No, para Tomás Yarrington Ruvalcaba no habrá una candidatura en el corto plazo, para tratar de buscar fuero federal y quedar a salvo de la posibilidad de ser encarcelado en el país.
Sin embargo, para el exgobernador tamaulipeco las cosas no parecen complicadas como podría pensarse, pues en plena agonía de sexenio federal su eventual encarcelamiento no parece ocupar demasiado la atención de la gente.
Ayer se supo que Yarrington fue liberado en Texas, en donde permaneció casi siete años en una cárcel federal.
Había sido extraditado de Italia en donde había sido detenido en compañía de otro varón y, en el vecino país norteño, condenado a nueve años de prisión al ser encontrado culpable de delitos como lavado de dinero, tráfico internacional de drogas, fraude bancario y evasión de impuestos.
En 2018, el priísta que en su momento favoreció a Eugenio “El Geño” Hernández Flores como su sucesor en el gobierno estatal, previa designación como candidato del PRI, fue acusado por la Corte Federal en Brownsville, Texas, de presuntamente aceptar sobornos de grupos del crimen organizado para darles protección mientras fue gobernador.
También lo acusaron de lavar dinero para la delincuencia organizada desde 20 años antes de esa fecha, cuando era candidato a la gubernatura.
La historia del exgobernador es la de alguien que fue proyectado como el ejemplo claro del político corrupto, coludido con los criminales y protegido por un manto de impunidad gracias a sus relaciones con el partido hegemónico en el país.
Tal cual fue retratado por la justicia mexicana, que hace 12 años comenzó a investigarlo por sus presumibles vínculos.
La noticia de que Yarrington fue liberado en Texas la semana pasada y que estaría eventualmente esperando ser deportado a México en donde también se le acusó de varios presuntos delitos, desató una ola de reacciones que van de sorpresa, incomodidad -de sus exsocios y exbeneficiarios-, hasta de burlas cuando se habla de que pasado el proceso electoral, tendría que esperar al menos tres años para buscar ser candidato a algún puesto de elección popular, como sucedió con su sucesor Eugenio “El Geño” Hernández Flores, también expresidiario como él.
Como se recuerda, en agosto del año pasado el exgobernador de Tamaulipas Eugenio “El Geño” Hernández Flores dejó la prisión en la que permaneció casi seis años, acusado de varios presuntos delitos.
Aunque quedó en libertad, enfrenta fuera de la cárcel una petición de extradición a Estados Unidos, en donde las autoridades lo quieren para juzgarlo también por varios presuntos delitos graves relacionados con la delincuencia organizada y operaciones financieras aparentemente irregulares.
Menos de seis meses después, Hernández Flores se convirtió en candidato del Partido Verde al Senado y aunque hubo intentos por inflarlo mediáticamente y gastó millonarias sumas en ello; aunque muchos exalcaldes, exdiputados y exbeneficiarios suyos salieron a apoyarlo, las elecciones de junio lo mostraron en su verdadera dimensión, cuando la mayoría de los tamaulipecos rechazó la absurda intención de llegar al Senado, mientras en Estados Unidos es considerado un presunto delincuente.
Cosas de la política, de los tiempos -es final de un sexenio marcado por los abrazos a los criminales en vez de aplicarles la ley-, la posibilidad de que Yarrington sea deportado a México y enfrente aquí otro proceso penal pero sea dejado en libertad, no es algo lejana.
Para las circunstancias que se viven y se esperan en el país en los siguientes dos meses -la pretendida reforma judicial que quiere el compañero Andrés Manuel-, el caso Yarrington es un excelente distractor de la opinión pública.
Todavía no está claro ni existe certeza sobre la posibilidad de que el exgobernador priísta de Tamaulipas llegue a México y sea procesado. Tampoco se sabe bien a bien si podría enfrentar las acusaciones en libertad, como ha sucedido con casos similares.
Tomás es de esos casos en los que un político inteligente, intelectualmente destacado, culto y esforzado no necesariamente llega al poder sin ensuciarse los zapatos y las manos, a juzgar por las acusaciones y la condena que purgó parcialmente en Estados Unidos.
Pero, como dirían los cínicos, también reúne el perfil de quienes habiendo estado en el cieno y pese a comprobarse su culpabilidad, pueden ser absueltos del juicio público si son vistos como un trofeo político por quienes estén en el poder en turno.
Puede ser enviado a la cárcel un tiempo breve para darle legitimidad a quien llega, desviar la atención y seguir insistiendo en que representa lo peor del PRIAN o bien, puede hasta recibir una disculpa y ser invitado a una candidatura. Total, ejemplos de casos similares abundan.
Más allá de la trivialización de las cosas, la liberación de Yarrington de una cárcel texana y la posibilidad -o no- de que con su reportación a México sea procesado por los presuntos delitos de los que lo acusa la Fiscalía General de la República (FGR), está el hecho de que en el sexenio del compañero Andrés Manuel no solo hay más muertos a causa de la violencia que en los gobiernos del PRIAN, sino que muchos de los políticos del viejo régimen no han pagado por los delitos cometidos.
Ahí están Napoleón Gómez Urrutia, quien huyó de acusaciones que se le hicieron en el gobierno de Calderón y regresó como senador de Morena. O el de Javier Duarte quien apoyó siempre al gobernador saliente de Veracruz, Cuitláhuac García y se habla de que podría quedar libre en poco tiempo también.
O el caso del mismo Hernández Flores, quien enfrenta todavía una petición de extradición a Estados Unidos, en donde lo siguen considerando un presunto delincuente.
Todo eso ha pasado en el gobierno de López Obrador y por lo mismo, las burlas y comentarios mordaces entre buena parte de la población es que a Yarrington podría esperarle una candidatura, pero no en el corto plazo.
Por lo pronto, en Tamaulipas seguramente hay quienes se van a alegrar, otros que preferirán sacarle la vuelta y quizá quienes se beneficiaron de las consideraciones de Yarrington -en el sector público, en el privado y en el político-, prefieran hacer mutis y pedir por lo bajo que algún abogado de esos que suelen abundar encuentre un resquicio legal para que no sea procesado en México y decida irse del país nuevamente.
POR TOMÁS BRIONES
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