La historia del PRI es la historia de los fraudes electorales. Su aparición en la vida pública de México como heredero histórico de las causas sociales del movimiento armado de 1910 y la Revolución de 1917 se inició traicionando la voluntad que los ciudadanos expresaron en las urnas a través del sufragio.
En la primera elección presidencial en los que participó la naciente agrupación política, la extraordinaria de 1929, impusieron a sangre y fuego en la Presidencia de la República al Ingeniero Pascual Ortiz Rubio, entonces candidato presidencial del abuelo del tricolor, el Partido Nacional Revolucionario.
La historia así lo ha consignado.
Los investigadores de la contienda electoral recabaron evidencias, como el robo y relleno de urnas, que el número de los votos atribuidos al abanderado del PRM era superior al de los ciudadanos registrados en el padrón electoral, entre otras evidencias, que demostraron que el triunfador de los comicios había sido el candidato del Partido Nacional Antirreleccionista, José Vasconcelos Calderón.
A la hora del cómputo de las boletas de la jornada, sin embargo, las cifras oficiales afirmaban que el abanderado del partido del gobierno había obtenido 2 millones 82 mil 106 votos en tanto que al principal opositor no le reconocieron ni un solo sufragio, cuando la realidad indicaba que había arrasado y aplastado al representante de la oligarquía en el poder.
En la sucesión presidencial del 7 de junio de 1942 se repetiría la historia del robo de urnas, obstrucción del voto, parcialidad de las autoridades electorales en beneficio del candidato del PRM y acarreo de votantes, entre otras irregularidades que conformaron otro fraude a gran escala. Como sucedió diez años atrás, el gobierno utilizó otra vez a la fuerza pública para reprimir en forma sangrienta a los opositores, represión que dejó como saldo centenares de muertos y heridos.
De acuerdo con los resultados oficiales, Manuel Ávila Camacho obtuvo 2 millones 476 mil 641, mientras que, al representante del Partido Revolucionario de Unificación Nacional, Juan Andreu Almazán, únicamente 151 mil 101.
En el proceso electoral de 1952 ocurriría otra vez el mismo fenómeno defraudatorio a través del cual la entonces aplanadora electoral, actualmente en desgracia, se mantuvo en la Presidencia de la República a lo largo de siete décadas.
A pesar de que el triunfador de la competencia había sido el abanderado de la Federación de Partidos del Pueblo, el General Miguel Henríquez Guzmán, el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdez impuso mediante el uso de la fuerza, la persecución de los henriquistas y las consabidas triquiñuelas al candidato del PRI, Adolfo Ruiz Cortínez.
El Revolucionario Institucional, según el cómputo oficial, había obtenido el 74 por ciento de los sufragios, en tanto que el del del FPM solo el 15 por ciento.
Otro gran fraude electoral que cometió el tricolor fue el de 1988.
El ganador de la contienda presidencial fue el aspirante del Frente Amplio Opositor, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, pero el gobierno del presidente Miguel De la Madrid, como sus antecesores, llevó a la Presidencia a Carlos Salinas de Gortari con la complicidad del Partido Acción Nacional, que avaló el fraude a cambio de una gubernatura, la de Baja California, entre otras migajas que el tricolor dejó caer de la mesa del poder para seguir al frente del gobierno de México.
No obstante, el PAN sigue respaldando el proceder del PRI, ahora con el pretexto de conformar un bloque, junto con los miembros del sector empresarial, los intelectuales y los dueños de la mayoría de los medios de comunicación, beneficiarios del régimen de privilegios de los gobiernos del PRI y Acción Nacional, para quitar a Morena la mayoría legislativa federal y la presidencia el 2024.
Pero no para establecer contrapesos y equilibrio a la democracia, como argumentan, sino para recuperar las prebendas que perdieron en el 2018, como la condonación de impuestos, las pensiones millonarias de los expresidentes, los contratos de las grandes obras del gobierno, entre otros beneficios, que canceló la Cuarta Transformación que los sacó de Los Pinos.
Y lo que es todavía peor, volver a los fraudes electorales.
POR JOSÉ LUIS HERNÁNDEZ CHÁVEZ
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