Hay lugares mágicos cuya existencia forja el carácter de los individuos. Ambientes con las condiciones propias para que ocurra lo extraordinario. Lugares míticos algunos, pero otros ciertos por supuesto donde se ha escogido que caiga una piedra sobre otra. Un chiquillo cayó de un columpio y no lo vio nadie. No cuenta para la historia.
Hay sitios en que un catálogo de seres increíbles son capaces de tolerar el castigo más extremo con tal de seguir laborando al lado de ese par de ojitos que acaba de entrar a trabajar en la maquila. Es la chispa adecuada, la clave para echar a andar la máquina. Entonces todos los varones se bañaron a diario y llegaron bien temprano.
En este caso el tema es el ambiente y sucede como con el aire. Está en todo. El asunto aquí es cuáles elementos lo conforman, y qué están haciendo juntos. A veces una mirada lo trastorna todo cuando estábamos bien contentos. El sitio cambió repentinamente de tono y al chico rato tenemos que desalojar el auditorio.
Los ámbitos y ambientes artificiales son creaciones recientes. Tratan de crear la sensación al gusto del público más exigente. No puedes poner un cuadro que al entrar los asistentes se caguen de risa por favor. Acá es la primera experiencia visual la que cuenta, dicen los imaginistas argentinos.
Un sujeto bajó de una troca y dejó sólo al minimalista que decoraba la casa sin zapatos. El Feng Chui había dispuesto un gran pasillo que condujera al patio a los invitados cuando los hubiera. Una decoradora del barrio recomendó dos piedras medianas en la entrada por si se armaban los peñazcasos.
Los inquilinos que llegaron quitaron el cuadro feo, taparon el pasillo hediondo, movieron las piedras, hicieron la alberca, los pisos de afuera, el piso artificial, hicieron la única carne asada que después fue un incendio y es lo único que la memoria recupera.
El ambiente de una casa cuenta la historia neta con sus perfumes y olores inquebrantables. Pasó por ahí el recuerdo de la abuela y dejó una vela encendida para rato. Pasó un vato que arregló el fregadero y lo dejó con madre. Una sala no es no más de lo que usted ve oiga, pues aquí velaron a mi tío Refugio.
Atrás de los libros de un librero se aprende a callar. Metes la mano y ahí están los autores olvidados. Pobrecitos. No hay soledad más larga que la de un libro no leído. Nadie devolvió el amor del escritor al escribirlo. En el ambiente húmedo hacen su mayo las bacterias, un poco de polvo y humo, un grillo cantando un corrido tumbado, lo que imagine usted es cuántico.
Atrás de los ambientes artificiales y plásticos el planeta es de los árboles. El ambiente huele a pino, el perfume es de maderas de Pierre Cardin. Todo fue traído en barcos de madera, los baules de la abuela con la peluca, la torteadora, el queso menonita en una caja.
Desde luego hay lugares cuyo terror fue creado por la sugestión de una persona. Sitios en cambio donde la oscuridad, la hora, la calle solitaria y el aullido de un lobo- sacados de una revista vieja- llena de fantasmas los postes de la calle, las ramas de los árboles que bailan en la noche.
Alguien corre por la otra calle, imagino un puñal en mano, un pulmón muy a fuerza respirando. De entre un montón de gente se escucha la voz ronca del que dirige esta película : «¡¡¡Cooorten!!!»
El ambiente de tensión se disipa con aplausos, en instantes el artista cruel sonríe ante las cámaras, tiene que hacerlo. En el espacio totalmente ocupado ya ni cabe el olor de otra axila, ni de otra noche, si quisiera. El ambiente está bueno para unas heladas, pero ya se me juntó la ropa. ¡Va a estar bueno para lavar oiga!
HASTA PRONTO
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POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA