El tiempo es un cuchillo ardiente que degolló y nos bate de sudor que se confunde con nuestras lágrimas. Santa Librada es un ejido cercano a Victoria, más bien ya dentro de Victoria. Cuando niños visitamos cada domingo el Rancho El Tirón Parejo y Aquí me Apeo, de don Francisco Gojon, en ese lugar jugamos en todo lo ancho del gran jacalón, que era el sitio donde comíamos y descansamos después del tropel de andar tras las liebres y conejos y serpientes de cascabel.
Era una algarabía compartir con la Familia Gojon de la Garza, gente generosa, con sus cuatro hijos, Pancho, Federico, Silvia y Héctor, y con ellos, nosotros, los vecinos, mi hermano Toño, yo y el y Palin.
Allí cerquita a unos kilómetros se ubica Santa Librada, en el entonces vergel del sur de la ciudad. Gilito, el taxista de la Plaza de Juárez, nos trasladaba al Lic. Gojon, a la Nena Gojon, su esposa y nosotros los más chavos en su automóvil Chevrolet de 1952. Y en la carcacha amarilla, Pancho Gojon, mi padrino, y Federico.
Domingos felices de aire fresco, nopalitos, jacubes, huevo y una que otro guajalote, que la mujer de Don Chano, que cuidaban el rancho cocinaba.
Santa Librada era un vergel, aún conserva sus casas sencillas, y tienen un trazo urbano magnifico. Allí a unos pasos del centro del Ejido Santa Librada, labora a esfuerzo tempranero, el joven Lucio Pérez, junto con su padre en la fabricación artística de cuchillos, mismos que son un fino trabajo de orfebrería que encanta a visitantes que acuden a su taller de herrería.
Nos dimos una vuelta Benigno Gomes y yo a mirar los trabajos de este muchacho forjada en el yunque de la vida. Con un sentido estético de los mangos de cuchillos y cuchillas, de filosa dentadura, muy útiles para el trabajo de casa y de campo.
Confluye a la habilidad en el taller de la hoja de acero la talabartería que envuelve al cubillo, con la marca de casa, y que le ha dado fama a la familia de Lucio López en la región y en otros estados de la república. Talla magos con la cornamenta de venados y fosiles que le hacen llegar. Con gran calidad artesanal.
La mano, la que hizo las armas y los implementos de trabajo de los hombres a través de los siglos, es hoy una mano de trabajo, de afilada estética, y valor de uso.
Es bueno saber de personas que trabajan en el campo, que integran una familia y viven de un trabajo limpio y cautivador como el de Lucio López, estudiante universitario.
Por Alejandro Rosales Lugo