Esta historia tiene su origen en Tlalnepantla, donde se encontraba guarnecido el el 21º Cuerpo Rural tras el asesinato del presidente Madero. Esta fuerza estaba compuesto por muchos revolucionarios maderistas que habían luchado a favor del apóstol de la democracia, por tal motivo, al saber su destino, buscaron el momento oportuno para desertar e incorporarse a los carrancistas que en el norte del país iniciaban un movimiento armado.
El coronel José Agustín Castro , jefe del mencionado Cuerpo, salió primero, pues se entrevistaría con Carranza en Piedras Negras. El 31 de marzo el resto de la tropa desertó y se internó en los estados de Hidalgo, Guanajuato y San Luis Potosí, entrando a Tamaulipas por el municipio de Ocampo, pueblo al que llegaron el 12 de abril de 1913.
En ausencia del jefe, estos ex rurales de la federación eran comandados por los entonces capitanes Emilio P. Nafarrate y Miguel M. Navarrete; ambos conocedores de la región, pues el primero había combatido a rebeldes en la huasteca potosina en 1912, mientras que el segundo conocía muy bien la huasteca tamaulipeca, pues con parte del mismo 21º de rurales, había derrotado al cabecilla ocampense Federico S. Montelongo.
Estando en Ocampo, Navarrete y Nafarrate desarmaron a las facciones de los Cueros rurales 14º, 30º y 50º que no quisieron seguirlos y con unos 250 hombres y los oficiales Juan Jiménez Méndez, Blas Corral, Conrado Gallardo, Marcial Galarza, Gonzalo Garza, Rosalío Quiñones, Pablo Villanueva San Miguel y otros, continuaron rumbo a Llera y Xicoténcatl, atravesando la vía férrea por Forlón, hasta llegar a Casas, en donde arribaron el día 21.
Su intención era reunirse con su jefe José Agustín Castro y guerrear en Tamaulipas.
El 21 de abril de 1913, como a las doce de la noche, el gobernador Matías Guerra le comunicó al coronel Luis L. Garza, jefe interino de las armas de Ciudad Victoria, que tenía noticias ciertas de que una numerosa partida de rebeldes había pasado como a las cinco de la tarde por la hacienda de Las Comas. Estando en alarma por las noticias que corrían, el coronel Garza, de acuerdo con el coronel de irregulares Fiacro R. Betancourt, y con el mayor Refugio Treviño, dictó algunas providencias encaminadas a asegurar la ciudad.
Contaban con cerca de 300 efectivos. La partida de carrancistas sumaba más de 400 hombres, de los cuales 180 eran los rurales sublevados del 21º Cuerpo, treinta y tantos ferrocarrileros y más de cien paisanos reclutados en Ocampo, Llera, Xicoténcatl y algunas otras municipalidades y haciendas del sur del Estado, más los que se les unirían en Victoria.
Venían perfectamente armados y municionados con carabinas mausser, trayendo además algunas mulas con armamento de reserva. A la cabeza de esta partida venían el ex cabo Manuel M. Navarrete, los hermanos Hernández y Conrado Gallardo.
Los partes de ambos bandos no son muy claros en la participación del futuro diputado constituyente Emilio P. Nafarrate en esa primera batalla por la capital, quizás aguardó en Casas o se le dio otra misión. Lo cierto es que a las cinco y veinte de la madrugada comenzó el ataque de los rebeldes sobre el panteón, sobre una fuerza montada que efectuaba un reconocimiento por ese rumbo a las órdenes del mayor Refugio Treviño; trabándose desde luego entre ambas fuerzas un violento y vigoroso ataque.
Los rebeldes se aprovecharon de las quebraduras del terreno y de unos zanjones que existían en el cementerio, pero después de tres horas de combate fueron desalojados. Treviño conocía muy bien a Miguel M. Navarrete, pues cuando éste era cabo, había servido bajo sus órdenes en la campaña contra los revoltosos de Ocampo, a inicios de 1912.
El combate seguía, y los revolucionarios mandados por Navarrete, llegaron a penetrar hasta el mercado El Parián, a una cuadra de la plaza principal, viéndose obligados los defensores a brincar desde el segundo piso del inmueble para retirarse.
Aun así, los carrancistas fueron rechazados. El coronel federal Luis L. Garza fue de los primeros en caer muerto, corriendo igual suerte el teniente del 28º Regimiento, Guadalupe Cuellar. Estando cerca de Luis L. Garza el mayor Treviño, quedó a cargo de la dirección del combate, hasta las ocho de la mañana, hora que se le comunicó la muerte de su homologo al coronel de irregulares, Fiacro R. Betancourt, quien inmediatamente se hizo cargo de la dirección de la defensa.
El punto más importante de las defensas federales, el Santuario de Guadalupe, colocado sobre una serie de colinas al sur de la ciudad y que la dominaba por completo con ventajosa situación, estaba al cuidado y vigilancia de los rurales del Estado, quienes lo entregaron a los rebeldes a las 5:30 de la mañana sin disparar un solo tiro, pues estaban en complicidad con sus ex compañeros.
Dueños de ese punto, el 21º Cuerpo Rural comenzó un fuego de enfilada sobre las fuerzas de reserva colocadas en la plaza principal y sobre la cárcel, cuartel y algunos edificios públicos, haciendo certera puntería, matando a muchos defensores e hiriendo a otros tantos, así como a numerosa caballada. Los carrancistas aminoraron el fuego como a las diez de la mañana para reforzarse mejor.
Situación que fue aprovechada por los defensores de la ciudad para tratar de desalojarlos del santuario, empresa temeraria por cierto, según informó días después el coronel Fiacro R. Betancourt, pues los revolucionarios tenían todo género de ventajas y eran más de cien efectivos. Para tal misión se organizaron dos columnas de ataque, una de setenta hombres del 28º Regimiento y 10º de Rurales a las órdenes del cabo primero Febronio Salazar; quien debía efectuar el ataque principal flanqueando al enemigo, y otro por el frente, con diez hombres a las órdenes de los sargentos segundos Juan Larrazolo y Juan G. Zurita. Después de dos horas, que fueron por cierto las más duras de la lucha, los revolucionarios fueron desalojados de sus posiciones, dejando muchos muertos y heridos. Se ordenó luego la persecución, la cual tuvo cierto éxito, pues se logró dispersarlos y quitarles algunos prisioneros, armas y caballos. En palabras del coronel Betancourt, las fuerzas federales del Ejército de línea y las tropas del 28º Regimiento y 10º de Rurales, y los cuarenta voluntarios que la Cámara de Comercio reclutó días antes, se portaron a la altura, haciendo especial mención por su valor temerario, al mayor Refugio Treviño, capitán primero Nabor Torres y cabo de rurales Febronio Salazar.
En su parte a las Secretaría de Guerra y Marina, don Fiacro hizo también mención especial de los oficiales del 28º Regimiento: Francisco P. García, tenientes y subtenientes Cristóbal Bújanos, Merced Cuellar y Gilberto Maxemín, así como de los sargentos Juan Larrazolo, Timoteo Limas y Juan G. Zurita, añadiendo que treinta y cinco jóvenes de “la buena sociedad” que se armaron voluntariamente y les fue encomendada la vigilancia de la prisión, desempeñaron su cometido con toda voluntad y honradez.
El 30 de abril, el coronel también solicitó al Ministerio de Guerra que se ascendiera al grado inmediato a los oficiales mencionados. Al parecer los carrancistas contaron con toda clase de ayuda por parte del pueblo de la ciudad, pues el coronel Fiacro R. Betancourt tenía la plena seguridad y datos suficientes para asegurar que parte de la policía municipal y rurales del Estado estaban implicados, pues muchos de ellos desertaron y otros dejaron entrar a los sediciosos sin hacer la mayor resistencia, así mismo informó al alto mando huertista de la Ciudad de México, que algunos miembros del ayuntamiento y personal administrativo de otras dependencias estaba involucrados, por lo que solicitó la averiguación respectiva.
El combate por Ciudad Victoria se prolongó hasta las dos de la tarde. Se gastaron 34,325 cartuchos, hubo 35 muertos y 6 heridos de los revolucionarios, los cuales fueron hechos prisioneros. Se supo también que Navarrete se llevó a 11 más heridos. Por parte de los federales hubo muertos un coronel, un teniente y siete de tropa, y heridos un cabo de rurales y 11 de tropa.
Según el parte, por los defensores murieron Serapio Oliva, Francisco García y Silverio Torres, pertenecientes al 10º de rurales; Juan de la Rosa, Nicolás Hernández y Lino Avalos del 28º Regimiento de Rurales del Estado, y Antonio Hernández de la gendarmería. Mientras que por los rebeldes cayeron el cabecilla Conrado Gallardo, Antonio Gallardo, Rodrigo Portales, Ildefonso Tristán, Francisco Pérez, Encarnación Medina, Gerardo Álvarez, Trinidad Hernández, Pedro Hernández, el ferrocarrilero Manuel Villafuerte, Ángel Olvera, Refugio Zapata, Jorge Ramos, Antonio Hernández, Francisco Alvarado, Filiberto Calvardo, Benigno Valle, Trinidad Hernández y 18 más sin identificar.
En los días posteriores, 11 prisioneros carrancistas fueron puestos a disposición del Juez Instructor Militar Especial, siendo ellos: Felipe González, Martín Rodríguez, Urbano Martínez, Calixto Castañeda, Manuel Zúñiga, Pascual Aparicio, Ascensión Medina, Mauricio Cabrera, Cayetano Abundis, Jesús Berrones y Emilio Paz, ignorando cual fue su destino. Los carrancistas siguieron rumbo a San Carlos, Cruillas y Jiménez, donde permanecieron unos días, para después seguir a El Encinal, en donde se reunieron con José Agustín Castro. A si concluyó la primera batalla por la capital de Tamaulipas durante la revolución constitucionalista, plaza que finalmente cayó a mediados de noviembre de 1913, pero esa, es otra historia.
POR MARVIN OSIRIS HUERTA MÁRQUEZ