuando era niño y apoyaba en casa.
“Llegamos a Victoria en 1982, tuve diez hermanos y dos medias hermanas, mi padre, para sacarnos adelante a todos, tuvo que ser muy trabajador”.
“Empezamos vendiendo elotes y naranjas, las partíamos en cuatro partes y con chilito, en los elotes no existía en aquel tiempo echarle mayonesa ni queso, la gente agarraba el elote con todo y hoja y le embarrábamos chilito, limón y vámonos, así eran”. rememora.
En todo momento, Juan muestra su respeto y admiración hacia su padre, quien siempre se interesó por el campo y el comercio, de hecho, su padre “Decía que en su natal Linares montaba a caballo, llevaba quesos y requesón y se iba a vender a los ranchos”.
Hace una leve pausa, dibuja una sonrisa en su rostro, y revela que “Él desde ahí ya empezaba a gritar, ‘Vengase sí hay’, ‘Mujeres no sufran’, muchas cosas, sobre la marcha iba agregando cosas, anécdotas o expresiones para ofrecer la mercancía”.
“Mi papá era muy dicharachero, era alegre, compartía con la gente y era muy platicador. Tenía mucha experiencia en la vida y a la gente le gustaba platicar con él, le gustaba contar chistes y cuentos”.
Amplía y comparte con emoción que “Yo me quedo con el apoyo de mi madre y el aprendizaje que me dejó mi padre, de conservar las amistades, siempre dar un buen ejemplo de trabajo y ser honrado sirviendo a la gente”.
Lamentablemente, Don Juan Martinez I, falleció en el ( ), “Fue muy duro, pero mi papá nos enseñó a trabajar, él decía que cuando muriera no nos pusiéramos a llorar, decía que en el mismo velorio nos pusiéramos a venderle a la gente”, dice entre risas.
En todo momento se acercan niños, jóvenes y adultos a comprarle, o mínimo a saludarlo, a todos les entrega lo mejor de sus productos y sobre todo, los arropa con buena vibra y un incondicional apoyo.
“Yo me pongo en el lugar de ellos, a veces uno no trae ya en la quincena y los niños piden, cuando eso pasa les digo que no hay problema, que después me lo paguen…”
“…A veces uno no requiere mucho, solo un abrazo, unas palabras o sólo que te escuchen, yo creo vínculos con mis clientes, siempre me intereso en sus penas y alegrías, así se crea confianza y sabes que tanto ellos cuentan contigo como yo con ellos”.
Juan “Gritón”, “El Amigazo”, como también se le conoce, es una persona ejemplar, no tiene vicios, no toma, ni fuma, “Nada de eso, mi prioridad siempre es la familia y la amistad, estoy feliz con eso, no necesito nada más”, la voz se le quiebra y remata diciendo entre lágrimas, “Si al final de tus días te quieren, ya ganaste”. Y él gana, ‘por goleada’, todos los días.
LOS GRITOS DE JUAN
-“Lloren niños pa’ que les compren”
-“barato por que pizco de noche, vengase”
-“Tengo tunas y las traigo muertas”
-“Si no trae dientes se lo licuamos”
-“Barato a 20 pasillos”
-“Agua pa la cruz”
-“Agua pa la suegra pa’ que les dure otros 100 años”
POR DANIEL RÍOS