CIUDAD VICTORIA, TAM.- El 14 de Febrero de 1965, en pleno Día del Amor y la Amistad, nació Mario Alberto, un niño que creció en la zona centro de ciudad Victoria y que desde muy pequeño encontró su verdadera pasión y profesión, la de regalar sonrisas, actualmente celebra sus primeros 44 años en el oficio de ser payaso.
Mario Alberto Soto García, se pone serio, como pocas veces, y comienza a recordar que “Yo vivía en el Uno Hidalgo y Juárez, era un niño que siempre trabajó, ayudaba a vender tacos, tiraba la basura de los locales en el Mercado Argüélles, desde los nueve años trabajaba por que la situación estaba crítica”.
En medio de todas las responsabilidades y con sólo once años de edad, aquel niño tuvo un sueño que a la larga, se convertiría en realidad; “Llegó al estacionamiento de Astra un circo, yo admiraba a los circos por que todo en ellos me gusta, más los payasos, la carpa, la magia, todo…”
“…Yo quería entrar a conocer, pero no tenía dinero, entonces me metía por abajo de la lona, me escurría y me sentaba, pero me corrían. Así pasó varias veces hasta que les pedí trabajo, les pedí que me dejaran darle de comer y agua a los animales, también cargaba las estacas, hice de todo para que me dieran la oportunidad de entrar”.
Lo aceptaron y hasta percibía un sueldo, pero sobre todo, en esa experiencia comenzó a aprender más cosas y tomó las tablas para convertirse en un payasito.
“Yo no era reconocido, yo me pintaba con acuarelas y después cambié a óleo, en el 79 llegó un circo al terreno de Petroleros Mexicanos, ahí me invitaron a dar show a unos niños de la Casa Hogar, yo me resistía, pero me empujaron a hacerlo y ahí empecé”.
Una segunda oportunidad la recibiría muy cerca de su casa, ahora en la Iglesia de San Martín de Porres empezó a participar en shows y ahí, menciona, encontró “su don”, todo iba tomando forma, pero faltaba algo muy importante, el personaje.
“En Super Tiendas Modelo actué dando los precios a cambio de un traje y nació Saltarín en 1980 de la mano del emblemático Frijolín; estaba en la casa de mi maestro y me invitó a ir con él a darle publicidad a un producto de Sabritas, así que me maquilló, después me dijo que necesitaban a un nombre, su hija dice: ponle Macarroni, Catarrrín o Saltarin y ahí inició Saltarín”.
Los que lo conocen, saben que siempre ha sido trabajador, y es que “Eramos cuatro hermanos y teníamos una sola cama, soy el mayor y me tenía que encargar de mis hermanos, en aquel entonces”.
“Vendí periódico, vendí chicles, fui lava carros y boleé zapatos, también trabajé en el cine a los 17 años, yo hacía las palomitas y he trabajado como emprendedor batanero.
Mario sonríe y platica que en aquel momento, cuando trabajaba en el cine, laboraba todos los días de la semana y su sueldo era de $16.00 pesos, al recibirlo, lo que más satisfacción le dio es que “Volví a casa y tuve la oportunidad de darle dinero a mi mamá, yo me quedé con un peso y el resto se lo di a ella, le dio bastante gusto, mi mamá se ponía a lavar y planchar para sacarnos adelante”.
Su carrera como payaso comenzó a despuntar, eran muy constantes los eventos para los que lo contrataban y su éxito lo llevó a participar por más de diez años en programas de televisión.
“Cuando nace el Canal 10 el programa se hacía con Beta, inicié con Diversión Infantil, Vacaciones infantiles, Rin rin con Saltarín, Tu cumpleaños con Saltarín y produje como cinco programas en doce años”.
Los circos y carpas que se presentaban en Tamaulipas, lo comenzaban a llamar para alternar con las personalidades que venían, así compartido con Cepillín, Tatiana, Ivonne e Ivette, Los Payasonicos y hasta fue invitado al Circo de Pompo.
Todo el éxito que ha obtenido, lo traduce en el esfuerzo empeñado, pero también en el apoyo que ha recibido por parte de su familia, “Martha es la esposa de Mario, me dio dos hijos hermosos a los cuales les di estudios de la payasada, ella es maestra, disfrutamos mucho a nuestros cinco nietos, cada que nacía uno nuevo le agradecía a Dios y le decía que estaba dispuesto a irme a la hora que él lo decidiera, siempre soy así.
Finalmente, reflexiona que “Ha cambiado mucho el oficio de ser payaso en estos 44 años, con la pandemia la mayoría nos vinimos abajo, es difícil pero seguimos trabajando y aquí seguiremos adaptándonos a las nuevas modalidades y tecnologías, siempre la mejor recomendación será hacer un buen trabajo”.
POR DANIEL RÍOS
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