CIUDAD VICTORIA, TAM.- En el bullicioso centro de Victoria, entre el ir y venir de la gente, se encuentra Marcelo Rodríguez, un hombre cuya historia es desconocida para muchos, a pesar de ser una figura familiar en las calles.
A sus 35 años, Marcelo ha enfrentado desafíos que pocos podrían imaginar, y su determinación para seguir adelante es un testimonio de su increíble fortaleza.
Marcelo nació en Abasolo, Tamaulipas, y en gran parte de su vida se dedicó al trabajo en el campo.
Sin embargo, todo dio un giro dramático cuando a los 23 años sufrió un grave accidente laboral que le costó la pérdida de ambas piernas.
«Cada día me dedicaba a acarrear 138 toneladas de maíz a pura pala y pegado al cabezal. Una trilladora me arrebató la capacidad de caminar, correr y desplazarme libremente», recuerda Marcelo con una mezcla de dolor y resignación.
El accidente ocurrió poco después de que Marcelo regresara de la Ciudad de México, donde había vivido con sus abuelos vendiendo dulces en los mercados.
«No tenía mucha habilidad a la hora de trillar.
Tenía 23 años y vivía con mis padres cuando la tragedia ocurrió», explica.
Tras el accidente, fue trasladado a la unidad médica más cercana, pero nada se pudo hacer por sus extremidades.
A pesar de la gravedad de su situación, Marcelo nunca pensó en rendirse.
«No morí, la vida me dio otra oportunidad. Hay que darle para adelante», afirma con convicción. Con el apoyo de sus padres, decidió mudarse a Victoria, donde ha vivido durante más de siete años.
Marcelo se levanta cada día con la misma rutina: trabaja limpiando vidrios en la esquina del 9 Matamoros.
Aunque no tiene un lugar fijo para vivir o dormir, algunos locatarios del centro le permiten hacerlo y le ofrecen acceso a sus necesidades básicas.
«Limpio vidrios, lavo coches (les echo agua y tallo hasta donde puedo) y vendo productos como dulces.
No dejo que nada me limite, y me traslado con la ayuda de un triciclo que me regalaron», dice con orgullo.
La vida de Marcelo no ha sido fácil desde el accidente.
Él mismo admite que no se considera un ejemplo de vida debido a sus problemas de adicción.
«Consumo marihuana y Tonaya», confiesa, pero cada día se despierta con la intención de mejorar y trabajar para ganarse el sustento sin pedirle nada a nadie.
En cuanto a sus planes a futuro, Marcelo sueña con aprender algún tipo de trabajo electrónico.
«Tengo gran habilidad para reparar cosas sencillas y creo que podría reparar celulares y cambiar pantallas con la correcta instrucción», explica, mostrando una esperanza renovada.
Desde hace seis años, Marcelo tiene una pareja que conoció en la plaza Hidalgo cuando ella vendía marihuanol y él tenía dolor en una pierna.
«Me gustó, le gusté, nos gustamos y hasta la fecha ahí andamos», cuenta.
La historia de Marcelo es un recordatorio de que, a pesar de las adversidades, la fortaleza y la voluntad de seguir adelante pueden ser más poderosas que cualquier obstáculo.
En las calles de Victoria, Marcelo no solo limpia vidrios, sino que también limpia el polvo de la indiferencia con su ejemplo de resiliencia y perseverancia.
Por Raúl López García
EXPRESO-LA RAZON