En este republicano territorio de lo nuestro, deseo aprovechar cada espacio de la casa, cada palabra leída, cada momento en tus brazos. Mi cuerpo es un receptor de sensaciones eléctricas, estoy a punto del llanto, voy por la cuerda delgada y temblorosa en personaje.
Sobre la almohada de la noche y el tapete luminoso de tus ojos, cuando estás aquí, el día y la noche son una misma cosa. Quiero recorrer el camino que hay en tu cuerpo, y los pueblos, en un viaje a tus labios a bordo de un te quiero mucho.
Porque crees en mí, escuchas mis canciones donde suenen. Así que escribo. De nuevo vas y vienes y creeme estoy aquí en el párpado de la tarde. Estoy viéndote desde un sábado, y mi cuerpo ha vuelto a buscarte.
Te adivino y sé andar con los ojos vendados por donde caminas. Pero no es todo. Soy mago, brujo, el hombre más rápido y el más delgado, podrías cobrar la entrada como en el circo.
La calle es un murmullo. Adentro puedo escuchar tus pasos. Todo el día estuve en eso, contando los minutos. Ojalá y llueva para ser esos dos que van caminando bajo la lluvia sin armar panchos.
Hablar del contenido de la calle, atrás de una mariposa perseguida por otra, pensar en una cosa de esas que se olvidan, una broma, y mucho, muchísimo tiempo, como hace años, parece que fue ayer cuando dormido te soñaba entre mis brazos.
En la inmensa laguna del espacio donde flota todavía lo que debió ser, una libélula hace de Portada donde aparece el arsenal de lecturas. Estas son tus palabras leídas con las mías.
Si fuese agua, el escrito sería un mar compartido, pero quiero leerlo de nuevo como quien se arroja desde un tren en marcha en cada sílaba, quiero que lo repitas conmigo. Hablamos para ir a otro país, en orden, muro tras muro, junto con un ejército de menesterosos y otro de lujo.
Canto con tu voz del todo y desnudo. De mi se van desprendiendo las partes ya arrancadas, ya cantadas en mi manicomio. Y sin embargo frente a ti, las estrellas se acercan a mis labios. Con aplausos.
Una historia detenida me acompaña, una orquesta jamás escuchada dos veces, los corridos tumbados revueltos con chorizo. Un pedazo de tu recuerdo y la queso de nuevo.
Si lo hubieran visto salir, el texto es muy tranquilo y transparente, a media cuadra todavía lleva las palabras de la puerta, es duro decir algo que de repente no exista, una frase que vaya y pegue como una piedra en la espalda del peor concursante.
Como ya dije, sobre la hoja blanca acechan los comediantes, crece la noble cizaña, tratan de combinar mal las letras imaginadas. Por eso traje una gran cantidad de tinta preparada para bajar al inframundo, un par de huevos estrellados y frijoles, ya se antojaron, dos piezas de pan, un poco de pena con arena en los ojos, un balón para las retas y todo lo que haya que poner y leer antes de que lo borren del Facebook.
El texto a una sola cara busca refugio en el formato de carta sin destinatario a mitad del océano, en lo que aparece en el futuro, en una película de Holliwood premiada con un Oscar o en un bote de basura que es lo más seguro.
No escribí tu nombre pero todo el mundo lo sabe, ya todos los del barrio lo saben, la Sonora Santanera lo sabe, ya los locutores lo saben. Saben que estas letras son para ti. Esta no es una canción revolucionaria. Solo quise escribirte.
Esta carta lleva los principales muebles de la casa imaginaria con tu sonrisa cierta, para dar credibilidad a esta historia. Tus manos en el sobre lacrado ya rompieron el papel, lo vi con mis propios ojos o al menos esa impresión me dio desde lejos, a unos cuantos kilómetros.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA