Desde que se conocieron a detalle los resultados del 2 de junio -la apabullante victoria de Morena, pero sobre todo, la debacle electoral de la oposición- la discusión política nacional se trasladó del papel que supuestamente jugarían el PRI y al PAN, a la relación que llevarían Claudia y AMLO, una vez que se concrete el cambio de poder.
Más allá: se puso sobre la mesa la idea, nada descabellada, de que la próxima presidenta de la República, más que concentrarse en lidiar con las ofensivas políticas de los partidos de oposición, tendría que enfocarse en calmar las aguas al interior de Morena en una etapa post López Obrador.
El otro tema de constante análisis son las similitudes o las diferencias entre la presidenta entrante y el presidente que está por terminar su mandato.
Como primera prueba de fuego para calibrar esta relación apareció en la agenda la discusión de la reforma judicial que ya inició para que sea aprobada, lo más pronto posible cuando tome posesión la nueva Legislatura federal, en la que Morena tendrá mayoría calificada.
Claudia ha sido hábil para desactivar las dos principales acusaciones -opuestas entre sí- que le lanzan desde la oposición: 1) Que obedecerá ciegamente lo que dicte López Obrador aún después de su salida del poder, y/o 2) que es inminente una ruptura política entre ambos que complicaría gravemente su próximo ejercicio de gobierno.
Sheinbaum ha mostrado capacidad para enseñar que no tiene por qué ocurrir forzosamente una de las dos variables que pronostican, algunos con legítima preocupación otros con evidente deseo.
La presidenta electa ha hecho una carrera política a lado de AMLO, y en esa línea ha mostrado lealtad inquebrantable a su proyecto.
Pero también hay suficientes muestras en su carrera pública -la más reciente, su gestión en la CDMX- de que Claudia tiene su propio estilo, sus propias ideas, y un criterio personal que ya se nota en sus primeros días como presidenta electa.
La presentación de los primeros seis integrantes de su gabinete es una prueba más de ello.
En torno a la revelación de estos nombres también había expectativas de la oposición: por un lado quienes esperaban una lista plagada de personajes cercanos al presidente López Obrador para insistir con la versión de que es él quién seguirá gobernando en la sombra.
Por otro, quienes apuntaban a perfiles con una mayor identificación política para atizar la idea de que Claudia es una representantes del ala más radical de Morena.
Ni una ni otra. La presidenta electa presentó a seis futuros funcionarios con credenciales y trayectorias que auguran la construcción de un gabinete serio, profesional, más cercano a la academia y la ciencia.
Lo dicho: Claudia tiene su propio estilo.
POR MIGUEL DOMÍNGUEZ FLORES