En los poco más de 90 días que le restan a la administración federal, el compañero Andrés Manuel dejará varios asuntos pendientes, irresueltos y graves.
A estas alturas del sexenio, nadie puede refutar que es la administración más sangrienta en el último medio siglo en México.
El gobierno de Andrés Manuel llevaba, hasta el inicio de esta semana más de 190 mil 800 homicidios dolosos registrados oficialmente, una cifra sin precedente y, quizá, que difícilmente alguien alcanzará.
El gobierno de la esperanza, ese que prometió acabar con lo que tramposamente llamó “Guerra de Calderón” a las acciones contra el crimen organizado ha fracasado rotundamente en su obligación de garantizar la seguridad y la integridad de la población.
En su lugar, la violencia ha crecido incontenible, el dominio territorial de los criminales se extendió a todo el país y la impunidad es cosa de todos los días.
Más de 190 mil homicidios dolosos en menos de seis años es para avergonzarse, para sentir indignación, para pedir la renuncia -si no es que la cárcel -, para los responsables de no aplicar la ley y dejar que crecieran las actividades criminales.
Al sexenio de la transformación, el que prometió cambiar de raíz los grandes males que durante décadas han aquejado al país, las cosas le salieron peor de lo que pensaban quienes confiaron en lo que les dijo Andrés Manuel.
Es un tema tan hablado, tan analizado que pareciera que comentarlo no aporta algo nuevo. Pero por el contrario, es necesario tenerlo presente siempre, sacarlo a la luz, recordarlo, para que los familiares de las decenas de miles de víctimas lo tengan muy presente.
Para que quienes refrendaron su confianza en un proyecto de gobierno pensando que sus condiciones de vida mejorarán, sepan qué puede pasar y qué no. Faltan poco más de 90 días para que se termine el sexenio de López Obrador y no, las cosas en materia de seguridad no están bien.
Nadie puede defender los pésimos resultados entregados al país. Hace días, el compañero Andrés Manuel dijo que si bien había aumentado el número de homicidios dolosos, no había crecido la violencia.
¿Absurdo? Claro, aunque coloquialmente se le puede llamar de otra manera a ese reconocimiento que hizo el Presidente a la situación que viven millones de familias cotidianamente.
Unos dirán que es cinismo, otros, que fue un lapsus en el que López Obrador admitió tácitamente su fracaso en la promesa de garantizar seguridad a los mexicanos. En poco más de 90 días terminará sexenio más sangriento en el último medio siglo.
Los muertos quedan para el registro, para nutrir la historia, esa que cuando se cuente tendrá que poner al compañero Andrés Manuel en el lugar que le corresponde como indolente, porque prefirió repartir abrazos e impunidad a los delincuentes, antes que asumir su responsabilidad de aplicar la ley.
¿Cuántos muertos más se van a acumular en el registro oficial de aquí a que termine el gobierno de la esperanza? Lo que sean, sumarán más puntos negativos al balance del sexenio que resultó peor que el que Andrés Manuel y sus seguidores siempre han criticado, el de Calderón.
¿Quién se atreve a negarlo, con números en la mano, sin fanatismo?
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