En el México anterior a la llegada de los españoles los tianguis eran los lugares para el comercio de las mercancías que se instalaban en forma temporal o permanente para que los pobladores de las ciudades de aquella época pudieran ver y adquirir los productos que se ofrecían.
Los tianguis temporales han sobrevivido hasta nuestros días y en ellos los mercaderes ofrecen a sus clientes, comida recién hecha, ropa nueva y de medio uso, frutas y verduras, legumbres y especias, carne y pollo, flores y artesanías. Los tianguis son también lugares de reunión y de paseo.
Los Mercados se le llama ahora a las agrupaciones y entidades financieras que se dedican en todo el mundo a la compra y venta de acciones representativas del valor de una empresa, comprar una acción sirve al que la adquiere para obtener una utilidad y la empresa que la vende financia su funcionamiento y desarrollo mediante el dinero que recibe por esas acciones o títulos.
Así, las más diversas empresas, desde las que fabrican coches y camiones, las de cohetes y naves espaciales, hasta las de tintes para el pelo y jabones de baño venden acciones en Los Mercados. Estas operaciones se llevan a cabo en tianguis muy elegantes y especializados a los que se les denomina Bolsa de Valores.
Actualmente el volumen de operaciones y acciones de las bolsas de valores de los países desarrollados y emergentes se ha convertido en un indicador importante de la buena o mala salud de la economía de un país, aunque como dicen algunos analistas que critican la especulación de Los Mercados, hoy día empresas como General Electric ganan más en la venta de sus acciones que vendiendo los refrigeradores y estufas que fabrican.
Al mismo tiempo los mercados verdaderos siguen existiendo, los de productores que generan bienes y los venden y quienes los compran y los utilizan, esos mantienen al mundo funcionando, proveen los bienes y los servicios que necesitan las sociedades modernas, generan empleos y recursos, pagan impuestos y contribuyen a crear prosperidad.
Los Mercados sin duda contribuyen al financiamiento de las empresas mediante la compra y venta de sus acciones, pero también se han convertido en instrumentos para la especulación, la acumulación desmedida de capitales y para desestabilizar la economía de alguno o varios países. En México ahora mismo Los Mercados parecen ser la última trinchera de la derecha opositora que pretende obstruir a toda costa el trabajo del gobierno que está concluyendo y el del gobierno que está por iniciar.
Ante el anuncio de la Reforma del Poder Judicial, Los Mercados se declaran “nerviosos” y ensayan mini fuga de capitales que hacen descender un poco el índice de la Bolsa Mexicana de Valores y el valor de las acciones en el mercado internacional de empresas radicadas en México, al mismo tiempo arremeten contra la cotización del peso con relación al dólar. Sin embargo son operaciones muy caras y de corta duración, y solo crean una turbulencia económica transitoria.
La Presidenta Sheinbaum tiene la legitimidad del voto masivo incluyendo el de quienes se pasean por las decenas de miles de tianguis populares de México, mientras los pocos que especulan en Los Mercados tratan de acotar sus decisiones y mantener sus privilegios, para que el Poder Judicial no se reforme y siga trabajando en la oscuridad a favor de sus intereses y para tratar de obstruir con su “nerviosismo” contagioso hasta la integración del gabinete presidencial, al fin y al cabo, con la especulación financiera y la desestabilización también ganan dinero.
Pero lo cierto es que esta estrategia de corto plazo también esta fracasando, a ese paso lo único que le quedará por hacer a la derecha opositora y a Los Mercados nerviosos, será ir al tianguis más cercano a tomarse un té de hierbas aromáticas que les devuelva la calma y les alivie las ansiedades, mientras tanto la democracia se consolida, los legisladores, los actuales y los electos, se abren a la revisión pública de la reforma del Poder Judicial, la Presidenta Claudia Sheinbaum anuncia exitosamente su gabinete y prepara el inicio de su gobierno.
POR JESÚS COLLADO MARTÍNEZ