La aniquilación del Partido Revolucionario Institucional (PRI), al rebasar los 95 años de existencia, obedece al deterioro crónico que empezó a padecer en el 2000, cuando tras 71 años de ostentar la Presidencia de la República fue echado de Palacio Nacional.
Once años antes (1989) tuvo su primera caída producida por los vicios y excesos de sus dirigentes al perder la gubernatura de Baja California. Sin embargo, las tribus de interés ahí enquistadas soslayaron atender la ‘alerta’ de su fracaso ante el Partido Acción Nacional (PAN).
Esto, causó que desde entonces le aparecieran más órganos dañados por el grave cáncer que hoy lo invade.
En 1991 el albiceleste le ganó la gubernatura de Guanajuato; en 1992, la de Chihuahua; en 1996 la de Jalisco y en 1997 las de Querétaro y Nuevo León.
Ese mismo año, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) triunfó en la elección de jefe del Gobierno del entonces Distrito Federal (llamado a la fecha Ciudad de México).
Hacia 1998, también perdió la gubernatura de Zacatecas, ante el PRD; y en 1999 las de Tlaxcala y Baja California Sur, quedando éstas manos del membrete amarillo; además de la de Nayarit, que fue para el albiceleste.
Toda vez despojado de la Presidencia de la República, el PRI continuó en caída libre, perdiendo más gubernaturas.
En 2006 nuevamente fracasó en la elección presidencial, que recuperó en 2012, pero ésta la perdió por tercera vez en el 2018; y, por consiguiente, bajo el mandato del mentado ‘Alito’ (Rafael Alejandro Moreno Cárdenas) no sólo ha perdido más gubernaturas, sino también escaños y curules, cientos de presidencias municipales, sindicaturas y regidurías.
Esto significa que las entrañas del PRI están invadidas de cáncer.
Aun así, el campechano se niega a dejar la dirigencia, hasta entonces no le eche la última palada de tierra a su tumba.
¿Acaso por consigna?
Ya lo creo, pues la modificación a los estatutos priistas diseñada quizá por él mismo para su reelección y control de los pastores legislativos de su partido, federales y estatales, lo confirman.
Lleva un lustro al frente del PRI. Más de lo que dictaban los estatutos, antes de su modificación de ayer, y para concretar su cometido de ser el sepulturero del tricolor, quiere seguir por cuatro u ocho más al frente, pese a no haber concluido, aún, el proceso eleccionario de este 2024.
¡Vaya, cuánta desvergüenza?
Renovación estatal
Los procesos para la renovación de dirigentes partidistas estatales iniciarán (formalmente) enseguida de que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resuelva todas y cada una de las impugnaciones promovidas en tiempo y forma.
No antes, puesto que es el único órgano judicial facultado para validar el proceso.
De cualquier forma, en los seis membretes con registro oficial se observan barullos. Unos, quizás urdidos por las mismas dirigencias, para así sabotear a sus opositores domésticos, con el rollo de privilegiar la democracia. Y otros, provocados por los grupos que codician asir el control partidista.
Lo cierto es que actualmente pocos cuadros ‘pelan’ a sus dirigentes. Y hasta apuran su salida, los más, acusándolos del descalabro sufrido en las urnas; o por su exclusión en las nominaciones.
En pocas palabras, los partidos lucen ‘descabezados’.
A esto obedece, precisamente, la presión de la militancia, que reclama su derecho a participar en los procesos relevistas rehusando a disciplinarse como siempre lo hizo, a los propósitos centralistas por, al menos, un par de razones:
1) El arribo de nuevas camarillas a las estructuras dirigentes; y
2) La presunción de que otra vez se le negaría cabida a quienes no les sean afines a éstas, aun compartiendo ‘principios ideológicos’ (sic)
En fin, vayamos por partes:
MC: Juan Carlos Zertuche Romero, es el coordinador estatal del membrete naranja –por instrucción directa del dueño de la franquicia, Dante Alfonso Delgado Rannauro–, pero él mismo reconoce que no podría compartir su tiempo de diputado local (plurinominal) y dirigente partidista.
morena: Yuriria Iturbe Vázquez es aún, de facto, su dirigente estatal, aunque poco la toman en cuenta los militantes, simpatizantes, diputados locales y ediles. Y eso hace presumir que será relevada del cargo antes de atender su nuevo cargo de diputada local plurinominal (recuérdese que nadie votó por ella).
PAN: Luis René Cantú Galván, ‘El Cachorro’, tras su fracaso como dirigente estatal dejará el cargo en manos de quien decida su patrón (léase Francisco ‘N’). Y no tendrá, por cierto, mano en la designación de su propio relevo.
PRI: Mercedes del Carmen Guillén Vicente no anticipa ni adelanta vísperas, porque claramente entiende que la decisión (de relevarla) corre a cargo del CEN. Aun así, insiste en cohesionar a los cuadros para enfrentar el proceso de su propia sucesión.
PT: Alberto Anaya Gutiérrez, el propietario de esta franquicia –que inventó Carlos Salinas de Gortari hace más de tres décadas–, será quien decida el nombre del nuevo dirigente estatal.
PVEM: Aparece en escena un grupo de ex militantes priistas que dice buscar la reivindicación de Tamaulipas, proponiendo que Manuel Muñoz Cano se quede al frente.
POR JUAN SÁNCHEZ MENDOZA
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