CIUDAD VICTORIA, TAM.- El Caminante enfiló sus pasos hacia la miscelánea mas cercana a su cantón y se topó con Doña Coco, quien muy malhumorada respondió entre dientes al saludo. – Buena noches Doña Coco – dijo el Caminante. – Pos ni tan buenas, me tuve que venir a pata desde el centro – respondió la mujer.
– ¿Y eso? ¿ya le dio por eso de hacer ejercicio vecina? – Nombre usted ni la burla perdona. – No se enoje, ¿pues qué le pasó o qué? – El pinche micro que nunca pasó, apenas eran las 7 y media de la tarde y ya no andaban en ruta. – ¿Y se vino caminando desde el 8 bulevar? – Si, y yo que ya había pasado a Grand Obrero a comprar mandado, y no me quedó dinero mas que para el micro – contestó la mujer dejando en el suelo sus bolsas de plástico. – ¿No le alcanzó pa’l DiDi? – Ay no de esos infelices ya ni me hable, que van dos veces que le ponen ahí que no pagué. – Pues págueles Doña Coco. – ¡Claro que les pagué! pero los muy canijos le ponen en la aplicación que no lo hice, méndigos muertos de hambre, es mucha su rugidera de tripas.
– ¿Y no le alcanzó ni pa’l micro? – Con la novedad que ya cobran doce pesos, subieron la tarifa a la brava – Oiga Doña Coco, que yo sepa eso aun no está autorizado. – ¡Ay como si eso les importara! total, como no hay quién los ponga en su lugar, hace años si había inspectores vigilando en todos los paraderos, en ‘el bule’, en la central, en Tamatán, ahora ya hacen lo que les da la gana. – Como incrementar la tarifa ¿verdad?
– ¡Nombre eso vale madres! – dijo la doñita limpiándose el sudor – si los tres pesos extra que cobran hasta se me hace poquito, el verdadero detalle es el mal servicio, si se le puede decir así, que prestan los canijos.
– ¿Son muy pachorrudos? – Eso es lo de menos, porque mientras ruede la fregadera, no me importa si van lentos, ¡con que haya micros en ruta me conformo! – ¿De plano? – Mire, fíjese, yo que conozco muchas ciudades de la república le voy a decir una cosa: somos casi casi la única ciudad capital con un transporte público completamente de rancho, los micros aparte de viejos son incómodos, no todos, pero la gran mayoría se vienen desarmando en el camino, echan un chingo de humo y cuando llueve se les mete el agua, como decimos aquí “llueve mas adentro que afuera”. – Nombre Doña Coco ni como decir otra cosa, todo eso que dice es verdad.
– Y eso no es lo ‘pior’ ¿sabe que es lo mas gacho del asunto? que no dan el servicio, andan muy pocas unidades en ruta, y el chofer siempre le quiere meter hasta el tope de gente. – El viejo cuento de “córranse para atrás haciendo dos filas, atrás hay espacio”.
– Ándele eso, por ejemplo el que va para Huertas de San Javier se estaciona en el puente del 9 y no se mueve hasta que el micro queda atascado de pasajeros, es un sufrimiento ir ahí todo apretado embarrándose de sudor con los demás, y con estos calorones de mas de 45 grados imagínese, y pa’ colmo ni le entra el aire. – Y con tanto peso las unidades lo resienten más – comentó el Caminante.
– ¡Pos claro! gastan mas ‘gas’ y la suspensión y el motor se joden mas rápido. Luego van subiendo ahí por el Santuario y se van desarmando en el camino, bien seguido se ven micros descompuestos en esa curva, y luego de pilón todas las calles llenas de baches y pozos… – Es que las unidades ya están my viejas, hay algunas de hace mas de 30 años – dijo el Caminante.
– A final de cuentas es un círculo vicioso: la tarifa bien castigada para ellos, y no pueden renovar unidades, con lo cual los micros se descomponen mas seguido, y el pasajero es el que lo sufre, porque las unidades son lentas, contaminantes y van cayéndose en pedazos, y pa’ acabarla de amolar, el horario es muy corto, ya ve yo, ocho de la noche y no alcancé micro, ahora imagínese a tanta gente que sale de su trabajo y no agarra uno.
– Pues a pagar Uber o DiDi. – ¡Uy no pues ahí esta la fregadera!, eso es estar trabajando solo para pagar DiDi, porque mínimo serían 100 pesos diarios. ¡No, lo que se necesita es que las autoridades se pongan a trabajar y verifiquen unidades, rutas y horarios, pero pues como los que trabajan en gobierno ni se andan subiendo el micro pues les vale madre… – Ya cálmese Doña Coco que me le va a dar el soponcio aquí por hacer corajes.
– Tiene razón, ahí nos vemos luego – se despidió la señora tomando aire para el último tirón hasta su casa. Así como Doña Coco, miles de capitalinos se las ven negras con el transporte público día a día, pero ‘ojo’, el problema no es pagar tres pesos más, sino el pésimo, corto y sufrido servicio que dan a los victorenses. Demasiada pata de perro por esta semana
POR JORGE ZAMORA