Mientras la oposición permanece atrapada en su propio infierno, AMLO y Claudia Sheinbaum ratifican la continuidad de planes y programas contenidos en la 4T. No hay marcha atrás ni diferencias entre los regímenes emanados de Morena. Si algunos rabiosos adversarios suponían que la presidenta electa pintaría su raya después del 2 de junio, se equivocaron al grado de reconocer su lealtad hacia quien desde siempre le mostró confianza absoluta.
Por supuesto La Jefa impondrá su estilo de gobernar, es natural, lo cual nada tiene que ver con la convicción de que la república transita por el buen camino de la democracia y justicia social bajo la conducción de López Obrador. Hay todavía mucho por hacer, pero ahí está doña Claudia valiente y enérgica para construir la siguiente etapa del gran proyecto transformador que incluye la revolución de la conciencia ciudadana que como sabemos, dio la puntilla a la minoría rapaz que pretendía el retorno al saqueo y la corrupción.
El asunto es que por primera vez dos generaciones suman esfuerzos para convertir en realidad los sueños de quienes concibieron un país con destino. En este sentido es claro que la dignidad nacional está a salvo a pesar de las presiones internacionales afines a intereses de empresas trasnacionales que también extrañan privilegios.
AMLO y Claudia juntos hacen presencia donde son requeridos. No se trata de publicidad efímera, estudiada apariencia ni demagogia hipócrita, sino la necesidad de que tareas pendientes sean concluidas a la brevedad, o bien comprobar que las programadas están listas conforme a la promesa presidencial. Recién estuvieron en Coahuila, Durango y Tamaulipas y seguirán el resto de los estados porque la 4T involucra a todo el territorio sin distinciones partidistas como sucedió durante la influencia del PRIAN donde imperó la discriminación. Y ni modo que sea invento.
El primero de octubre, fecha de la toma de posesión de La Jefa, no empezará a escribirse otra historia porque tanto el sexenio de AMLO como el próximo, pertenecen a la misma. Y es que a partir de 2018 la mayoría la definió como la más realista y propia de su futuro. De ahí la obligación de ambos por cumplirla sobre cualquier circunstancia, por la sencilla razón de que el pueblo manda.
Por su parte PRI y PAN buscan entre el drenaje de la ignominia la forma de sacudirse la impureza fecal, cosa imposible porque tales partidos en la actualidad están hechos de podredumbre. El primero pretende cambiar de nombre, colores y hasta de logotipo, pero no de prácticas engañosas, fraudulentas, ni de complicidades ajenas al bienestar social. Y hasta es posible que mantenga la dirigencia porque de acuerdo a los trascendidos, Alejandro Moreno Cárdenas, el mentado “alito” intenta la reelección. “Como si hubieras quedado tan bien”, diría aquel.
Entre tanto los panistas escudriñan en sus despojos identificando culpables del fracaso. Marko Cortés está en la hoguera al igual que destacados personajes del conservadurismo cuya mentalidad sigue instalada en los tiempos de Maximiliano. En el PAN al igual que en el PRI, hay bombas a punto de estallar debido a que las militancias agotaron tolerancia y esperanza tan solo por la obsesión de unos cuantos que ignoraron las reglas de la política dejándose llevar por la ambición.
Lo cierto que en este ambiente confuso que vive la oposición, la 4T avanza y arrasa a los adversarios con un quijote de pronto retiro y una valiente heroína al frente, que van por la victoria final. ¡Órale!
SUCEDE QUE
AMLO es una “blanca palomita” comparado con doña Claudia. Nomás pa’ que los adversarios le midan el agua a los camotes.
Y hasta la próxima.
POR MAX ÁVILA