Ya no es sorpresa: cada vez que se acerca la definición de un proceso electoral, arrecian los golpes bajos y la guerra de lodo.
A nadie asusta este ejercicio, pero no puede dejar de señalarse como un elemento más que contribuye a la degradación de la política nacional.
Por lo pronto, asistimos a una reedición de la puesta en escena montada en las campañas del 2021 y del 2022.
La trama es la misma e idéntico el modus operandi: primero en páginas de dudosa reputación en redes sociales, y luego en medios más o menos serios, se replica información harto escandalosa, pero sin comprobación alguna.
Ni documentos oficiales, ni fuentes formales que la validen. Nada más que trascendidos, versiones, y supuestas filtraciones de agencias casi siempre estadunidenses, como para añadirle gravedad a las denuncias.
La primera señal para identificar estas campañas, es que precisamente se reproducen a unos días de la elección, cuanto más cerca esté la cita con las urnas, más arrecia la difusión de fake news.
Otra característica es la ya mencionada falta del mínimo rigor periodístico para verificar la información.
Ahora mismo, basta echar un vistazo a la cloaca de las redes sociales: abundan los ataques disfrazados de notas y columnas.
En el contexto nacional, la oposición de nuevo ha puesto en circulación refritos de supuestas investigaciones que se han publicado con evidentes fines políticos desde el 2021.
Si algo de verdad hay detrás de las acusaciones contra una larga lista de políticos tamaulipecos y del ámbito nacional, lo cierto es que hasta el momento no se ha publicado una sola evidencia que compruebe las supuestas indagatorias iniciadas por las muy mentadas agencias de Estados Unidos.
Llama la atención la insistencia de los orquestadores de estas campañas porque otro de sus rasgos es que de tanto emplearse, se han vuelto cada vez más ineficaces.
Un ejemplo muy claro de ello fue la participación de Xóchitl Gálvez en el último debate presidencial donde utilizó toda la artillería que tuvo a su alcance: desde expedientes secretos contra morenistas, hasta el uso de Claudia Sheinbaum de una prenda de vestir con la imagen de la virgen de Guadalupe.
En esa larga lista de acusaciones, incluyó una supuesta revelación que parecía detonar una bomba informativa: la presunta investigación abierta por la DEA contra el dirigente de Morena, Mario Delgado.
Lo que en realidad hizo la candidata de la alianza Fuerza y Corazón X México fue recurrir al método de las fake news, porque después, cuando en el postdebate le pidieron que aportara más datos sobre el caso, reconoció que no los tiene y remitió a una publicación periodística.
Lo de costumbre: perpetuar un bien aceitado sistema de desinformación.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES