Hace unos días leí una columna escrita por Arturo Pérez Reverte donde relata una plática que tuvo con un compadre suyo Antonio Lucas acerca de una serie televisiva en España llamada Un caballero en Moscú, basada en una novela de Amor Towles del mismo nombre, y que cuenta las aventuras de un aristócrata, el noble conde Alexander Ilyich Rostov, quien es detenido por los nuevos amos bolcheviques de Rusia durante la revolución de 1918 después de ser denunciado como enemigo de la Revolución debido a su herencia aristocrática.
Por este “delito”, es condenado a vivir por el resto de su vida en el legendario hotel Metropol de la capital rusa. El artículo puede ser leído en https://www.milenio.com/opinion/arturo-perez-reverte/escrito-en-espana/estais-jodidos-antonio.
En ese encierro vive un sinfín de entretenidas aventuras, que no solo divierten, sino que ponen a reflexionar al lector. En fin, el libro vale la pena de ser leído. Pero regresando a lo escrito por Pérez Reverte, le comenta a su amigo Antonio acerca de la serie de televisión; “Y al hilo del asunto digo que la serie está muy bien, pero que es chocante que en plena revolución rusa, o sea, en 1918, cuando Lenin, Trotski y toda la peña, uno de los jefes revolucionarios rusos sea negro, que el ministro o responsable de cultura soviético sea también negro, y que en los años 20 el hotel Metropol esté lleno hasta la bandera de clientes y empleados del mismo color; que más que el Moscú bolchevique, aquello parece Harlem en hora punta”.
Imposible no sonreír al menos sino es que echar la carcajada, al imaginar a un grupo importante de negros siendo los protagonistas de la serie, y sobre todo el protagonista, un aristócrata de alcurnia en la Rusia de la segunda década del siglo pasado.
Y continúa citando específicamente un diálogo: Y, además, que uno de los capítulos contenga un diálogo delicioso, cuando un negrazo enorme como un armario, el tovarich rastafari, le pregunta ingenuamente —a mi juicio— al aristocrático y elegante conde Rostov: “¿Por qué no permitiste que me casara con tu hermana? ¿Porque soy comunista?”. Imposible no reír.
El amigo Antonio le responde simplemente “Son los tiempos” señalando así que son situaciones y comportamientos parte de la realidad actual provocados por cambios sociales, culturales, tecnológicos u otros factores que definen la época. Reverte clarifica aún más: “Lo dice con toda la razón (el amigo Antonio), porque los tiempos están hechos por la gente que los habita; y la gente que habita este tiempo quiere, o exige, tener lo que tiene. Nada puede objetarse a eso desde un punto de vista práctico. Si la Historia, el pasado, la realidad, deben retorcerse para que encajen en los cauces por donde discurre el presente, pues se hace y en paz. Para que el presente y el futuro sean como queremos que sean, el pasado no debe ser lo que fue, sino lo que nos gustaría que hubiera sido. Nada más fácil hoy, cuando la gente de infantería, desprovista de mecanismos defensivos —me refiero a la cultura— se lo traga todo. Basta con colgar videos de treinta segundos, escribir libros de historia o novelas, hacer series de televisión donde, falseando lo que realmente ocurrió, se haga justicia a quienes en otro tiempo no la tuvieron”.
Y entonces todo tiene sentido: “Hay más asesinatos, pero menos violencia” al justificar los casi 200 mil asesinatos que van en el sexenio, “abrazos, no balazos” como justificante para soltar a Ovidio “El Chapito”, o a Aureliano Guzmán Loera, “El Guano”, hermano del Chapo. Las dos inauguraciones de la refinería Olmeca, que no ha producido ni un mililitro de hidrocarburo. Que la pobreza extrema ya bajo, aunque los números digan que subió a 9.1millones de personas. Que la última elección haya sido la más pacífica, aunque hayan asesinado a más de 30 candidatos, incluyendo a un cuñado de Ricardo Monreal, o que ya tenemos un sistema de seguridad social como el de Dinamarca, aunque 50 millones de personas carecen de él, y siguen sin abastecerse adecuadamente las medicinas para las personas que si cuentan con ese servicio. Todo se puede justificar en la mañanera. Son los signos de nuestro tiempo, ciudadanos que aceptamos lo que nos hacen tragar en las mañaneras, las redes sociales, los medios de comunicación. Complacientes ante tanta falsedad y mentira que nos zampan quienes tienen el poder y viven de ello, y no somos capaces de cuestionarlos lo suficiente, aún más, los premiamos con el voto.
POR FRANCISCO DE ASÍS