Es la impresionante ausencia de palabras la que causa expectación. Atrás del escenario la palabra no dicha descansa tranquila a sabiendas de lo que sucederá una vez que se pronuncie; le ha ocurrido tantas veces que le aburre.
Está en la sangre el gran poder que encierra la palabra expresada de cualquier manera y en los sitios más inoportunos, donde orada agujeros, brinca la barda y cae al terreno de juego, luego causa un terremoto.
No obstante es más profundo el silencio. El silencio es terrible cuando es provocado para callar un dato, un suceso que se vuelve secreto, una palabra errónea o delatora. En palabras llanas hay quien recurre al silencio para darse el taco y nadie lo pela, pero así es un soldado azteca, que no es lo mismo que un soldador de la Azteca, no se vayan con la finta.
Un secreto es el recurso del método apropiado para crear el suspenso, lo que vende. En fin, entre otros muchos oficios, el silencio sirve para guardar una infamia y el lugar exacto donde enterraron el dinero, sirve y es necesario para escuchar una canción y el vuelo de una abeja en un video.
Un silencio no siempre es una palabra, podría ser una imagen, la expresión del rostro ante lo inexplicable, el gesto inicuo. Hay silencio atrás de las mamparas donde antes hubo verdaderas óperas primas. La función a unos cuantos segundos contiene la respiración de los asistentes a quienes invade el ejército del silencio. Si pego una palabra en ese ambiente, alguien podría contestar al día siguiente.
Para el señor silencio lo que vende es el suspenso de la película, la posibilidad de que algo no suceda se vende como un privilegio. Afuera de las palabras deberían haber otras para sustituir fake news, palabras apócrifas y anacrónicas y ofrecerlas como botana durante el silencio. Mas tarde, la palabra sale al ruedo en su traje de luces. Todos la quieren hasta que llega otra.
Quieres gritar y no puedes. Pamba el que se ría. El silencio sonríe desde las tribunas sabiendo que la carcajada está a punto de estallar. Los espectadores gritan al suicida que se aviente, mientras el posible suicida comienza a confesar su exitosa vida comparada con la mía. ¡Arrójate ya camarada! Le recuerda la fanaticada.
Se especula con la palabra y esta quizás no exista y como quiera causa disturbios en el estadio. Una mentira creída es igual o peor que la verdad más cruda pero a la inversa, una vez en el aire la mentira camuflada se agranda y habrá quien hasta la agradezca por un tiempo, porque cuando es descubierta nadie la dijo, no existió, si alguien la pronunció está en el montón de paja como una de las millones de millones de palabras.
El universo se expresa, todo en él significa, quiere decir algo y lo dice. La forma de hacer las casas es la arquitectura de nuestro silencio, entre más altas estén las bardas. Hay sitios paradisiacos en el planeta de escasos ruidos, cuando no música ni cantos de pájaros.
Un silencio aterrador en ocasiones vigila las mansiones. El silencio se asoma por las alcantarillas, sale si viene alguien con un trago, grita y nadie lo escucha, pinta un grafitti, y el pintor pinta el silencio del grafitti con la tarde corriendo por la calle.
Las bancas están dispuestas a que los novios besen sin interrupciones. Todo comunica, todo dice en este mundo antes de que se sepa. El poeta escribe lo que dije, copia de la naturaleza ajena y de la propia, se hace de una palabra y la dice, la vuelve ojo de hormiga, tiempo de una memoria, silencio oscuro, pozo, sorgo, raíces del cuerpo.
Hay que tener suficiente valor civil para expresar ciertas palabras, ante un público, frente a los actores principales. Y si se dicen causan una guerra, alguien no duerme desde entonces, otro se arrepiente y nada se arregla. Por eso el silencio a veces es el más elocuente sendero para sacar al aire lo que cualquiera puede saber es una palabra de afecto.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA