Hace un tiempo tuve la oportunidad de hacer un largo viaje en avión. Crucé el Atlántico para estar unos meses en España, y una vez ahí viajé por otros 9 países de Europa y África. Cuando comencé el viaje, sentía que escapaba de mi realidad, de todo lo que conocía y vivía. Luego llegué a España y me di cuenta de que las cosas allá no eran tan distintas que las de aquí.
Al regresar unos meses después a México, tuve esa sensación de que, en realidad, no me había ido a ningún lado, que la contaminación de aquí también está allá en mayor o menor medida. También la pobreza, el hambre, la migración, la corrupción, la violencia, el terror. Pero lo más visible era la contaminación ambiental.
Los lagos eran negros, los ríos sucios, verdes, lamosos, espumosos, lagunas intoxicadas. Era muy triste mirar por la ventana del avión esos paisajes, y también la nata de smog en las ciudades. No era difícil imaginarse una esfera con aire, agua y tierra contaminadas, que corren de un lugar a otro dentro de la misma esfera, todos somos uno. Las fronteras políticas son un engaño para la polución medioambiental. No existen. Lo que está contaminado aquí, tarde o temprano llegará allá y viceversa.
El calentamiento global es una realidad que afecta a todos, ya sea que el país produzca contaminación o no.
Después de viajar 11 o 12 horas para darle la vuelta al mundo, en realidad deja la sensación que el planeta es muy chiquito. Y que debemos cuidarlo porque no existe otro que a corto o largo plazo podamos habitar. No hay a dónde ir. No hay vecino a quién echarle la basura o a quién culpar. Estamos en el mismo planeta y a nosotros, como animales más altos en el eslabón alimenticio, nos toca cuidarlo y mantenerlo a salvo… de nosotros mismos. Con la llegada de la pandemia por COVID-19 tuvimos un entrenamiento sobre qué pasaría si dejamos al planeta sanar.
Tal vez un día el planeta despierte y se vuelva contra nosotros. Tal vez seamos nosotros los que nos extingamos mientras el planeta tarda otros milenios en convertirnos en hidrocarburos no renovables.
Quizá la madre naturaleza convierta toda esa polución en bosques, los ríos se limpien y vuelvan a su cauce. Pero se necesitaría que nosotros como especie ya no estemos aquí, para que el planeta haga su magia.
¿Qué necesitamos para despertar nuestra conciencia sobre el planeta? Hay quienes piensan que la solución está en nosotros y en pequeñas acciones que ayuden a limpiar y organizar la basura para dejar de contaminar a nivel personal.
También hay quienes creen que esas acciones no son nada en comparación con o que deben hacer las grandes industrias, a quienes consideran los únicos responsables. En realidad, no podemos obligarlos a incorporar políticas o tratados internacionales que comprometan a las grandes industrias a dejar de emitir contaminantes.
Si el planeta nos tiene a nosotros para ensuciar, también nos tiene para limpiar. Sí podemos exigir y cambiar la opinión pública internacional para aplicar sanciones a las industrias contaminantes. No somos simples individuos, somos los responsables del planeta, somos los hermanos mayores y juntos somos fuerza para exigir. Si la contaminación y el calentamiento global avanza, las personas con menores recursos resentirán primero las consecuencias, pero no exime que llegue a todos los estratos sociales.
Todos estamos en el mismo barco, y cuando haya manifestantes como Greta Thunberg exigiendo, no les callen ni les desalienten. Ellos exigen un mundo mejor para las futuras generaciones. Mas bien hay que sumarse a su causa. ¿Qué podemos hacer? Salvar animales en peligro de extensión, mantener intactos nuestros bosques o evitar las talas, apagar los incendios, reciclar, evitar el fracking dañino, evitar el consumo de empaques innecesarios, cuidar el agua, pero sobre todo exigir políticas públicas de conservación ambiental. En el sur de Tamaulipas estamos pagando muy caro el descuido a nuestro medio ambiente, lagos y lagunas.
Esperemos que las siguientes acciones gubernamentales estén dirigidas a mantener y garantizar el cuidado del agua, así como nosotros como sociedad podemos aprender de esta crisis hídrica para exigir, limpiar y cuidar lo que la naturaleza nos da.
Demostremos que hemos aprendido la lección.