Quienes vivimos solos, sea por la causa que fuere, sabemos de lo que hablamos: La soledad es un proceso llevado lentamente en la travesía de días y noches hasta establecer una manera de hacer la vida. Sobre eso trabajan quienes afirman que la soledad fortalece al ser humano. No me digan.
Después de un tiempo en soledad el hombre sabe de qué material está hecho. La tela sursida del saco, abriga una mano solitaria que no tardará mucho en ir a buscar la otra que salió a corretear la chuleta. Una pata le hace un paro a la otra y avanzan.
No estás solo. Apenas sí acabas de distinguir el sueño de la vigilia y de la vida misma, y te enteras por TikTok que la vida es un baile sacando los prohibidos, un gesto de la cara, la vida es una señora solitaria que se vuelve viral luego de caer de bruces a media calle , un influencer, dos paleros y un contenido para hacer reír al público.
Habrá a quienes la idea de estar solo le parezca absurda y terrible. A cada uno la soledad puesta ya en serio impone respeto. Estar juntos y para siempre es la frase que se firma en un papel con dos testigos que iban pasando por la calle. El chiste es que ya no puedes rajarte, hasta que te acostumbras a ir al cine para simular que son una familia perfecta. Pero no importa. Hay afortunadamente la contraparte, donde dos que se juntaron hicieron una colonia como la Mainero.
La soledad sin embargo te aguarda. Al caminar por la ciudad existe la soledad, las soledades, las soledades más chiquitas, el medio tiempo en una esquina sin nadie, una vuelta a la plaza vacía, la cita incumplida, el reloj detenido, sin pila, sin Uber, sin pan, sin ganas.
Para cualquiera la soledad suele aparecer en inusual momento de nuestra existencia. Otras veces la soledad es deseada en el centro de una multitud aventando riscasos de una cuadra a la otra. En las cárceles la soledad es un refugio. Un extremo de la calle lleva huecos de aire, pues por ahí nada pasa, la soledad acecha a la víctima campante.
Tengo para mi que de soledad no ha muerto nadie. La misma la soledad es ocupada por los maleantes para ocultarse. Más vale solo que mal acompañado pero viajamos al espacio juntos pensando lo mismo, al aterrizar el suelo es parejo y es cuando el ser solitario presenta su invención al mundo. No estamos solos. Solo que a veces no hay nadie.
Y claro la soledad es algo así como no tener con quien cantar o jugar a contar los carros que pasan. Durante la casa hay soledades como soldados, van ocupando la patria y la invasión es una lluvia de lágrimas. A cierta hora se apaga el foco y la pelea se empareja, me acaban de dar una patada en el alma.
Requieres de un fiel Sancho Panza, un carnal que vaya y eche aguas, alguien, no sé para qué pero que vea por la ventana cómo poco a poco se va llenando la casa de raza, es tan fácil como imaginarlo. El sordo rumor del solitario, trae vidrios rotos , espejismos, presencias no muy usuales, alucines, ideas vagas y locas extravagancias.
Se tiene la idea de que alguien más hay en casa y escuchas el sonidero de la batería de la cocina cayendo de una por una sobre el enorme silencio del vecindario. La noches solitaria escucha la voz de los árboles, la oscuridad trae el acto principal del viejo mago que hace desaparecer los muebles al instante.
Estoy en el centro de la habitación tratando de acompañar al viejo héroe, al ídolo derrocado, a la estatua viviente que bebe agua de la llave, al alucin, al morro del 106, el único habitante de un cubo de hielo y un whisky. Asómate para ver si hay alguien ahí, pues en el excéntrico y mudo monólogo de las 12 de la noche suelo contestarme: “¡ No estoy… venga más tarde si quiere!”.
HASTA PRONTO
POR RIGOBERTO HERNÁNDEZ GUEVARA