CIUDAD VICTORIA, TAM.- Pues bien, luego de intensos años de andar de acá para allá, el viejo Nissan Sentra del Caminante chupó faros y ya resultó incosteable para él intentar repararlo pues ya eran demasiadas fallas juntas.
Por el bien de su economía decidió rematarlo y recuperar un poco la inversión inicial en aquel auto. De un día para otro el vago reportero se quedó a pie, a pata, a pincel y a golpe de calcetín.
Ahora el problema sería transportarse desde su casa al sur de la capital hasta su trabajo. Son siete kilómetros y medio que recorrer diariamente al caer el sol y siete y medio por la madrugada.
Afortunadamente consiguió una bicicleta y aunque de entrada parecía todo un reto, el Caminante, terco como es, no se iba a dejar amedrentar. Puso manos a la obra y poco a poco fue equipando la ‘baica’: reparó frenos, rines, asiento y cámaras, además le instaló luces al frente y atrás.
“Sirve que hago ejercicio y bajo esta panza chelera y esta papada de mingitorio” se terapeaba para convencerse asimismo y no dejarse desanimar. De entrada sus horarios se apretaron pues el recorrido habría de tomar más tiempo de su dia …y noche. ¡Y vámonos! inició así sus trayectos en bici de ida y vuelta a la chamba. Pero esto fue solo el comienzo de su aventura.
Como un amigo tránsito le había aconsejado, se mantuvo circulando siempre dentro del carril de baja velocidad, ni en medio de ambos carriles ni pegado a la orilla.
“Si traes tus luces funcionando correctamente ni los coches ni las motos deben molestarte, tu mantente siempre en medio de tu carril, y si quieren rebasarte que lo hagan como lo harían con cualquier otro vehículo” le recomendó el agente entre otros tips más.
El Caminante siguió sus consejos al pie de la letra, pero como la cultura vial en esta ciudad es deplorable, de poco le sirvió. A diario, contrario a lo que su amigo tránsito le aseguró, no falta automovilista o chofer que no lo trate de forzar a hacerse a un lado. “¡Muévete cabrón hazte a la v…!” le gritó el chofer de un KIA nuevecito hace días, a lo que el Caminante hizo oídos sordos y continuó sobre su carril.
El automovilista procedió a rebasarlo pero alcanzó a hacer contacto con el manubrio y el vago reportero, perdiendo el control, fue a dar al pavimento del “21”. Eso solo fue el principio. Y es que cualquier ciclista capitalino sabe que los conductores, son la principal amenaza para su seguridad e integridad física. De nada sirven las malogradas “ciclovías” si los coches las invaden o no están bien señalizadas.
Total, que en menos de un mes, el Caminante ya lleva varias agresiones por parte de automovilistas y motociclistas que abusando de su vehículo y desesperados por las prisas, le han aventado la lámina con toda la intención de joderlo (y de los perritos bravos que viven en la calle porque sus dueños no se responsabilizan de ellos mejor ni hablar).
¿Y que decir de las calles llenas de pozos y baches? ¿De las inundadas por aguas negras? Imagínese el lector llegar al trabajo con los zapatos mojadas de caldo de orines que brotó de alguna alcantarilla.
Pero hay otro gran riesgo sobretodo nocturno que acecha a los ciclistas. Hace un par de noches, una patrulla de la guardia estatal ‘se le cerró’ al Caminante, que regresaba a casa después de camellar: le ordenaron bajar de su bici, vaciar sus bolsillos, abrir su mochila y quitarse los tenis. El vago reportero protestó por ese trato y lo que se ganó fue un empujón contra la patrulla.
Empezaron a discutir y el Caminante les recitó los artículos 16 y 20 constitucional. “Cuando seas abogado me recitas la ley pendejo, pero ahorita te vamos a hacer una revisión de rutina” le gritó un oficial. Cuando le preguntaron a qué se dedicaba y el Caminante se identificó como periodista los agentes cambiaron de actitud repentinamente, incluso hasta le ofrecieron una disculpa y le regresaron su bici y su mochila. Pasado este lamentable suceso, el Caminante prosiguió su camino pedaleando muy pensativo: a él lo respetaron porque como dicen despectivamente ‘charoleó’, pero ¿que hubiese pasado si no? ¿si fuese un ciudadano común cuyo único ‘delito’, fue regresar a casa en su bicicleta a altas horas de la noche? Los riesgos a los que se enfrenta todo el tiempo un ciclista en la ciudad pueden ser hasta mortales, y no son ‘visibles’ hasta que le tocan a uno.
Lo único que queda es a través de estas líneas es pedirle, ¡rogarle! a usted apreciable lector de “Pata de Perro” que la próxima vez que circule en su vehículo y se tope en su camino con un ciclista, imagine que quien pedalea es su hijo, o su padre, o su hermana y trátelo con precaución y cortesía.
POR JORGE ZAMORA