Los números de la elección son fríos y revelan una nueva realidad política en el estado, en la que la oposición tendría que replantearse seriamente qué papel quiere jugar.
La derrota de Acción Nacional fue escandalosa.
Perdió los municipios importantes que le quedaban y prácticamente toda relevancia en el Congreso de Tamaulipas.
Pero sobre todo, sufrió una sangría de votos que debería ser suficiente para que entre en un proceso serio de reflexión sobre las causas que los llevaron a esta caída estrepitosa.
En la elección del 2021, el PAN sacó 515,765 votos, solo 30 mil menos que los que obtuvo Morena.
Ese fue su argumento principal para apostar que un año después darían la pelea para retener la gubernatura de Tamaulipas, por lo que además sumaron al PRI, con cuyos votos -aseguraban- tenían en la bolsa la victoria del 2022.
Al final, la realidad les dio un golpe en la cara, pero no era nada en comparación con la debacle que sufrieron el pasado 2 de junio.
De los 545,870 votos de la elección del 2021, y los 642,433 que sacaron en el 2022, este 2024 conservaron solo 391,763 votos, lo que significa una disminución del 24% en relación con la última elección de representación proporcional, y del 39% comparado con la de la gubernatura.
Más grave es la condición del PRI, que hasta hace apenas una década, gobernaba más de la mitad del territorio estatal, y hace doce años tenía bajo su control toda la estructura estatal.
En ese periodo de tiempo, cayó hasta convertirse en la quinta fuerza política del estado, con una presencia meramente testimonial.
En la elección del 2021 todavía obtuvo una cifra nada despreciable de 132,947 votos, que bajó a 69,296 en la elección reciente, una disminución del 47%.
En el otro extremo está Morena que consolidó su hegemonía política con resultados apabullantes.
Pasó de 545,870 votos en el 2021 a 764,972 en el 2024, un alza del 40 por ciento, que resulta particularmente significativa después de cinco años de gobierno de López Obrador, y dos de Américo Villarreal, porque de algún modo se convierte en un evidente mensaje de aprobación a las políticas públicas y al estilo de ejercer el poder en los tiempos de la Cuarta Transformación.
Tanto así, que esta tendencia alcanzó para elevar la votación de su aliado, el Partido Verde que tuvo un incremento del 97% en comparación con la última elección legislativa. Pasó en tres años de 37,527 a 74,068 votos.
¿Qué han hecho tan mal el PAN y el PRI para caer tan bajo en sus niveles de aprobación?
En el caso de Tamaulipas, la respuesta está a la vista: la corrupción y los excesos que pusieron al PRI al borde de la pérdida del registro, ahora empiezan a diezmar al PAN, que apenas hace tres años -en la plenitud del poder cabecista- aún pretendía desplegar en el estado un proyecto transexenal.
Aunque nuestro sistema democrático todavía tiene mucho que mejorar, la buena noticia es que funciona con eficacia para reprobar a los malos gobiernos.
Los votos, tarde o temprano, castigan.
Por. Miguel Domínguez Flores